martes, 31 de julio de 2012

LA OPINIÓN DE MELVIN

LA FIEBRE NO ESTÁ EN LAS SÁBANAS
Por Melvin Mañon
fines.org.do

Ante el tema de esa tragedia que son los feminicidios, me enoja el afán de tantos por enarbolar el discurso que sea políticamente correcto en lugar de empeñarse a fondo hasta descubrir que estos crímenes de hoy tienen claras raíces en males de ayer.

Condenan las consecuencias sin haber denunciado las causas que lo desataron. ¡Dios, cuántas estupideces, canalladas, tonterías e imbecilidades profieren “expertos”, autoridades y legos!

¿Ustedes quieren saber el origen de los feminicidios? Vayamos a las raíces. Las viejas y las nuevas.

Hace años se puso de moda “el baile del perrito”. Era obsceno y de mal gusto, pero muchos padres y madres celebraban que sus hijos lo bailaran como una gracia ante vecinos y visitantes.

Hoy, en todas partes de la geografía nacional se ven niños y, sobre todo, niñas vestidas y gesticulando como si fueran adultos, moviéndose y contoneándose con indisimulada sexualidad, sin que nadie diga nada y mejor en medio de la algarabía de espectadores. Muchas feministas amigas mías y otras que no lo son defienden el derecho de cualquiera a asumir una conducta erotizada, pues bien, háganlo, pero sepan que, en un entorno y una época como esta, tendrá consecuencias y estas pueden ser y han sido ya sangrientas. No se trata de si esas consecuencias sean legales o no, sino de si pueden ocurrir.

En todas partes de la ciudad y del campo hay cientos de miles de niños en manos de abuelas, tías, parientes y hasta vecinos hijos de padres y madres sin hogar que no pueden educar a sus hijos, aunque quisieran hacerlo, porque ellos mismos carecen de educación y son, a su vez, hijos de hogares disueltos o en crisis permanente. Y ¿saben por qué tantos carecen de educación? Porque en esta sociedad, hace años que educar a la familia dejó de ser importante. Aquí lo que cuenta no es ser educado y respetuoso, sino listo, triunfador y si hace falta, sinvergüenza. El asunto es llegar primero. La sociedad premia a uno e ignora y relega al otro.

Antes, un juego de pelota en el estadio era una competencia más o menos legítima. Hace algunas temporadas fui y me sorprendió que el antiguo deporte fuera un negocio de peloteros ñoños y presuntuosos y para los espectadores, un espectáculo de ruido y de nalgas al aire danzando sobre el techo del dogout. La gente disfrutaba la música y el ruido infernal que ambas cosas producían y, de vez en cuando, atendían a lo que pasaba en el terreno de juego. Miré a mi amigo Roque extrañado y él me dijo: “Tranquilo, caballo, que esto a es así ahora”. Nunca más he vuelto al estadio.

En la televisión es peor. Una cantidad de espectáculos de mal gusto, groseros, baratos, pero tienen en común mujeres vistiendo lo menos posible y moviendo trasero y abdomen tanto como su anatomía les permite. Casi todos los animadores, publicistas, empresarios del ramo y gente del medio celebran esto, y a casi todos en la calle le parece bien, y es enorme la cantidad de jóvenes que quisieran estar haciéndolo porque ya es un modelo de éxito, una forma de “estar en el medio”. Es una conducta no solamente aceptada sino glorificada.

En los eventos empresariales decoran el escenario con mujeres que “estén muy buenas” para funciones que no hacen falta, pero la idea es que haya mujeres para mirar, adornar o desear y no oigo a nadie quejarse de este indigno papel asignado a esas mujeres. En las campañas políticas daba asco ver sustituida la idea de discurso por el contoneo de nalgas, con música escandalosa presidiendo tribunas en cualquier parte donde antes hubo algún dirigente diciendo algo en lugar de esta payasada.

En publicidad es todavía más atorrante y son muy pocos los anuncios de TV, las vallas, los textos y lo que sea que no estén erotizados, que no glorifiquen el físico de una mujer y su correspondiente versión masculina del tipo listo, fresco, atrevido, triunfador y sin principios. Todo es chercha y concursos a ver quién es más torpe y más bruto.

En los colmadones instalados en una de cada cinco esquinas de todo el país, mansos y cimarrones beben bajo el estruendo de una música que no deja hablar, ¿porque allí nadie tiene que hablar? Y les parece bien esa cultura de ruido atronador que retumba dentro de la cabeza y desaloja de allí cualquier recato, cualquier idea, lo que fuera que todavía quedara de cuando esto era un país. Y les parece bien. Y al día siguiente, la gente que estaba en esto, se maneja torpemente en su trabajo o anda turulata y si usted se queja del mal servicio le dirán: “amigo, cójalo con calma” y los idiotas que están alrededor suyo no lo apoyarán a usted sino al cretino que le dice que lo coja con calma.

