Por Melvin Mañón
La dirección hacia la cual evolucione el sometimiento a Félix Bautista y el desenlace al que dicha situación se aboque, marcará el quehacer político del país como ningún otro hecho reciente podría haberlo hecho. Con Félix Bautista se ventila el papel del dinero en las luchas y campañas políticas, la corrupción derivada de esa práctica y la impunidad en que han permanecido esos y otros delitos. En este artículo se discute el componente histórico y los antecedentes de esta situación de impunidad generalizada. En el próximo, que se titula: “La Provocación: extravío y perversidad en el uso de la palabra” se analizan, como su título sugiere, acontecimientos recientes pero dentro del contexto derivado del artículo que el lector tiene ante sí.
En 1962, se enjuició y condenó a algunos de los acusados de haber asesinado a las Hermanas Mirabal, un crimen que, como sabemos, estremeció hasta sus cimientos la sociedad dominicana. En ese juicio y sin que nos percatáramos se conjuró, en un solo proceso, todos los crímenes de la dictadura de Trujillo. Fue una solución que nunca ha sido bien analizada y cuyas consecuencias todavía lamentamos porque muchas de estas impunidades recientes arrancan de esa matriz. Fue la época del “borrón y cuenta nueva” que le dio a Bosch los votos de los trujillistas y que al final, por una ventaja política transitoria consagró la impunidad como práctica esencial de convivencia. Muchas de las complicidades entretejidas por la impunidad que se alimenta del olvido en el cuerpo social, se alimentaron de este precedente reforzando el componente histórico.
Esta sociedad se acerca a un siglo de historia sin haber hecho justicia contra quienes la han estuprado, asesinado y robado. No puede haber un incentivo mayor a la corrupción actual perpetrada por el PLD que estos antecedentes. No puede haber una esperanza mejor fundamentada de impunidad para todos esos delincuentes que esta historia.
Para hacer política en la cultura auspiciada por el PLD y al compás de los valores de la época hay que tener o saber buscar dinero. Esa cultura está todavía en pie y su supervivencia glorificada o su liquidación turbulenta es lo que, quiérase o no está en el centro mismo del sometimiento a Félix Bautista. Por eso, el hecho ha estremecido de tal manera los cimientos de la sociedad dominicana, porque la confronta con la benévola aceptación de jueces cobardes o venales o la amenaza de romper la telaraña de complicidades y encubrimientos sin que se sepa hasta donde llegará el escándalo y menos aun, el castigo. Por eso legisladores, abogados, funcionarios comprometidos y otros se empeñan en la defensa del Sr. Bautista muy a sabiendas de que a quien protegen es a Leonel Fernández, autor del delito y garante de la impunidad propia y de sus cómplices. Representan un estilo, una forma de hacer política que es inherentemente indigna, indefectiblemente corrupta. Por tanto, ni es Bautista ni es Fernández. Lo que se juega en la República Dominicana ahora es la ruptura del silencio, del encubrimiento y de la impunidad de 12 años de crímenes bajo la presidencia de Leonel Fernández.
Hasta prueba en contrario, los fiscales juegan a las apariencias y los jueces al olvido. Esa es la esperanza de Félix Bautista, de Leonel Fernández y de otros. Todo el pasado histórico nuestro los favorece. Solamente los nuevos tiempos, la época distinta, las corrientes emergentes los amenazan. Por eso afirmé en artículo anterior que para enjuiciar y condenar a estas personas de cuya culpabilidad no conozco a nadie que albergue duda alguna, hace falta o bien una revolución que no hemos sabido hacer o una intervención extranjera resuelta que, para salvar su propia legitimidad, comience, aunque no termine, la famosa tarea de Hércules en la limpieza de los establos de Augias.
La situación creada por el caso Félix Bautista ha desbordado las fuerzas que contienden y amenaza salirse de control. Ojalá que así sea. No importa lo que hagan jueces o fiscales. Deberían hacer lo correcto, naturalmente, pero el análisis de la coyuntura actual no nos permite asegurar que esta gente termine enjuiciada, condenada y expropiada. No obstante esta inseguridad, es nuestro deber, el de todos, empujar y empujar para y hasta que estos delincuentes sean enjuiciados sin cantar victoria a destiempo, sin optimismos infundados. La incertidumbre puede que se resuelva mas empujando que apoyando sin condiciones.
Nada le devolverá nunca al señor Bautista el glamour que creyó tener. Como Leonel Fernández, está condenado a vivir con miedo a que, si no estos de ahora, otros fiscales y jueces producto de otro gobierno, en un futuro inevitable reabran expedientes. Ese miedo los perseguirá dentro y fuera de la República Dominicana porque –y lo saben ellos- el día menos pensado resultan arrestados en un país cualquiera donde la justicia no haya sido secuestrada por una mafia política. No han sido condenados. Quizás no lo sean. Pero ya fueron señalados. Ya están marcados.
En lo que concierne a nosotros, ciudadanos, mortales, pendejos, lo que está en juego es si lo que queda de nuestro antiguo país seguirá el camino de México o si cambiará de rumbo en la dirección de Colombia. El asunto es si persistirá la tradición de impunidad o si podrá romperse. Alrededor de estos jueces que Leonel premió pulula un entorno criminal. No son solamente ellos, es la red de complicidades tejidas en esta sociedad. Leonel tuvo éxito en corromperlo todo no tanto porque fuera un maestro del mal, sino porque ya mas de la mitad del trabajo estaba hecho por gobiernos anteriores y sólidamente cimentado en la conciencia nacional.
Si buena parte de la sociedad dominicana no hubiera estado dispuesta a vivir con el crimen, a encubrirlo, a plegarse ante él y también a lucrarse, Leonel Fernández jamás podría haber tenido el éxito que alcanzó. Él mismo me confesó en su despacho, en el año 2005 lo siguiente: “usted no se imagina señor Mañón lo difícil que es encontrar personas que sean capaces de pensar en algo que no sea su propio bienestar”. No puedo asegurar que estas fueron exactamente sus palabras, pero si fue el significado. No ignoraba esa realidad, pero no podría jamás sucumbir a ella, ni como lo hizo él: lucrarme.
Debo añadir otra advertencia, esta vez, para los que, abrumados con el desastre que se vive en este país sueñan con otro Abril del 65. No tendremos otro Abril del 65 pero sí podemos enfrentar una poblada, más violencia de la que hay, más anarquía y desorden si cabe y de todo ese desastre puede brotar un Gaspar Polanco iletrado y cruel surgido de Capotillo (doble significado) en 1863 pero no el ilustre Fernández Domínguez hijo de la academia, la decencia y el decoro.
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