LA MASACRE EN DENVER
Por Jorge Ramos
Jorge Ramos es periodista ganador del Emmy, es el principal director de noticias de Univision Network. Nacido en México, es autor de nueve libros de grandes ventas, el más reciente de los cuales es A Country for All: An Immigrant Manifesto
Ya sabíamos que iba a volver a ocurrir. Sólo faltaba saber dónde, cuántos muertos habría esta vez y quién la realizaría. Ocurrió en Aurora, Colorado, con una docena de muertos y decenas de heridos, con un joven arrestado (James Holmes) que tenía acceso ilimitado a armas de fuego - le encontraron un rifle, una escopeta y dos pistolas - y una nación que, de nuevo, se pregunta ¿por qué pasa esto tan frecuentemente en Estados Unidos?
Todos sabemos la respuesta: porque en Estados Unidos se pueden conseguir rifles y pistolas con gran facilidad. Para comprar ciertas medicinas en la farmacia, se necesita una receta médica. Para comprar un arma automática, de guerra, basta una identificación y, a veces, ni siquiera eso.
En Estados Unidos no hay la voluntad política para restringir la posesión de armas de fuego. Ningún político de importancia se atreve a promover la impopular idea de prohibir la posesión, compra y venta de armamento. Y menos aún en un año electoral.
La lista de masacres no nos ha enseñado ninguna lección: Columbine, 1999, 15 muertos. Virginia Tech, 2007, 33 muertos. Tucson, 2011, seis muertos y la congresista Gabrielle Giffords gravemente herida. Y ahora Aurora.
Estas masacres se han convertido casi en un ritual. Ocurre la matanza, le hacen un examen psicológico al asesino solitario - a quien casi siempre terminan diagnosticando como "loco" o "inadaptado social" - , hay un funeral público, los políticos dan discursos y nada cambia. Esta vez será exactamente igual. Hasta la siguiente masacre.
A sólo unos meses de las elecciones presidenciales ni el presidente Barack Obama ni el candidato republicano, Mitt Romney, se atreverán a proponer cambios a la Segunda Enmienda a la Constitución. Significaría su derrota segura en noviembre. Dicha enmienda tenía sentido cuando fue instituida en 1791, pero en este 2012 le urgen cambios. Y el primero es prohibir, como antes del 2004, la venta de armas automáticas utilizadas en guerras.
La falta de voluntad política para restringir el uso de armas de fuego se explica porque, a pesar de las masacres, un número creciente de estadounidenses prefiere dejar las cosas como están. Una encuesta de Gallup en 1990 reveló que el 78 por ciento de los estadounidenses quería leyes más "estrictas" para el uso de armas. Sin embargo, en el 2010 ese número bajó al 44 por ciento.
Quienes argumentan que hay que mantener el derecho absoluto a portar armas dicen que, precisamente, matanzas como la de Aurora demuestran la necesidad de autodefenderse. Pero esto nos lleva al absurdo de pensar que todos los asistentes a una sala cinematográfica deben ir armados por si a alguien se le ocurre disparar a la audiencia.
Este tipo de masacres toca en lo más profundo a quienes vivimos en Estados Unidos. Nos hace sentir muy vulnerables. La realidad es que nos pudo haber pasado a cualquiera.
Cuando me despertaron los primeros tweets y llamadas en la madrugada del viernes, minutos después de la masacre, lo primero que hice fue pensar en mi hijo. El había ido al cine la noche anterior -también a ver la premiere de Batman - y por un instante me alarmé. No, esta matanza no había ocurrido en Miami, sino en Aurora. Pero estoy seguro que miles de personas tuvieron un despertar tan angustioso como el mío. Estos asesinatos masivos son terriblemente frecuentes en Estados Unidos y nadie está a salvo.
Lo más frustrante es que todos sabemos por qué ocurren estas masacres y que no se hará nada importante al respecto. Los estadounidenses -con esa constante sospecha respecto de la autoridad y al gobierno- prefieren la falsa idea de seguridad que da el defenderse con sus propias armas en lugar de imponer leyes que nos permitan a todos vivir más seguros.
Lo peor de todo es que, pronto, otra masacre volverá a ocurrir en Estados Unidos. Está anunciado.
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