Las protestas contra Leonel crecen y con ellas el repudio a Danilo
Por CÉSAR PÉREZ
Sociólogo, urbanista y municipalista
lagarita@codetel.net.do
No hay duda de que Leonel Fernández pasa por su peor momento, lo admiten y dicen algunos de sus cercanos y alabarderos. También que existen muchos elementos para decir que independientemente de lo que suceda con la denuncia querella que contra él interpuesta ante el Ministerio Público, su actual situación constituye el inicio de un acentuado proceso de deterioro de su imagen personal y política, que a su vez podría ser fatal para Danilo Medina, su gobierno y para el propio PLD.
En efecto, las últimas acciones de protestas contra Fernández en las calles, en diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros han sido contundentes y por primera vez se le ve nervioso y a la defensiva. Eso lo condujo a materializar la infeliz iniciativa de su discurso el pasado martes, el cual, sin entrar a discutir su forma y contenido, constituyó un acto de fuerza de su parte que incuestionablemente afectó la ya cuestionada imagen de Medina.
Están muy generalizadas la idea y expresión, de que el presidente Medina carece de la suficiente independencia para hacer su propio gobierno, que es prisionero del grupo de Fernández por las circunstancias que lo llevaron a pactar con este último para lograr la nominación de su partido como candidato presidencial. El referido discurso, pronunciado un día antes de que Medina saliera del país a una cumbre de presidentes, refuerza su imagen de presidente-prisionero.
Las protestas contra Fernández se amplían y con ellas el repudio a Medina, a su gobierno y al partido de ambos. Eso evidencia una complejidad del problema, porque mientras más se agudicen las acciones de protestas contra Fernández, más necesitará de la solidaridad de Medina y mientras más solidario sea este con aquel, más se confundirán en un abrazo mortal para el gobierno y su Presidente. Desafortunadamente para Medina, los lazos que lo unieron y unen hacen en extremo difícil un distanciamiento que en algo lo protegería de los efectos corrosivos de las protestas.
El espíritu de cuerpo de ese partido, transformado en una maquinaria que se le escapó del control de quien una vez fuera su contralor: Medina, determina un apoyo a Fernández y a sus principales dirigentes, hasta ahora monolítico. Para ellos, lo más importante es su supervivencia y la de su jefe principal, por lo cual, el tema del gobierno es por ahora secundario, algo que sabe Medina.
Los momentos de crisis en las instituciones refuerzan la tendencia a buscar el reforzamiento de la unidad interna y esa lógica opera en esta circunstancia de generalizado repudio a una administración pasada que influye decididamente sobre la presente. Aunque la figura de Fernández aparece como el objetivo principal de las manifestaciones, en esencia hay un cuestionamiento a toda su obra de gobierno, de la cual no se puede desligar Medina y por eso la administración de este sale fuertemente afectada por las protestas.
En ese sentido, estas están dirigidas fundamentalmente a la esencia y forma de la estructura de poder entronizado en el país por la corporación PLD, contra una serie de prácticas corruptas que nos abochornan como sociedad toda, contra un tejido de privilegios para una dirección partidaria que echó por la borda la esperanza de cambio en mucha gente que votó por ella y que hoy la repudia en las calles y las más diversas redes de comunicación.
Por eso, independientemente del desenlace que puedan tener las protestas, su multiplicación, contenido, gravedad y veracidad de los hechos que denuncian, sacudirán profundamente a ese partido y contribuirán a la pérdida de la hegemonía que ese partido ha tenido en una significativa franja de los sectores medios urbanos que los han sostenido política y electoralmente, pero que hoy le dan la espalda.
El PLD no tiene experiencia de democracia interna, pasó de un caudillo incuestionable a otro que también al final constituyó un poder igualmente incuestionable. El deterioro de la imagen personal y política de este último caudillo, obligará a ese partido a transitar una desconocida experiencia de liderazgos compartidos.
Tal parece que como dice el refrán, a ese partido le ha llegado su San Martín.
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