Por Mark Weisbrot
Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C.
La muerte repentina de Néstor Kirchner hoy representa una gran pérdida, no sólo a Argentina, sino a la región y al mundo. Kirchner asumió sus funciones como presidente de la nación en mayo de 2003, cuando Argentina estaba en su etapa inicial de recuperación de una recesión terrible. El papel que jugó en el rescate de la economía Argentina se puede comparar al papel que tuvo Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión de los Estados Unidos. Como Roosevelt, Kirchner tuvo que defenderse no solamente de intereses poderosos y adinerados, sino también de la mayoría de la profesión de economía, que estaba insistiendo que sus políticas llevarían a un desastre. Pero se demostró que ellos estaban equivocados y que Kirchner tenía razón.
La recesión en Argentina de 1998-2002 se puede comparar con la Gran Depresión de los Estados Unidos en términos de desempleo, que llegó a un máximo de 21 por ciento, y perdió producción (más o menos 20 por ciento del PIB). La mayoría de argentinos, que hasta ese momento habían disfrutado niveles de vida entre los más altos de América Latina, fueron empujados bajo la línea de pobreza. En diciembre de 2001 y enero de 2002, el país experimentó una devaluación masiva, un incumplimiento de pago de tamaño histórico-mundial de $95 mil millones de deuda, y el colapso del sistema financiero.
Aunque algunas de las políticas heterodoxas que fundamentalmente aseguraron la rápida recuperación fueron iniciadas el año anterior a que Kirchner asumiera sus funciones, él tuvo que llevar hasta fin las políticas, a pesar de grandes desafíos, para lograr que Argentina fuera la economía con el crecimiento más rápido en la región.
Un gran desafío vino del Fondo Monetario Internacional (FMI). El Fondo había jugado un papel importantísimo en causar el colapso de la economía, apoyando —entre otras políticas equivocadas— una tasa de cambio sobrevaluada, con un endeudamiento y una tasa de interés creciente. Pero cuando la economía de Argentina inevitablemente colapsó, el FMI no ofreció ayuda, solamente una serie de condiciones que iban a impedir la recuperación de la economía. El FMI estaba tratando de conseguir un mejor pagamiento para los tenedores de la deuda. Kirchner debidamente se negó a aceptar las condiciones del FMI, y el FMI se negó a refinanciar la deuda.
En septiembre del 2003, la batalla llegó a la cúspide cuando Kirchner incumplió con el pago temporalmente al Fondo en vez de aceptar sus condiciones. Fue un paso extraordinariamente valiente – ningún país de ingreso medio había incumplido su pago al Fondo, solamente un grupo de estados fracasados o de paria como Irak o el Congo. Eso, porque fue percibido que el FMI tendría el poder de cortar los créditos de comercio a un país que incumplía. Nadie sabía por completo que podría ocurrir. Sin embargo, el Fondo se echó para atrás y extendió los préstamos.
Argentina siguió creciendo por un promedio de más de 8 por ciento anualmente durante el 2008, sacando a más de 11 millones de personas de la pobreza en un país de 40 millones. Las políticas del gobierno de Kirchner, dentro de las cuales se incluyen el objetivo del Banco Central de lograr un tipo de cambio real estable y competitivo, y ejerciendo una mano dura contra los acreedores faltados – no eran populares en Washington ni entre los medios de comunicación de negocios. De todos modos, las políticas funcionaron.
El exitoso enfrentamiento de Kirchner con el FMI llegó en un momento en que el Fondo estaba perdiendo rápidamente su influencia en el mundo, después de sus fracasos durante la crisis económica asiática que precedió al colapso de Argentina. Le demostró al mundo que un país podría desafiar al FMI y aun sobrevivir para contar la historia, y así contribuyó a la consiguiente pérdida de influencia del FMI en América Latina y entre los países de ingreso medio en general. Ya que el FMI en ese momento era la avenida más importante de la influencia de Washington dentro los países de ingreso bajo y medio, esto mismo también contribuyó al fallecimiento de la influencia estadounidense, y especialmente dentro del marco de la recientemente ganada independencia de Sudamérica.
Y Kirchner jugó un papel importante en la consolidación de esta independiencia, trabajando con otros gobiernos de izquierda, incluyendo a Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia. A través de instituciones como UNASUR (la Unión de Naciones Suramericanas), MERCOSUR (Mercado Común del Sur), y numerosos acuerdos comerciales, América del Sur fue capaz de cambiar drásticamente su trayectoria. Ellos exitosamente apoyaron el gobierno de Bolivia en contra del desafío extra-parlamentario de la derecha en 2008, y más recientemente apoyaron a Ecuador en el intento de golpe de Estado unas semanas atrás. Desafortunadamente, no lograron revertir el golpe de Estado en Honduras del año pasado, donde el apoyo de los Estados Unidos fue decisivo. Pero Argentina, junto con UNASUR, sigue resistiendo para que no se permita que Honduras vuelva a entrar a la OEA (Organización de Estados Americanos), a pesar de fuertes cabildeos de Washington.
Kirchner también se ganó el respeto de organizaciones de derechos humanos por su voluntad de enjuiciar y extraditar a algunos de los militares acusados de cometer crímenes a la humanidad durante la dictadura de 1976-1983— revirtiendo la decisión de gobiernos anteriores. Junto a su esposa, Cristina Fernández, Néstor Kirchner ha hecho una contribución enorme en ayudar a que Argentina y la región se muevan en una dirección progresista. Aunque los esfuerzos generalmente no le han ganado mucho favorecimiento en Washington y en círculos internacionales de negocios, la historia lo va a recordar no sólo como un buen presidente, sino como un héroe de la independencia Latinoamericana.
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