miércoles, 6 de mayo de 2015

¿QUÉ SE LEE EN LA VICTORIA DE LUIS ABINADER?

MANUEL MORA SERRANO

Casi nunca escribo sobre temas políticos; aunque no soy apolítico, soy y seguiré siendo apartidista hasta mi muerte. Apoyé en un movimiento cultural la candidatura de Danilo Medina, y después de su triunfo no he tenido más contactos con él ni con sus gentes de cultura que no fuera escribir una conferencia sobre Domingo Moreno Jimenes, y solo porque tenía algo nuevo que contar, como fueron las noticias de que le habían dedicado artículos elogiosos cuando publicó su segundo libro, y uno de ellos en Cuba, de los cuales nunca se comentó, y charla que incluyó Basilio Belliard en la edición 16 de País Cultural.

Sin embargo, cuando Luis Abinader Corona, el hijo de mi compañero de estudios y viejo y querido amigo José Rafael Abinader, se presentó como candidato frente a un veterano de muchas campañas como Hipólito Mejía en el fraccionado PRM, una rama más del frondoso árbol sembrado en Cuba por Juan Isidro Jimenes y Juan Bosch, entre otros, con el nombre de PRD, que tantos hijos robustos ha producido, incluyendo el PLD gobernante, lo vi con esperanzas de que una cara nueva, una persona que nosotros consideramos joven y bien preparado como administrador que ha sido de las empresas familiares, pudiera sumarse a la del batallador y viejo y querido amigo, nieto de mi poeta, Guillermo Moreno García, y la de otros que asoman como posibles o probables candidatos con menos de cincuenta o sesenta años, que ya en estos tiempos, los ochentipicos como yo, consideramos juventud.

Hace unos días visité a mi amigo y vecino de pueblos Ramón Suárez en el Cuartel de Campaña de Hipólito, siendo la primera vez que asistía a la actividad febril de una actividad nacional de política intrapartidista, y aunque mi visita no tenía nada que ver con la política, pude captar la entrega y el tesonero esfuerzo con la que laboraban. En el fondo, naturalmente, por la simpatía personal con los Abinader, ya que a Luisito lo conozco desde su pubertad, mi esperanza era que fuese el candidato, pero veía lejos que llevando, como llevaba Hipólito, una gran ventaja, no solo por haber ejercido el poder, sino por su carisma indudable y sus relaciones directas con las masas, pudiera ganarle; aunque las encuestas le daban un buen sitial, sobre todo las que hacían los diarios digitales con sus lectores, en las cuales estoy más inclinado a creer, no esperaba que su triunfo fuese tan abrumador.

Sin embargo, ese hecho debería asustar a los del gobierno. No es que Luisito sea un comegente que vaya a triunfar sin hacer acuerdos, especialmente con el propio PRD, que desunido no llegaría a ningún sitio presidencialmente hablando, sino porque esto es un alerta que nadie puede desconocer ni hacerse de la vista gorda. El pueblo quiere, necesita y buscará cambios.

El triunfo de Luis no es algo que cae del cielo; no es un acto mágico; es un sentimiento desbordado del pueblo dominicano, harto de tantas cosas. Esa es la lectura que hay que hacer.

Algunos hemos mirado más lejos, y nos hemos hecho ilusiones que ya son tan raras en personas de nuestras edades, y hemos leído en las brumosas páginas del mañana, que mucha gente tratarán de devolverse de caminos que habían trillado pensando que les iba a ser fácil. Ignorando aquellos versos de Juan Alberto Peña Lebrón que son todo un catecismo moral y social, en su poemario Órbita inviolable, del titulado Sistema del destino esta estrofa: “Eso es lo malo; equivocar la senda,/ creer que el mundo es dulce como un manjar divino,/ creer que el tiempo espera la cosecha /para luego cegar la última espiga inútil;/ pero en vano esperamos de rodillas /con nuestros ojos implorando al cielo.” Eso se escribió y publicó en 1953, en medio de la más feroz dictadura caribeña.

Ahora siguen siendo válidos las primeros cuatro versos, condicionados a la fatalidad de las fatalidades de los hechos consumados; ahora, con triunfos como el de Luis Abinader, la presencia de Guillermo Moreno, y observando a jóvenes capaces de enfrentar el sistema del destino político nacional, creo que también, para terminar, no diremos: “Pero en vano esperamos de rodillas/ con nuestros ojos implorando al cielo“, sino que usando una expresión del mismo poeta, tan mocano ya como la yuca prieta, del mismo poemario, proclamaremos como en el final de Salutación a Job: “Después de todo, un día incierto/ el Señor premiará la esperanza”.

3 comentarios:

  1. Esta escritutura del gran amigo Mora Serrano, quien ha dicho muchas veces que se siente ser maeño, podría ser bálsamo para nuestra patria dolida y atolondrada por lancinantes espinas que taladrán el corazón de quienes siguimos soñando con una nación que, todavía espera con ansias locas un mejor destino y una mejor suerte.Creo don
    Manuel que la esperanza de refundar nuestra república debe ser el único motivo para seguir luchando incansablemente para lograr establecer un verdadero y sólido estado de derecho que, nos permita a cada uno de los dominicanos,darnos un estado decente,inmaculado como las nubes blancas del cielo.

    Mis felicitaciones poeta amigo de la ciudad del rojo de las tunas.
    .
    Antonio Mateo Reyes.

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  2. Don Manuel:

    Yo no soy tan mayor como usted, ni tan jóven como Luis Abinader, pero leer el artículo de MAESTRO como usted, me emocionó bastante. Sólo nos resta esperar que "después de todo.../ el Señor premie la esperanza".

    Con mucho respeto y admiración,

    Fernando Ferreira.

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  3. Bueno Don MAnuel.
    Con agrado leo las líneas de esperanza que usted plasma como análisis de sus recorridos y lo que palpó en los mismos.

    Halagueño en un sentido pero en el otro, permitame ser, EL AGUAFIESTAS AL QUE NADIE LLAMA NI CONSULTA con la siguente afirmación.

    Con Luis y ese PRM todo muy bien; la integración honesta de Hipólito, el buen deseo de Hatuey, la pulcritud de un Eduardo Estrella con su intención buena de corazón...

    ..pero, y aqui viene el bandito pero aquel... CON GUILLERMITO NO CUENTEN.

    Lamentable, friamente y por mas que me duela.

    CON GUILLERMO MORENO NO CUENTEN.

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galley472@yahoo.com