lunes, 8 de junio de 2009

El premio, Aída y su abuelo

Por César Sánchez Beras

La debilidad institucional que como nación aqueja a la RepúblicaDominicana, está dada en todos los órdenes. Diariamente asistimos al penoso espectáculo, en donde la vida de las instituciones públicas y privadas, depende del dedo omnisciente de una sola persona, que detenta el poder por casi 10 millones de habitantes. “ que no podemos darle el pasaporte porque la única persona que lo firma, está en el palacio… no podemos darle el acta de estado civil porque el Juez de Paz está oficiando una boda en Neiba… que no se puede dar de alta a su paciente porque el doctor está en la otra clínica donde trabaja… etc., etc., etc.”

Este atraso institucional también sobrevuela las instituciones culturales. En un pasado reciente, al escritor Viriato Sanción, le fue negado el premio a su novela “Los que falsificaron la firma de Dios”, luego de que el jurado la calificara como dueña del mérito. Esa decisión que vulneraba toda lógica, no tuvo otro asidero que no fuera el “desagraviar” a Joaquín Balaguer, por lo tratado en el argumento de la novela, como si alguna vez se desagraviara al país entero por los perjuicios del régimen de Balaguer. Ni aprendimos de ese error ni hemos superado nuestra mediocridad. Ahora hemos hecho el ridículo monumental de desautorizar a un jurado internacional que premiara una novela escrita por la nieta de Rafael Leonidas Trujillo.

Aída Trujillo, nieta del tirano e hija de Rafael Leonidas Trujillo Martínez (Ramfis) concursó como cualquier otro escritor en un premio convocado para novelas. No participó en un concurso para legitimar la tiranía que encabezara su abuelo, ni mucho menos participó en un certamen para justificar los desafueros de su padre. Si bien ella es pariente legítima en línea directa de estos perversos seres humanos, también es un ser humano que no eligió nacer de esas personas. Además, su novela, que aún no he leído, ha sido premiada, según los miembros del jurado (Manlio Argueta, salvadoreño; Jorge Volpi, mexicano y el dominicano Roberto Marcallé Abreu), por su calidad como género literario, por su construcción como novela, y por su tratamiento del lenguaje artístico. Debemos de aprender de los países más desarrollados, en donde los acontecimientos históricos son analizados y tratados como hechos históricos y no como pretexto para retaliaciones y excesos de falsos patriotismos.

Debemos de una vez por todas enterrar a Trujillo, y enterrar con él, las aspiraciones a tener el poder omnímodo que tuviera el sátrapa. No avanzaremos lo suficiente mientras tengamos las cadenas del pasado impidiendo el vuelo hacia el porvenir deseado. Como dijera el divino maestro: "Dejen que los muertos entierren a los muertos y sigan…si estamos condenados como raza cósmica a repetir una y otra vez hasta la eternidad nuestras acciones, por qué no romper la cadena y empezar a construir un mejor lugar, que sea el hábitat que se multiplique perpetuamente.

1 comentario:

  1. Luis Ramon De los Santos12 de junio de 2009, 19:52

    Creo que en mi pais hay un anti Trujillismo trasnochado, oportunista e hipocrita. Las mismas voces que hoy se levantan en contra del premio otorgado a Aida Trujillo no dijeron '' esta boca es mia '' cuando le fue negado el mismo premio a Viriato Sencion por su obra '' Los que falsificaron la firma de Dios ''. Hipocritas oportunistas, fariseos, Trujillistas de corazon.

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