domingo, 18 de julio de 2010

Washington sigue teniendo problemas con la democracia en América Latina

Por Mark Weisbrot
Codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C.

Imagínese que Barack Obama, al subir a su puesto en enero de 2009, hubiese decidido cumplir con la promesa que hizo durante la campaña electoral de "terminar con la manera rutinaria de hacer la política en Washington para que podamos crear cambio auténtico." Imagínese si él hubiese rechazado a los arquitectos de las políticas pro-Wall Street que han llevado al derrumbe económico, tal como a Larry Summers, Tim Geithner y la cuadra de ex-empleados de Goldman Sachs que dirigen el Departamento de la Tesorería de los Estados Unidos, y en cambio, hubiese nombrado a los economistas ganadores del Premio Nobel, Paul Krugman y Joseph Stiglitz a puestos claves, incluyendo el presidente de la Reserva Federal.

En vez de Hillary Clinton, quien perdió la primaria presidencial por su apoyo implacable a la Guerra en Irak, imagínese que él hubiese elegido al Senador Russ Feingold para el puesto de Secretario del Estado, o alguien interesado en cumplir con el deseo popular de salir de Afganistán. Imagínese una ley de reforma al sistema de salud verdadera, en vez de una reforma al sistema de seguros médicos, que no le entregue el poder de veto a las organizaciones de cabildeo de seguros y compañías farmacéuticas.

Va sin tener que decir que el Presidente Obama sería demonizado por los medios de información. La hostilidad de los fanfarrones de la derecha como Glenn Beck y Rush Limbaugh sería igualada por fuentes de información más establecidas, que entonces acusarían al presidente de polarizar a la nación y de "peligrosa demagogia." Con casi todas las instituciones y los medios del establecimiento en contra de él, Obama seguramente enfrentaría una batalla constante para la sobrevivencia política -aunque también podría triunfar con el llamado y apoyo a las mayorías del la población.

Esto fue lo que le pasó a varios presidentes que se encuentran a la izquierda del centro, políticamente, en América Latina. En Ecuador, el Presidente Rafael Correa fue re-elegido por un gran margen en 2009, a pesar de la fuerte oposición de los medios de información dentro del país. En Bolivia, Evo Morales ha traído estabilidad y crecimiento record a un país que tenía, como tradición, gobiernos que duraban no más de un año -a pesar de la hostilidad de los medios en el hemisferio y la implacable y a veces violenta oposición de la elite tradicional de Bolivia. Y el Presidente Chávez sobrevivió un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos, y otros esfuerzos para lograr derrumbar su gobierno, ganando tres elecciones, con un margen cada vez más alto que el anterior.

Todos estos presidentes enfrentaron oligarquías arraigadas y lucharon fuertemente para cumplir con sus promesas. Morales, el primer presidente indígena en un país con una mayoría indígena, re-nacionalizó la industria de los hidrocarburos (mayoritariamente el gas natural) y creó nuevos trabajos a través de las inversiones públicas. También logró que se aprobara una nueva Constitución en el país. Correa duplicó los gastos públicos en salud y canceló $3.2 mil millones de deudas internacionales que fueron consideradas ilegítimas. Chávez redujo la pobreza por la mitad y la pobreza extrema por un 70 porciento después de tomar control de la industria petrolera del país.

Estos presidentes enfrentaron otros obstáculos que Obama no podría haber enfrentado: tuvieron que pelear contra el país más poderoso del mundo para cumplir con sus promesas. Esto también es verdad para el Presidente Néstor Kirchner en Argentina (2003-2007), que tuvo que luchar en contra del Fondo Monetario Internacional, dominado por Estados Unidos, para poder implementar las políticas que hicieron de Argentina la nación con el crecimiento más rápido en el hemisferio por seis años.

Por supuesto, Hugo Chávez ha sido el más demonizado en los medios de Estados Unidos -pero no es por lo que él ha dicho o hecho, sino porque él está sentado sobre 500 mil millones de barriles de petróleo.

Todos estos líderes -incluyendo el Presidente Lula da Silva en Brasil- tenían esperanzas de que el Presidente Obama buscara implementar una política más inteligente hacia América Latina, pero esto aún no ha pasado. Parece que Washington, que estaba muy cómodo con la presencia de la oligarquía y los dictadores que manejaron la política de la región por décadas, todavía tiene problemas con la democracia en su antiguo "patio trasero."

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