Como vivimos en la sociedad que premia a los listos y no a los educados, con falso asombro se comenta lo que fulanita le hizo en el negocio al marido, al amante o al novio; con igual hipocresía se sorprenden de los juegos sucios entre una pareja, nadie se asombra de nada y para lo demás: un poco de cocaína, videos porno, juegos de azar. El cuadro está completo. El desenfreno llena el espacio ausente de valores, de causas, ilusiones y utopías. Esta no es ni siquiera la sociedad Light del Dr. Rojas (*), es la de Baumann, totalmente líquida (**).

El falso debate sobre los feminicidios donde la moda, ser políticamente correcto, hablar y no decir nada ponen la gente en periódicos y pantallas, sigue además la línea del poder que propone temas para que el país se mantenga hablando y discutiendo de otras cosas. Para que no se ocupe de asuntos que lo lleven al cuestionamiento de otros males mayores. Circo y circo, bebederas en el malecón, amanecidas en la calle, estruendo en cada municipio patrocinado por alguna marca de cerveza o ron; drogas y alcohol, a soltar los demonios que el mundo quizás se acaba mañana. Yates y suites lujosas para los ricos, cuchitriles y solares para los pobres; pero todo lleno de ruido; sin ideas, nada de ilusiones pero atiborrados de ambiciones.

Y ahora vienen con que el país está horrorizado con la cantidad de mujeres asesinadas y un legislador propone penas especiales en el código y otro político más imbécil aun le hace el juego. Hace años que tenían que haber condenado la falta de ética y de respeto de donde nace y prospera una cultura y un sistema de valores que provoca un desenlace criminal y sangriento. La ola de feminicidios no es un problema legal, sino social que tiene lugar en una sociedad en bancarrota y que como todas las sociedades que le precedieron, antes de morir, en su decadencia final, se erotiza.

Hace años que tenían que haber enfrentado la cultura de los colmadones. Hace años que tenían que haber sancionado a los ladrones de cuello blanco y a los políticos y funcionarios corruptos. Hace años que tenían que haber invertido en educación y dignificar a los maestros.

Pero, no, lo que han hecho es seguir con el festival, en una chercha interminable y ahora hablan pendejadas sobre el feminicidio sin entender de donde procede.
¿Querían baile del perrito? Ahí están algunas de sus consecuencias.

La última vez que tomé un avión de regreso a este país, la conducta de los pasajeros dominicanos, el desorden, la indisciplina, la estupidez, el irrespeto, la grosería fueron tan abrumadores que el vuelo salió con más de una hora de retraso y yo escuché a una azafata decirle a otra en la cocina del avión: “Desde que regrese tramito que nunca más me asignen a este vuelo”.

Para combatir los feminicidios no hacen falta más leyes sino enfrentar la cultura del ruido y la erotización de la publicidad. Lamentablemente, dada la globalización actual, incluso esto, solamente tendrá resultados moderados y a mediano plazo. Es un paradigma nuevo que se necesita y estos políticos no saben dónde está ni les interesa.

Notas del editor:

(*) El autor se refiere aquí al Dr. Enrique Rojas quien acuñó los términos sociedad y hombre light en su libro El hombre light, una vida sin valores el que usted puede leer haciendo clic AQUÍ

El hombre Light surge en la sociedad occidental y tiene una tetralogía nihilista basada en el hedonismo, consumismo, permisividad, relatividad. Todas ellas unidas por el consumismo, el afán del poder, el dinero...

Este ser es como su nombre indica un ser bajo en esencia, como las comidas propias del momento, aquellas bajas en calorías, en nicotina, sin azúcar, sin glucosa,..., es decir bajas en todo. No tiene valores, ni verdades, ni idealismo, solo se motiva por el éxito, el dinero, el consumo, el poder, pero todo ello sin demasiado entusiasmo ya que en el fondo no es feliz, porque le falta lo esencial de la vida, el amor, la cultura, la felicidad verdadera y no la momentánea.

(**) El autor se refiere aquí a la modernidad líquida, término acuñado por Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco. Dice Adolfo Vásquez Rocca, catedrático chileno, al respecto: la modernidad líquida –como categoría sociológica- es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la liquidez, propuesta por Bauman, intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la Web. Mas sobre Bauman haciendo clic AQUÍ

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