domingo, 3 de enero de 2016

¿HABRÁ LLEGADO LA HORA?

Por Melvin Mañón

Andrés L. Mateo enarbola una prosa que rebosa indignación y dolor, íntimo, transferible y óseo. En la acabada y hermosa pulcritud de su lenguaje enlaza denuncias y lanza retos que como en las cuentas de un rosario dan para rezar al beato e inspirar al profano pero no inhiben la conducta de los denunciados.

José Luis Taveras con prosa tan hermosa pero acaso mas pagana que la de Andrés, tan indignado como aquel desenmascara al poder y advierte, en vano, como si estuviera en estrados, de las consecuencias que ese accionar tiene para nosotros y habrá de tener para ellos.

Juan Bolívar Díaz anda con su yunta de bueyes a cuesta trazando surcos donde siembra números, datos y situaciones que, como simiente, desea vehemente ver germinar pero cuyos brotes perecen en la aridez del entorno o los fumiga el poder con yerbicidas.

Ramón Colombo pone su inigualable capacidad para la burla, la simulación y la mordacidad al ridiculizar el poder y sus pretensiones pero con ello es más lo que nos divertimos nosotros que lo que se inmuta el poder.

Sarah Pérez, estalla como un verso de Miguel Hernández y tras su discurso se forma una estela de espuma blanca, la rabia que vemos nosotros con esperanza y que el poder se da el lujo de ignorar.

Marino Zapete a fuerza de enjuiciar con Edith Febles los desatinos, abusos y crímenes del poder termina en la calle incapaz de haber logrado estremecer de vergüenza ese poder o acaso expulsado de su trabajo de comunicador por haberse acercado demasiado.

Felipe Ciprián prevenido de la futura pero inminente asfixia de su pueblo adversa las plantas de carbón, alienta la resistencia, propone escenarios a los de abajo, previene a los de arriba y tampoco logra impedir nada de lo que con fuerza denuncia.

Fausto Rosario, preside una gestión editorial en Acento.com donde acuden los que, indignados como él, todavía creen que la denuncia, la educación y la difusión pueden hacer una diferencia a pesar de la indiferencia y del desprecio evidentes del poder.

Cesar Pérez, con la mesura del lenguaje que es tan propia de su carácter y con la firmeza y verticalidad de su conducta no ahorra ocasión para someter al poder al escrutinio por sus desafueros y desmesuras pero tampoco él logra avergonzarlos ni penetrar la espesa capa de desvergüenza que los protege.

Miguel Guerrero, ataca con rigor y desde otra perspectiva las locuras y los desmanes de un poder sin rumbo y sin parámetros y ni siquiera por las credenciales impecablemente conservadoras de tan veterano escritor se digna el poder escucharle.

Rafael Rodríguez Ferreira, procedente del estamento militar descarga su ira ante el ridículo, la manipulación del lenguaje, la pretensión de transparencia que no ya el gobierno pero si sus alabarderos defienden y lo estremece esa sensación terrible de albergar la certidumbre de que nada cambia.

José Rijo Presbot, generalmente centrado en los temas económicos y ejecución presupuestaria contempla impotente cómo el poder se da a si mismo el lujo de ignorar cualquier manifestacion de decoro o sensatez mientras hace exactamente lo mismo con la publicaciones de Francisco Álvarez Valdez referidas casi siempre a temas judiciales y/o constitucionales donde el desprecio del poder a la ley y a la sociedad civil es verdaderamente ejemplar y me atrevo a decir que sin precedentes. Y ¿qué puede decirse de los trabajos de Antonio Almonte que en vano para el poder, pero educativo para nosotros, aborda el tema energía y reseña contratos espúreos, abusos flagrantes, iniquidades de todo tipo.

Los editoriales de Enmanuel Castillo en La Información, el coraje de los cuestionamientos de Maryen Aristy Capitán sin olvidar los de Milizen Uribe y los trabajos de Claudio Acosta en Hoy le resbalan por igual al poder que insensato, sectario, incompetente y corrupto nos empuja a la violencia convencido de que, con su accionar, asegura nuestro sometimiento.

