jueves, 30 de agosto de 2012

LO QUE FASTIDIA

MÉDICOS ABUSADOS
Por SEGUNDO IMBERT BRUGAL


Nuestras universidades producen títulos desaforadamente

Los gobernantes multiplican impertérritos el número de funcionarios, y nuestras universidades producen títulos desaforadamente. Andamos sobrados de diplomas inanimados, producto de una inexcusable irresponsabilidad institucional. En el excedente, destacan los médicos; por eso los exportamos y explotamos.

Ante una oferta excesiva, el consumidor escoge lo mejor y al precio más bajo. Si lo que abundan son profesionales desempleados, la explotación es inevitable, y se aprovechan de ella los empleadores del gobierno, de clínicas privadas, y de empresas de servicios médicos.

Los trabajos son pocos en el área de la salud, y la competencia mucha, por eso, una amiga muy cercana a la familia, recién graduada, de impecables credenciales académicas e inusual experiencia práctica, se empleó en una de esas prósperas compañías que operan en los territorios turísticos del país.

Los incentivos y la paga eran paupérrimos, pero pensó en la tranquilidad marina, que le permitiría estudiar más y cambiar de ambiente. En estos tiempos, y con un exequátur recién estrenado, quizás la oferta no era tan mala.

Pero a las pocas horas de llegar a la playa enterró su alegría en la arena: la recibieron peor que a una doméstica en casa de un nuevo rico gubernamental; el alojamiento dejaba mucho que desear; las exigencias laborales fueron drásticas y alejadas de la ética, entre ellas, la de esmerarse en sacarle dinero a los turistas enfermos. Finalizada la jornada de siete días- y como parte de sus obligaciones- tenía que llevar el dinero a la capital, sin protección alguna y en guagua.

Descubrió sin proponérselo que entre los artilugios utilizados para multiplicar las ganancias estaba el de cobrar genéricos como originales. Por supuesto, la doctora renunció. En venganza a la desagradecida deserción, todavía no le han pagado su salario. ¡Por atrevida!

Había escuchado quejas similares, y fue otro colega, ahora exitoso e independiente especialista, quien me las confirmó, pues trabajó en la misma compañía y en condiciones similares. Todos cuentan lo mismo, porque “eso es lo que hay”.

Justificándose en el abuso, suelen utilizar sofismas insostenibles, como el de un ritual de pasaje donde trabajar mucho y cobrar poco fortalece la vocación. O el otro, en el que sacrificarse les sirve para ganar experiencia y seguir aprendiendo. En realidad, en los hoteles trabajan solos y asumiendo toda la responsabilidad frente al enfermo. La única verdad es la del sacrificio.

Al final, los doctores y las doctoras se cansan de aguantar candela y quieren largarse. No es que quieran irse del país, sino largarse; que lleva rabia y desesperación. Se suelen marchar los mejores, y luego regresan pocos.

Sin embargo, los empresarios de la salud no deben llevarse las culpas. Al fin y al cabo, se dedican a producir dinero; aunque sea a expensas de convertir una picada de mosquito en una terrible enfermedad tropical de inmediato internamiento. Además, los hay quienes abusan menos y tratan dignamente a los jóvenes profesionales. Los culpables son el Estado Pandilla, y la mayoría de las incontrolables y paupérrimas universidades nuestras.

//hoy.com.do/

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