miércoles, 13 de julio de 2016

DESATINOS DE GIOVANNI DI PIETRO

Por José Carvajal

El primer desatino de Giovanni Di Pietro fue no poder explicar el título de “Bestiario dominicano”. Un libro como ese no debió quedarse en la práctica de parafrasear del diccionario o wikipedia el significado de la palabra “bestiario”, como parece que ocurre en la «Nota del autor». Eso constituye una falacia ridícula que empaña cualquier buena intención. Confieso que en principio pensé que se trataba de un trabajo “crítico” serio, pero lamentablemente no logra alcanzar el nivel de un académico de fuste.

Un libro tan pretencioso como “Bestiario…” tampoco se arma de retazos ni sobrantes («…con el paso del tiempo, mucho del material que pensaba incluir lo fui parcelando en las diversas publicaciones que iba dando a la luz. De ahí que, una vez decidiera eliminar los pocos ensayos no relacionados que me quedaban, en esta versión aparezcan exclusivamente los que tratan de la novelística»). En realidad, lo que se espera de Di Pietro es un trabajo sesudo, profundo, y una organización esquemática que se corresponda con los títulos de su investidura académica, aparte de los temas, las técnicas narrativas, las tendencias discursivas y la cantidad de novelas que comenta, algo que hace algunas veces en calidad de crítico y otras como articulista con deficiencias en la redacción. En otras palabras, una obra que pretenda echar una mirada crítica a más de una veintena de novelas exige un cuidado integral, además de reflexiones históricas, literarias, y hasta filosóficas.

Cuando Di Pietro dice que el título de su libro «de ningún modo debería ofender o desconcertar a nadie», es porque ya él mismo había sospechado que podía suceder lo contrario; es decir, “ofender” y “desconcertar” a todos. Quizá la agresividad del título resalta más por el hecho de que se refiere a obras de un solo país y no a la panorámica de una determinada región o continente. Todos los novelistas tocados por Di Pietro son dominicanos, por lo tanto, lo de “bestiario” puede resultar ofensivo y discriminatorio.

Ante esa posibilidad, Di Pietro intenta justificar que en su libro«el término "bestiario" no tiene nada que ver con los autores que se incluyen; tiene que ver, más bien, con las obras analizadas. Este "Bestiario", entonces, es algo así como esas enciclopedias comunes en la Edad Media en las cuales se describía todo tipo de animales exóticos».

Parte del problema está en el “metamensaje”, porque creo que en ninguna de las novelas comentadas aparecen “animales exóticos”.

Otro desatino de Di Pietro es que por alguna razón se empeña en «ayudar a que esa novelística [que él llama nacional] crezca en el aprecio de los lectores». Eso es utopía. Hasta la fecha nadie ha podido explicar por qué un libro gusta más que otro, aunque el primero desborde perfección y el segundo sea un desastre. Camila Henríquez Ureña lo dice mejor: “[…] en materia de lectura a nadie se puede dar normas absolutas; solo se pueden ofrecer ideas y sugestiones. Esto es así porque si se quiere que la lectura sea fructífera debe respetarse en el lector la libertad de apreciación”. Y eso es lo que menos hace Di Pietro al querer imponer pautas de escritura y apreciación no solo a los autores sino también a los lectores de novelas dominicanas.

A mi juicio, ya que se trata de ensayo, el catedrático Di Pietro debió explicar en su «Nota del autor» el porqué escogió las novelas que aparecen en su “Bestiario…”; ¿cuáles son los vasos comunicantes entre unas y otras?, ¿cuáles son los tipos de novelas comentadas?, ¿qué representa cada una de estas obras en lo que él mismo llama la “novelística nacional”?, ¿qué hace nacional a una novela?, ¿cuáles o cuántas generaciones están representadas en estas novelas?, ¿cuál es el lugar que ocupa dicha “novelística nacional” en relación con América Latina y el Caribe?, ¿qué diferencia existe entre las novelas de autores que tienen más de 40 años novelando y los que apenas entran en contacto con el oficio de novelizar? En fin, una serie de inquietudes que “ayuden” principalmente a fortalecer el respeto que algunos tienen por Di Pietro y su resonancia de crítico implacable, y que oriente al lector común a entender esa narrativa dominicana que tanto obsesiona al académico de origen italiano.

La falta de respuestas a todas mis interrogantes me hacen considerar “Bestiario dominicano” como un libro sin objetivo claro. ¿Cuál es la propuesta del autor? Ninguna, porque a pesar de la «linealidad de método» y la «verticalidad de propósito» que se atribuye el propio Di Pietro, este es un material que carece de importancia. No le sirve de nada a la misma academia a la que pertenece el exponente; no sirve para orientar al extranjero que se interese en las letras dominicanas; no sirve para promocionar a los autores incluidos; y por último, no sirve ni siquiera de guía para el lector vernáculo, a cuyas manos van a parar todas las sandeces que derivan de la desesperación y falta de profesionalismo que siguen convirtiendo nuestra literatura en una tormenta de paja y hojarasca.

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