miércoles, 11 de julio de 2018

NO ES POR AMBICIÓN SINO POR MIEDO

Por Melvin Mañón

Cuando tropas del ejército cercaban la guerrilla en la Sierra Maestra cubana los combatientes reflejaban en el rostro la naturaleza angustiosa de la situación. Ernesto Che Guevara, recordando aquella expresión la bautizó como Cara de Cerco. Hace años que esas guerrillas triunfaron y hace años que el Ché fue asesinado en Bolivia pero ahora es Danilo Medina quien anda con una cara de cerco de la cual no logra deshacerse ni siquiera para los comerciales de televisión que promueven su reelección.

Arrinconado, aislado de la realidad, lleno de temores al futuro que se cierne sobre él y del cual ansía escapar, no entiende ni puede manejar todo lo que sucede a su alrededor. Quienes le adversan y otros, cuya voluntad logró secuestrar, tampoco entienden la situación, el contexto local y las tendencias internacionales. La marea y el viento cambiaron de rumbo y no se dieron cuenta antes. Ahora no pueden o no saben cambiar. Una cosa sin embargo es muy cierta: mientras más tarde Danilo Medina en caer, más dura, traumática y terrible será la caída.

Danilo Medina está acorralado entre la reelección que legalmente le está prohibida todavía y la sucesión de la cual desconfía y teme como el diablo a la cruz. Adentrarse en la reelección obliga a trampas y maniobras de mayor calado y envergadura de las que ya empleó para su primera reelección en 2016. Como le enseña el ejemplo de algunos ex presidentes, legisladores y funcionarios latinoamericanos, este es un camino que antes se transitaba con cierta comodidad pero hoy está lleno de obstáculos, escombros y amenazas. El otro camino, el de escoger un sucesor, es tanto o más complicado porque Medina, que es un individuo que no tiene palabra ni cumple compromisos, tendría que depender de otro que bien pudiera hacerle lo que Lenin le ha hecho a Correa en Ecuador, o lo que Santos le hizo a Uribe en Colombia o Temer a Dilma en Brasil.

Danilo Medina trabajando esta reelección calculó correctamente, hasta ahora, que podía aplastar a todos los partidos y candidatos de “oposición”, sobornar intelectuales, voces y plumas adicionales para ampliar su base y rebajar el tamaño de la de sus adversarios y también calculó que la sociedad dominicana de clase media, aunque disgustada y empobrecida, no se atrevería a arriesgar su disminuido bienestar en una confrontación a muerte. Danilo Medina contaba con una clase media baja aupada por la corrupción del PLD, voraz e impaciente; con las tarjetas solidaridad entretenía a los más pobres y con el ruido político y publicitario adormecían y corrompían el cuerpo social. Todo le salió bien, básicamente, según lo previsto. Su desgracia ha venido por aquello que él no pudo anticipar, ni siquiera suponer y menos aun controlar.

El estallido del escándalo de ODEBRECHT arrastra a Medina como caballo a jinete que perdió riendas y cuelga, dando tumbos, de un estribo. Nadie cree en su inocencia y menos aun en su palabra, está manchado y marcado aquí y en el extranjero, en su partido es ya más un estorbo que una promesa, es un tipo que envilece todo lo que toca; y como a Ángel Rondón o Félix Bautista pueden perseguirlo tal vez no como presidente pero muy probablemente como ex presidente. Y hay varios ejemplos. El sabe o cree saber que su mejor salvaguarda es mantenerse en el poder a como dé lugar y sin confiar en nadie para ninguna sucesión. Calcula que es muy tarde para devolverse, está demasiado enlodado y comprometido. Punta Catalina solamente basta para enviarlo a la cárcel y él lo sabe. Por eso tiene que mantener ahí a su procurador, a sus jueces y a su congreso y sabe también que, si da la espalda mañana, por ahí mismo lo venden esos mismos que hoy lo protegen. El sabe todo eso y por eso insiste y persiste y lo hará hasta el final y no dejará de hacerlo hasta que algo, fuera de su control y posiblemente del nuestro, se lo impida.

Danilo Medina está atado al poder no por ambición sino por miedo. Por eso la cara de cerco, el envejecimiento prematuro, el silencio, los modales bruscos cuando algún detalle de la escenografía se sale del guión; por eso la deriva autoritaria, el aspecto maltrecho de hombre apaleado, la falta de brújula en los ojos, el discurso tartamudo pero todavía presente la determinación: el hombre está luchando por su libertad. Ya el no sueña con legado alguno ni ilusión tardía. El no quiere construir nada solamente le espanta la desconsideración y la humillación futura y esa, no nos equivoquemos, es una fuerza poderosa.

Danilo Medina midió bien a sus competidores internos pero no pudo vislumbrar que su ruina llegara del extranjero. El sabe que no puede controlar ninguna instancia extranjera como maneja los tribunales y la procuraduría y el congreso local. Y mientras uno tiene la tentación de denunciar a Danilo Medina como lo que es, y mientras uno cree que las denuncias y advertencias sobre su proceder deberían frenarlo, inhibirlo, adecentarlo en realidad no es ni debería ser así. Está en el mejor interés del pueblo dominicano que Danilo Medina se aferre al poder, que siga enlodándose, que desenmascare la dictadura, que se burle de todos nosotros y creyéndose eterno, insustituible, predestinado abuse de nosotros hasta más no poder.

Mientras más trabajo y sacrificios nos cueste desalojar a Medina del poder, mas garantía tendremos de que se hará justicia, de que perseguiremos sus crímenes y los de otros que le han precedido, de que lucharemos por castigarlo. Mientras más profundas sean las heridas, mayor será la sed de justicia. Mientras más profundamente se hunda Medina en la ilegalidad más ganas tendremos de perseguirlo y con más gusto lo haremos, precisamente por todo lo que nos habrá costado derrotarlo. El es, a su pesar y el nuestro, la próxima oportunidad de romper la tradición de impunidad que ha amparado su gestión canalla y la de muchos otros.

Medina que haga ahora contra nosotros y nuestro pueblo todo lo que pueda, que sean dolorosas las heridas y profundos los daños que nos inflige porque nos obliga a ser mejores luchadores, a templar una nueva generación de líderes y después, cuando finalmente la tengamos, lo único que de verdad irritaría hasta la muerte es que venga uno cualquiera a pedir clemencia para quien no la ha tenido, a sugerir que no seamos vengativos cuando tenemos todo el derecho de serlo, a proponer un perdón que ese señor no ha otorgado ni merece. Es verdad, nosotros nos merecemos a Medina tanto como más adelante, el se merecerá todo lo que le hagamos. De alguna manera el lo intuye y por eso anda con esa cara de cerco.

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