viernes, 9 de octubre de 2009

Sobre la perseverancia

A veces tenemos que agarrarnos con lo
que tengamos... aun sea con los dientes



Por Isaías Medina Ferreira

Ernest Hemingway, premio Nóbel de Literatura, autor del clásico El viejo y el mar, y uno de los más influyentes escritores en los componentes del llamado Boom de la literatura iberoamericana de los años de 1960 y 1970, llegó a decir, refiriéndose a lo difícil que podía ser el oficio de escritor: “A menudo necesitaba toda una mañana de trabajo intenso para escribir un párrafo”.

Si se tiene en cuenta que García Márquez concibió Cien Años de Soledad temprano en su carrera y tuvo que escribir tres novelas y dos libros de cuentos antes de dar con la voz apropiada para expresar aquel torrente de exhuberancia verbal que es la citada obra; si se tiene en cuenta, además, que el concepto básico de la computadora como la conocemos hoy día fue expuesto por el inglés Charles Babbage a mediados de 1800 y no fue hasta mediados de 1900, después de incontados ensayos más o menos exitosos de muchas personas, que el estado de la tecnología permitió lograr una computadora aceptable; si tenemos en cuenta, por último, que el inventor de la bombilla eléctrica, Thomas A. Edison, tuvo que experimentar con más de 10,000 tipos de materiales para producir la luz incandescente antes de conseguir el apropiado, estamos ante una lección poderosa: ¡TODO LO IMPERECEDERO LLEVA TIEMPO!

Las computadoras de hoy están a 100 años-luz de distancia de lo que fue el primer computador electrónico, el ENIAC, un armatoste conteniendo 18,000 “tubos al vacío” que consumía electricidad como un pequeño pueblo y tenía menos potencia que la más simple calculadora de hoy día. Esas primeras computadoras, más que una obra de ingeniería, fueron un ensayo en coraje. Pero ya vemos como nos maravillamos ante el avance que hemos obtenido en poco más de 50 años. Sin embargo, la obra no está completa porque el estado de la tecnología en cierto momento determinado no permite que hagamos más y por eso cada día vemos nuevos computadores más poderosos que los de ayer y así seguiremos avanzando hasta que logremos una herramienta tan sofisticada que hará risible a la que hoy nos maravilla.

En otras palabras, ninguna obra, no importa lo funcional y adelantada, está terminada ni es perfecta. Siempre hay espacio para mejorarla y acercarnos a la perfección, aunque de hecho ésta no exista. Construimos sobre la base de lo construido anteriormente. La dinámica de nuestros avances en seguir luchando sin desmayo. Pero esto último, aunque lo comprendemos, no siempre es fácil.

Un aspecto notorio que obstaculiza nuestra decisión a luchar por algo en lo que creemos, es que a veces el reto que representa emprender una obra determinada parece infranqueable y su análisis puede conducir a parálisis y confusión que nos impide actuar. Es el momento en que debemos de echar hacia atrás, cambiar la perspectiva, desglosar el problema en elementos más pequeños, cuestión que lo podamos manejar mejor, y producir el mejor prototipo con los elementos que poseemos. Sobre la experiencia de lo logrado, podremos construir un prototipo más completo la próxima vez y seguir avanzando. Sería ventajoso en este momento recrear en nuestras mentes cómo los niños empiezan a caminar: pasito a pasito, cayendo y levantándose.

La práctica conduce al perfeccionamiento y la inacción a la atrofia. Muchos humanos tenemos la tendencia a amilanarnos ante lo que presenta un poco de dificultad. Somos propensos a tomar, y a buscar deliberadamente, el camino de menos oposición, el camino trillado, y si no lo encontramos, derrotarnos y no procurar buscar otro camino.

Algo que debemos aprender y pasar a nuestros niños temprano en la vida, sobre todo en las escuelas, es que lo difícil no es sinónimo de imposible. Lo difícil debe ser propulsión a la acción y una oportunidad para desarrollarnos y crecer hasta satisfacer nuestro potencial humano.

Lo que no es aceptable es cruzarnos de brazos y esperar el maná del cielo.

A propósito, Edison decía: “genio es 1% inspiración y 99% transpiración”; es decir, trabajo arduo.

Cuando miramos los logros de la humanidad, muchas veces contra viento y marea, debemos concluir que sólo la acción y la perseverancia son omnipotentes e indómitas.

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