Por Fernando Rodríguez Céspedes
El transfuguismo partidario es un fenómeno que siempre ha existido en la política vernácula, pero nunca, como ahora, se había practicado con tanta profusión y celebración de quienes acogen en sus agrupaciones políticas a los desertores de las entidades contrarias como héroes dignos de grandes recibimientos.
Esto se explica por la inversión de valores que predomina en nuestra sociedad ya que lejos de ver a los tránsfugas como traidores, se les rinden pleitesías propias de quienes han realizado una noble y loable hazaña. En esto, caen tanto el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) como el de la Liberación Dominicana (PLD).
No pasa un día sin que los periódicos reseñen la juramentación o integración de reformistas a la campaña de Danilo Medina o del ex presidente Hipólito Mejía o de perredeistas en el PLD o peledeistas en el PRD porque creen que uno y otro constituyen una opción de poder y por eso saltan de un lado a otros como saltimbanquis.
La motivación principal de los tránsfugas es el oportunismo aunque, en ocasiones, influye el maltrato de sus compañeros de partido como sucedió con Rafael Calderón que se fue del PRD al PLD y el de Víctor Gómez Casasnova quien pasó de la secretaría general del Partido Reformista al PRD. Ambos salieron premiados con una senaduría y una diputación, respectivamente.
Casos similares, pero más recientes fueron los de Luis Ynchausti y Taína Gautreau, viejos dirigentes del PLD quienes fueron ignorados y echados a un lado por el candidato presidencial del partido morado y su equipo, quienes desestimaron las ofertas de estos para integrarse a la campaña política de su partido y despechados se fueron al PRD.
En ambos casos, los desertores entienden que la agrupación a la que se acercan, a última hora, constituye una opción de poder y eso es lo que importa, porque si fuera, como alegó la polémica Taína que se fue del PLD por razones morales, no se hubiera integrado al otro gran partido del sistema cuyo gobierno no fue, precisamente, un ejemplo de moralidad ni de buenas políticas económicas.
A propósito de moralidad, es difícil entender el enérgico discurso del candidato Hipólito Mejía contra la corrupción y sus intenciones de combatirla cuando se le ve recibiendo como héroes a personas como Luis Ynchausti y a José Enrique Sued, el primero condenado por corrupción y el segundo sometido a la justicia por el mismo motivo.
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