Desde la diáspora Pablo Gómez Borbón, Rosario Espinal y Segundo Imbert entre otros, no cesan de hacer aportes, no cejan en la crítica, no renuncian al adecentamiento de la vida nacional y aunque viven lejos permanecen cerca y “pertenecen” que no es lo mismo que “vivir o haber nacido” como bien distinguen los habitantes de Turks & Caicos.

Puedo hablar de los esfuerzos y propuestas de Eddy Olivares soberanamente despreciados, de los artículos de Rafael Álvarez quizás el más joven de todos pero tan ignorado como los demás y puedo y debería seguir enumerando y reseñando voces, plumas, conductas y esfuerzos pero entonces me alejaría de un punto que entiendo es demasiado pertinente.

Si la vocación delictiva del poder no ha podido ser inhibida por todos los que han dedicado mucho de su tiempo a intentarlo,
si el ejercicio del poder se consuma de espaldas a cualquier escrúpulo,
si hasta la apariencia de legalidad es despreciada,
si la evidencia acumulada, cotidiana e inequívoca del ejercicio del poder es una apuesta por el envilecimiento final y último de la nación dominicana;
¿no habrá llegado la hora de cambiar?
¿no habrá llegado la hora de entender que, por más vehemente que haya sido el compromiso de abrazar el diálogo, los métodos pacíficos y las fórmulas de cortesía ya esos recursos no dan para más?
¿no habrá llegado la hora de aceptar que proponer y peor aún, luchar por una sociedad mejor es una empresa llena de peligros y riesgos y no solamente un enunciado intelectual?

El poder corrupto y envilecedor apuesta a nuestra sumisión, a nuestra cobardía, a nuestro endeudamiento; a que denunciaremos pero nunca haremos nada o no sabremos hacerlo. Nosotros debemos apostar a la rebelión. Ni mis años ni mis fracasos pueden ser una excusa. Lo que no hagamos nosotros por nosotros mismos no debemos esperarlo de la casualidad, de potencias interesadas, embajadas coyunturalmente favorables, de comisiones itinerantes y con frecuencia inoperantes.

El 16 de noviembre de 2015, Margarita Cordero, en el discurso que pronunció al recibir el premio nacional de periodismo aprovechó la ocasión, la asistencia y el foro para increpar, criticar, juzgar y condenar el ejercicio actual del periodismo dominicano en sus dueños, patrocinadores, contratistas y empleados. Como Fray Antón de Montesinos, en su famosisimo sermón del cuarto domingo de adviento del año 1511, increpó a los españoles, autoridades y beneficiarios de la colonia, por los abusos y crímenes de la esclavitud que a diario cometían en perjuicio de los habitantes. Margarita, como Montesinos, increpa a los culpables. Ambos sabían bien que el auditorio al que increpaban era el mismo que habia otorgado el premio a una y colocado al otro en el púlpito.

Alvin Reyes, en una comunicación me advierte: “Pero Melvin, el poder los ignora porque sabe que el mensaje no llega, si el mensaje calara, si la gente reaccionara al mensaje, ya el poder hace rato que hubiese actuado o al menos estuviera preocupado... Varias veces te he dicho que uno de nuestros problemas, por no decir el principal, no es el emisor de los mensajes, no es la forma de estructurar el discurso, es el receptor del mensaje... ¿podemos esperar que una sociedad que se ha arrodillado a la búsqueda de la diversión, a la pelota, al "romo" , al denbow y al dominó sea capaz de interpretar de manera correcta los mensajes que les envían esos que enumeras con justicia. . .?

"Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo", escribió Einstein para que lo recordemos ahora, aprendamos, corrijamos y triunfemos. La obra debe ser terminada. Todo nuestro quehacer ha de ser increpado, cuestionado y superado y, si no es por nosotros mismos, que lo sea por quienes puedan superarnos. Pero que sea.

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