Duarte no morirá, a pesar de los deseos de los Leoneles, Pared Pérez y Vinchos
José F. Ramírez
josefr77@gmail.com
Al conmemorarse el 199 aniversario del NACIMIENTO de Juan Pablo Duarte y Diez, Padre de la Patria dominicana, y después del fiasco senatorial, saludando su fallecimiento, uno no puede menos que preguntarse si no habrá sido este monumental insulto a la nacionalidad una manifestación PÚBLICA del deseo PRIVADO de los que nos gobiernan de que Duarte esté, definitivamente, muerto y enterrado.
Y no hablamos aquí del Duarte físico, víctima de las traiciones y persecuciones de sus contemporáneos, no; hablamos del Duarte-moral, el Duarte-dignidad, el Duarte-sacrificio, el Duarte-militar, el Duarte-democracia, el Duarte que aún espera la única recompensa a que aspira, de vernos libres, felices, independientes y tranquilos, el Duarte siempre dispuesto a honrar nuestra bandera con su sangre, el Duarte confiado en que su ejemplo "no dejará de tener imitadores".
Es el mismo Duarte que aguarda aún a que escarmentemos a los traidores, el Duarte, en fin, que vive en los que nos negamos a callar, en los que nos negamos a vendernos, a loar a los predestinados de turno o a permanecer impasibles mientras vemos como "una facción miserable" desgaja el patrimonio y suelo Patrio, subastándolo al mejor postor, mientras descaradamente se arrodilla ante las potencias extranjeras y los poderes económicos mundiales.
Ese es el Duarte que Pared Pérez cree, erróneamente, muerto.
Y matarlo ha intentado, desde los albores de nuestra declaración de Independencia, los poderes opresores y obscurantistas que han hilvanado, por 200 anos, acciones e intenciones de asesinar y borrar, en vano, sus ideas.
Y uno de los poderes que más temprano se levantó en contra de Juan Pablo Duarte y los Trinitarios fue la Iglesia Católica.
Ahora que se habla de la última Carta Pastoral católica, propicia es la ocasión para, en este mes de la Patria, dar a conocer una de las primeras firmada por esa lumbrera de la filantropía y la benevolencia conocida como Arzobispo Tomas Portes e Infante, quien, dicho sea de paso, fue el primero que, al recibir a Duarte al regreso del exilio el 15 de Marzo de 1844, le llamo, públicamente "Padre de la Patria".
El historiador Juan Maríñez, en su libro Origen y desarrollo de la nación dominicana, nos revela la Carta Pastoral del 28 de julio de 1844, en la cual la Iglesia Católica respalda y apoya al traidor Pedro Santana y su gobierno, quien declaró "traidores a la Patria" a Duarte, a Sánchez, a Mella y a otros, por oponerse a los planes anexionistas con Francia. Veamos:
Esta Carta Pastoral fue la que legitimó desde el punto de vista teocrático a la dictadura criminal encabezada por Pedro Santana. Los fusilamientos de Mará Trinidad Sánchez, de los Puello, del general Mora, etc. están aquí legitimados. Los expulsados y los fusilados fueron excomulgados por el mismo obispo inquisidor.
El original de la Carta se localiza en el Archivo General de la Arquidiócesis de Santo Domingo, estante B cajón 62, legajo 28. Esta fuente fue consultada por Maríñez en la copia localizada en el Archivo General de la Nación, Colección del Centenario de la República Dominicana, la cual fuera dirigida por Emilio Rodríguez Demorizi. Volumen II páginas 47 a 55. Maríñez transcribe el contenido de la Carta Pastoral firmada por el Arzobispo Portes:
“Solo Dios puede consolar nuestras penas, solo ese grandísimo Dios, ese Dios de dioses de toda consolación, es el único que sabe hablar al corazón: por consiguiente él os dice por órgano de mi débil voz pero embajador de su hijo preciosísimo, que os mantengáis en tranquilidad, que no abuséis de su misericordia y advertid que él es muy celoso de su honor y de su gloria y ya vosotros estáis comprometidos, y por supuesto se dará por ofendido si no obedecéis los mandatos y órdenes tanto del General de División y Jefe Supremo Santana como los de la Junta Central Gubernativa para lo cual os conminamos con excomunión mayor, a cualquier clase de persona que se mezclase en transformar las disposiciones de nuestro sabio Gobierno y del bien social.
"Dada en la ciudad de Santo Domingo, en el arrabal de la misericordia a los días 24 del mes de julio de 1844, firmado, Doctor Tomás de Portes (rúbrica)”.
Vistas estas traidoras acciones tempranas de la jerarquía eclesiástica, justo es enarbolar la bandera que reclama el rechazo del malhadado CONCORDATO y el establecimiento de un Estado LAICO en nuestro país.
Esto así, porque si vemos como la Iglesia Católica logra imponer, con presiones tras bastidores, sus dogmas religiosos en la Constitución de 2010, negando Derechos Humanos básicos, y los intentos del Cardenal López R. por abrogarse el derecho de convertir a la Iglesia en árbitro de lo que se publica o transmite en el país -mientras se usa la Catedral como tarima política de la PD, y Agripino enriquece las arcas de la institución clerical recogiendo los beneficios económicos del tráfico de una influencia basada en el protagonismo adquirido a través de la explotación de la ignorancia y las creencias mágico-religiosas- no podemos menos que concluir en que las mismas fuerzas anti patrióticas que persiguieron al Duarte físico, aún se ponen de acuerdo y trabajan, afanosamente para impedir que lleguen a materializarse los ideales de paz, bienestar, democracia, independencia y dignidad por los cuales él luchó y que lo hicieron alcanzar la inmortalidad.
Duarte no morirá, a pesar de los deseos de los Leoneles, Pared Pérez, Vinchos y lacras de toda laya, cuyas almas habitan en el páramo del despotismo, incapaces de comprender que -aunque traten de meter de contrabando los nombres de Bosch, Balaguer y Trujillo- mientras quede ¡un solo! dominicano a quien le duela su país, nadie podrá usurpar el puesto del prócer generador de nuestro ser como nación, el héroe de grandes batallas de la guerra y el espíritu.
Es el verdadero Padre de la Democracia que aún debemos instaurar y faro que alumbró y alumbrará las acciones pasadas, presentes y futuras de todos los que comprendemos que el nombre del verdadero Padre de nuestra Patria es: Juan Pablo Duarte y Diez.
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