Por Jeffrey D. Sachs, Project Syndicate
New York - El mundo se está ahogando en el fraude corporativo, y los problemas son probablemente mayores en los países ricos - los que supuestamente tienen “buena gobernanza”. Los gobiernos de los países pobres probablemente aceptan más sobornos y cometen más infracciones, pero son los países ricos, que alojan las compañías globales, los que llevan a cabo los más grandes delitos. El dinero habla, y está corrompiendo la política y los mercados de todo el mundo.
No pasa un día sin una nueva historia de mala conducta. Cada firma de Wall Street ha pagado multas significativas durante la última década ya por falsa contabilidad, uso de información privilegiada, fraude de valores, esquemas de Ponzi, o simplemente por malversación cometidas por los CEOs. Un anillo masivo indebido de información privilegiada se encuentra actualmente en juicio en Nueva York, y ha implicado a algunos protagonistas del sector financiero. Esto sigue a una serie de multas pagadas por los bancos de mayor inversión de Estados Unidos para saldar cargos de violaciones de diferentes valores.
Sin embargo, la rendición de cuentas es escasa. Dos años después de la mayor crisis financiera en la historia, la cual fue impulsada por el comportamiento sin escrúpulos de los mayores bancos de Wall Street, ni siquiera un líder financiero ha ido a la cárcel. Cuando las empresas son multadas por mal desempeño, sus accionistas, no sus directores ejecutivos ni sus gerentes, pagan el precio. Las multas son siempre una pequeña fracción de las ganancias mal habidas, lo que insinúa a Wall Street que las prácticas corruptas tienen una sólida tasa de retorno. Incluso hoy en día, el lobby bancario hace caso omiso a los reguladores y políticos.
La corrupción en la política estadounidense paga también. El actual gobernador de Florida, Rick Scott, fue CEO de una importante empresa de atención de salud conocido como Columbia / HCA. La compañía fue acusada de defraudar al gobierno de los Estados Unidos por la sobrefacturación de reembolsos, y, finalmente, se declaró culpable de 14 delitos, pagando una multa de $1.7 mil millones.
La investigación de la FBI obligó a Scott a dejar su trabajo. Sin embargo, una década después de las declaraciones de culpabilidad de la compañía, Scott está de vuelta, esta vez como un político republicano que favorece el "libre mercado".
Cuando Barack Obama necesitaba a alguien para que le ayudara con el rescate de la industria automotriz de EE.UU., se dirigió al “solucionador” de Wall Street, Steven Rattner, a pesar de que Obama sabía que Rattner era objeto de investigación por dar sobornos a funcionarios del gobierno. Después que Rattner terminó su trabajo en la Casa Blanca, resolvió el caso con una multa de unos pocos millones de dólares.
Pero ¿por qué detenerse en los gobernadores o asesores presidenciales? El ex vicepresidente Dick Cheney llegó a la Casa Blanca después de servir como director ejecutivo de Halliburton. Durante su permanencia en Halliburton, la empresa se dedicó al soborno ilegal de funcionarios nigerianos para que la empresa tuviese acceso a yacimientos de petróleo de ese país - un acceso con valor de miles de millones de millones de dólares. Cuando el gobierno de Nigeria acusó a Halliburton de soborno, la compañía resolvió el caso fuera de corte, pagando una multa de $35 millones. Por supuesto, no hubo consecuencias en modo alguno para Cheney. La noticia apenas hizo una pequeña ondulación en los medios de EE.UU.
La impunidad es generalizada - de hecho, la mayoría de los crímenes corporativos pasan inadvertidos. Los pocos que se notan generalmente terminan con una palmada en la muñeca, con la empresa - es decir, sus accionistas - recogiendo una multa modesta. Los verdaderos culpables en la parte superior de estas empresas rara vez tienen que preocuparse. Incluso, cuando las empresas pagan mega-multas, sus directores ejecutivos permanecen en sus puestos. Los accionistas están tan dispersos y sin poder, que ejercen poco control sobre la gestión.
La explosión de la corrupción - en los EE.UU., Europa, China, India, África, Brasil, y más allá - plantea una serie de difíciles preguntas acerca de sus causas, y cómo controlarla ahora que ha alcanzado proporciones epidémicas.
La corrupción corporativa está fuera de control por dos razones principales. En primer lugar, las grandes empresas son multinacionales, mientras que los gobiernos siguen siendo nacionales. Las grandes empresas son tan poderosas económicamente que los gobiernos tienen miedo de enfrentarlas.
En segundo lugar, las empresas son las principales financiadoras de las campañas políticas en lugares como los EE.UU., mientras que los políticos son a menudo copropietarios, o por lo menos los beneficiarios silentes de los beneficios empresariales. Aproximadamente la mitad de los congresistas de EE.UU. son millonarios, y muchos tienen estrechos vínculos con las empresas incluso antes de llegar al Congreso.
Como resultado, los políticos suelen mirar hacia otro lado cuando el comportamiento de las empresas cruza la línea. Aun cuando los gobiernos tratan de hacer cumplir la ley, las empresas tienen ejércitos de abogados para hacer círculos a su alrededor. El resultado es una cultura de impunidad, basada en la bien probada expectativa de que el crimen corporativo paga.
Dada la estrecha relación de la riqueza y el poder con la ley, frenar la delincuencia empresarial será una lucha enorme. Afortunadamente, el flujo rápido y generalizado de la información hoy en día podría actuar como una especie de disuasión o desinfectante. La corrupción florece en la oscuridad, la información más que nunca antes sale a la luz a través del correo electrónico y los blogs, así como las redes de Facebook, Twitter y otras redes sociales.
También será necesario un nuevo tipo de líder político con un nuevo tipo de campaña política, una basada en la libertad de medios en línea en lugar de medios pagados. Cuando los políticos puedan emanciparse de las donaciones corporativas, recuperarán la capacidad de controlar los abusos de las empresas.
Por otra parte, vamos a necesitar alumbrar los rincones oscuros de las finanzas internacionales, especialmente los paraísos fiscales como las Islas Caimán y los sigilosos bancos suizos. La evasión de impuestos, las coimas, los pagos ilegales, los sobornos, y el flujo de otras transacciones ilegales a través de estas cuentas. La riqueza, el poder y la ilegalidad habilitados por este sistema oculto son ahora tan grande como para amenazar la legitimidad de la economía mundial, especialmente en un momento de desigualdad de ingresos sin precedentes y grandes déficits presupuestarios, debido a la incapacidad de los gobiernos, política – y a veces incluso operativamente - a imponer impuestos a los ricos.
Así que la próxima vez que escuche acerca de un escándalo de corrupción en África o en otra región pobre, pregunte dónde se inició y quien lleva a cabo la corrupción. Ni los EE.UU. ni ningún otro país "avanzado" deben apuntar con el dedo a los países pobres, ya que a menudo son las empresas mundiales más poderosas las que han creado el problema.
Copyright:Project Syndicate, 2011
Jueves 5 de mayo 2011
Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. Es también Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Special Adviser to United Nations Secretary-General on the Millennium Development Goals).
Traducción de Isaías Ferreira.
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