EL PÁNICO DE UN MONARCA DESTRONADO
Por Narciso Isa Conde
Con su "Primera Dama" anhelando ser Reina, su principito Omar y su princesa Nicole
Más que Monarca, aspirante a tal, auto-proclamado como "El Destino de la Nación", simbolizado por la L del León. Con su "Primera Dama" anhelando ser Reina, su principito Omar y su princesa Nicole.
Amigote del Rey Abdalá II de Jordania por la vía del interpósito y rico mercader de derivados del petróleo y múltiples diabluras, Mustafá Abú Nabba, padre del joven prófugo Karim Abú, ex-noviezuelo de Nicole; responsable su padre, por demás, de las relaciones con el Medio Oriente de la tristemente célebre Funglode, connotado "cuerpo del delito" usado para instalar con dineros robado al pueblo dominicano, el primer Centro de Estudios Latinoamericano en el mundo árabe, bautizado recientemente con el nombre del perínclito hombre de ciencias: Leonel Fernández Reyna.
Hablamos de un aspirante a Monarca en una pequeña media isla caribeña, con pretensiones de ser alabado en todos los confines del planeta y, además, con Félix Bautista a cuesta.
La ambición y la falsedad traicionaron finalmente sus pretensiones de reinar sin oponentes y, en fin de cuentas, hasta el trono se le fue de las asentaderas cuando el descrédito acumulado en tan pequeño territorio caribeño hizo explosión cruzando mares y fronteras.
"El Destino" fue truncado por una marea de indignación que ahogó el prestigio artificialmente fabricado.
La simulación vio agotar sus efectos mercadológicos cubiertos de lodo y pus, y entonces la L de León no tardó en ser percibida por gran parte la sociedad como L de ladrón, ladrón, ladrón.
Su blindaje monárquico se quedó en lo institucional, el clamor que lo condena se desbordó por otros vericuetos nacionales y se expandió por el mundo. Y entonces, el aspirante a Monarca, lleno de pánico, decidió cobrarles sus "favores" a colegas, intelectuales, artistas, mercaderes, peregrinos y renegados para intentar la misión imposible de contrarrestar la ola que solicita su ingreso al 15 de Azua y que enturbia definitivamente sus ínfulas diplomáticas universales.
El rey Abdalá II es uno de esa lista de "buenos agradecidos" y es por eso que el Monarca destronado optó recientemente por sacarle provecho a lo invertido en Jordania durante su reinado.
Pero en realidad la depresión lo ha llevado a un cálculo fallido: su salvación no está en Abdalá ni en Mustafá, ni siquiera en invocar a Alá por esos predios orientales.
Esta vez parece que ni "Checheré", el Mago, lo salva, puesto que es sabido que las condenas extrajudiciales no pueden ser compradas.
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