Por José Carvajal
Tomado del blog del escritor José Carbajal
He leído un libro bíblico poco común; de esos que la mayoría de la gente pasa por alto. Es un libro sobre la sabiduría, y que pertenece al Antiguo Testamento. Pero antes de continuar debo confesar que llegué a “Eclesiástico Sirácides” más por curiosidad que por religiosidad, mientras hojeaba una lujosa edición de la Sagrada Biblia.
En el mejor de los casos puedo decir que acudí a “Sirácides” porque era el texto que me tocaba leer en medio de inquietudes personales que me sacaron por unos días de concentración.
En la introducción de este maravilloso libro que aparece entre el de “Sabiduría” y el de los “Salmos” dice que este texto de 51 capítulos fue escrito originalmente en hebreo por Jesús, hijo de Sirá, y que se trata de “una síntesis de las tradiciones y de las enseñanzas de los ‘sabios’”.
Asimismo, se explica que “hay dos grandes partes en este libro: los capítulos 1-42 comprenden siete series de sentencias. Cada una empieza por un elogio de la sabiduría. Es especialmente notable el poema sobre la sabiduría del cap. 4; y los capítulos 43-51 empiezan por alabar a Dios, cuya sabiduría brilla en el orden del universo, y siguen con la descripción de la sabia actuación de Dios a través de los grandes personajes del Antiguo Testamento”.
En mi caso lo que he descubierto en “Sirácides” es una enseñanza que trasciende el aspecto meramente religioso, aunque su fundamento sea el catolicismo. Los temas van desde la humildad, la limosna, la amistad y consejos de prudencia, hasta la actitud con las mujeres, el orgullo, la imprudencia, el adulterio, y el saber hablar y callarse.
Los versículos demuestran además que el libro fue escrito por una mente reflexiva, reposada, y conocedora de las grandes preocupaciones del ser humano. Pero lamentablemente lo que existe acerca de la vida del autor son datos imprecisos, suposiciones y una sarta de especulaciones históricas. Algunos afirman que era un judío de Jerusalén, mientras que otros dicen que era un sacerdote.
La Biblia que tengo a mano dice que el autor “era un hombre acomodado y de buena educación. Parece haber estado al frente de una casa importante y con servidumbre. Trató con mucha gente, se dedicó a trabajos y negocios que le resultaron bien y, al final, este sabio confiesa que los libros sagrados son los que le enseñaron los secretos del éxito.”
Sin embargo, creo que lo importante es saber leer estos textos religiosos y aprender de ellos lo justo y lo necesario, es decir, todas las enseñanzas que pueden desprenderse de una mente sana y profundamente reflexiva como la de aquel misterioso escribiente de Sirá.
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