Por Melvin Mañón
Los números de una encuesta publicada el 19 de enero que otorga a Danilo Medina una preferencia electoral del 57% deben verse y analizarse como una acción destinada a devolverle la iniciativa política perdida hace meses y a insuflarle ánimos y credibilidad a un proyecto que, mas que nunca antes, a cualquier precio, necesita a falta de evidencias, convicción y fe.
Desde que empezó a tramitarse, en la primavera de 2015, el camino de la reelección ha enfrentado un fracaso tras otro, y todos y cada uno de ellos, derivados de un cambio radical en la percepción de la seriedad, honestidad y credibilidad personal del Sr. Medina. La gente había creido su discurso de que no buscaría la reelección; esa convicción, de que el suyo sería un gobierno de cuatro años, mitigaba el descontento anterior y daba esperanzas para el futuro.
La corrupción, la inseguridad, la desigualdad, la inflación, el desempleo, los privilegios, los abusos, el desorden y los desaciertos parecían y aparecían como hechura y culpa de otros. Él, Danilo Medina, era un hombre sencillo, trabajador, compasivo y bien intencionado. El labrado de esa imagen funcionó muy bien pues, incluso en medio del descontento creciente surgido del paquetazo fiscal del 2012, la gente común se inclinaba a quejarse de los otros, no de Medina que seguía siendo percibido como distinto al anterior y mejor que los demás. Cuando el país se percató de que el Sr. Medina había masacrado y pervertido adversarios dentro de su propio partido, que con el dinero nuestro había sobornado al congreso en pleno y con su cara de “yo no fui” le había mentido a todos, su credibilidad se derrumbó, su honestidad fue desenmascarada y su seriedad resultó indefendible. A partir de entonces, la población ha mirado con ojos distintos al Sr. Medina y la indulgencia anterior se disipó. El pueblo empezó a verlo sin espejuelos oscuros. El pueblo cambió de actitud para con Danilo Medina, pero él ha seguido haciendo y diciendo lo mismo sin percatarse de la discrepancia y de sus implicaciones.
Los últimos meses el país ha vivido de un escándalo al otro. El más reciente fue un acuerdo secreto e ilegal para una planta de carbón en Baní, dias antes se descubrió una carretera sin dueño construida con dinero nuestro, estalló el caso de los jueces corruptos, se tirotean los aspirantes a posiciones electivas dentro del PLD y los procesos convencionales se anarquizan mientras las contradicciones internas estallan revelando ante todo el país la podredumbre almacenada. Todos estos escándalos son tan viejos como aquel anuncio de la construcción de la carretera Cibao-Sur al principio de la gestión de Medina como nuevas son las revelaciones de la corrupción al interior de la OISOE, el tráfico de influencias, las garantias de inmunidad para acusados de corrupción, las exculpaciones judiciales a criminales y narcos, el dispendio y la contratación de préstamos que han endeudado la nación dominicana como no lo estuvo nunca antes.
Las inconductas del gobierno, sus barbaridades, sus abusos, sus absurdos y la escala a que se perpetran no son nuevos, lo único que es nuevo aquí es que ahora la gente ha podido ver al propio Medina como el centro de gravedad de todos estos males y hay que decir, que si bien muchos en el país lo rechazan no son pocos los que no tienen escrúpulos en vivir y validar ese sistema. Por algo hemos pasado de ser ciudadanos a vivir y comportarnos como consumidores.
Entonces, con tanta gente empobrecida, la vida humana devaluada, las viejas enfermedades acabando y las nuevas irrumpiendo, en medio de una sensación generalizada de descontento y de desconcierto ante el futuro cercano, faltando apenas días para ver su proclamación oficializada dentro de un PLD dividido y una alianza con el PRD que no ha podido ser digerida, ¿qué hace el gobierno?
Publica una encuesta para hacerle creer a la gente que van a ganar seguro y de calle porque ellos saben que sin sembrar una percepción de victoria segura están acabados y, como no tenían ningún otro recurso, acudieron a una “encuesta” que además de crear esa percepción debe darle a la prensa pagada una bandera e inducir a la oposición a “analizar y debatir” dicha encuesta, con lo cual, sin querer la validan, al margen del contexto político en que se publica. Es una trampa de uso múltiple.
Medios de prensa y observadores durante los últimos meses habían señalado y advertido la ausencia de las acostumbradas encuestas siempre favorables al PLD. En privado se sabía y se decía que esa ausencia se debía a que los números del gobierno eran políticamente impublicables. Por lo tanto, en vísperas del lanzamiento de la campaña y a fin de darle ánimo a unos y confundir a otros el gobierno publica una encuesta, la primera de muchas. La dirigencia de la oposición incurriría en un error de cierta importancia si propone o acepta una guerra de encuestas y si aborda el análisis de estas fuera del contexto político y la visión estratégica que las inspiró.
Un amigo mío observaba con mucho tino que para entender la intencionalidad y efectividad de esa y otras encuestas del PLD tenemos que ir a los campeonatos de pelota invernal. Cuando las Aguilas pierden, los aguiluchos no van al estadio. Lo mismo acontece cuando el Licey no gana o cuando el Escogido vivió una racha perdedora. Los fanáticos de esos equipos, sencillamente dejan de ir al play. Así mismo acude una parte muy importante de la sociedad dominicana a los procesos electorales: si su partido no va a ganar no van al play. El PLD está muy consciente de esa cualidad en la conducta dominicana.
¿Cuál es empero la situación real dominicana?
Nuestro país es ahora un barco en alta mar, con mal tiempo, el timón averiado y al garete. El capitán y la tripulación aunque no han sabido ni podido ni querido arreglarlo se aferran con todo al cargo y los privilegios. Los pasajeros, impacientes, cansados de la espera, descontentos y desconcertados ya no confían en ellos ni en el capitán pero tampoco se han decidido clara y categoricamente por ninguno de los varios aspirantes al puesto de capitán entre otras cosas porque no han percibido que esa intención esté acompañada de determinación, sabiduría, coraje y decisión de jugársela, el todo por el todo. Hasta ahora, aunque han dicho que ellos pueden comandar el barco, reparar el timón y evitar el naufragio llevando todo el mundo a puerto, todavía les falta demostrar que pueden exitosamente enfrentarse en medio de la tormenta, al capitan y la tripulación actual que no tienen intención de renunciar, ceder ni ser desplazados. Sin esa demostración los aspirantes son débiles aunque el Sr. Medina esté en el suelo. ¿Qué falta?
Pasos prácticos y pronto para abrir espacios, aunque sean limitados a postulaciones municipales y al Congreso, a la unidad del voto opositor, romper el monopolio del poder en todos o en algunos de esos espacios hoy copados por la tarambana gobernante.
Los que se nieguen a esta salida, por favor, que me muestren cuál es el camino.
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