martes, 30 de junio de 2009

Traicionando el planeta

Por Paul Krugman

Bien, la Casa de Representantes pasó el proyecto de ley Waxman-Markey sobre el cambio climático. En términos políticos, fue un logro extraordinario.

Pero 212 congresistas votaron no. Unos cuantos de esos votos negativos fueron de congresistas que consideraban el proyecto de ley demasiado débil, pero la mayoría lo rechazó porque rechazaban la noción de que tengamos que hacer algo acerca de los gases de invernadero.

Mientras observaba a los negadores defender su postura, yo no pude sino pensar que estaba siendo testigo de una forma de traición: una traición en contra del planeta.

Para apreciar en toda su dimensión la irresponsabilidad e inmoralidad de la negación del cambio climático, sólo debemos conocer el giro desolador que han tomado las investigaciones más recientes acerca del tema.

Lo cierto es que el planeta está cambiando más rápido de lo que aun los pesimistas anticipaban: las capas de hielo se reducen y las zonas áridas aumentan a un ritmo aterrador. Y de acuerdo a un número de estudios recientes, una catástrofe en la que un aumento de temperatura tan grande que resulta casi impensable, no es mas una mera posibilidad. Es, en vez, el más probable escenario si continuamos nuestro curso presente.

Así, investigadores del MIT, quienes anteriormente habían pronosticado un aumento de temperatura de un poquito más de 4 grados para finales de este siglo, ahora predicen un aumento de más de 9 grados. ¿Por qué? Porque las emisiones globales de gases de invernadero están aumentando más rápido de lo que se esperaba; algunos factores mitigantes, como la absorción del Dióxido de Carbono por los océanos, han resultado ser más débiles de lo esperado; y existe evidencia creciente de que el cambio climático es de retroalimentación positiva; o sea, que el aumento de temperaturas causa la descongelación de parte de la tundra ártica, lo cual libera aún mas Dióxido de Carbono a la atmósfera.

El aumento de temperaturas en la escala pronosticada por los investigadores del MIT y otros crearía enormes alteraciones en nuestras vidas y nuestra economía. Como apunta un reciente autoritativo informe del gobierno de los Estados Unidos, para finales del siglo New Hampshire podría tener el clima que Carolina del Norte tiene hoy, Illinois el clima del Este de Tejas, y las olas mortales de calor, las que tradicionalmente ocurren una vez en una generación, podrían convertirse en eventos anuales y bianuales.

En otras palabras, estamos enfrentando un peligro patente y presente para nuestra forma de vida y tal vez para la civilización en sí, ¿cómo puede alguien justificar su negativa a actuar?
Bien, a veces aun los análisis más autoritativos pueden equivocarse. Y si los forjadores de opiniones y los políticos basaron su disentir en trabajos y estudios arduos, si han estudiado el tema cuidadosamente, consultando con expertos y han llegado a la conclusión de que el consenso científico abrumador es desacertado, ellos podrían por lo menos reclamar que están actuando responsablemente.

Pero si usted observó el debate del viernes (26 de junio 2009), usted no vio a personas que han pensado intensamente acerca de un tema crucial y están buscando hacer lo correcto. Lo que vio, en vez, fueron personas que no mostraron señales de que estaban interesadas en la verdad. A ellos no les gustan las implicaciones políticas del cambio climático y por lo tanto decidieron no creer en eso y se agarran de cualquier argumento, no importa lo poco respetable que sea, para justificar su negación.

Efectivamente, si hubo un momento crucial en el debate del viernes, fue la declaración del congresista Paul Broun de Georgia de que el cambio climático es una “tomada de pelo… perpetrada por la comunidad científica”. Yo llamaría a eso una teoría conspirativa loca, pero al hacerlo sería injusto con los teóricos de conspiraciones locas. Después de todo, para creer que el calentamiento global es una broma hay que creer en una vasta red de conspiradores consistente de miles de científicos: una red tan poderosa que se las ha ingeniado para crear récords falsos de todo, desde las temperaturas globales al hielo del océano Ártico.

Y con todo, la declaración del Sr. Broun fue recibida con aplausos.

Viendo este desdén por la ciencia, me muestro reacio a mencionar la deshonestidad de los negadores en lo económico. Pero además de rechazar la ciencia de la climatología, los oponentes del proyecto de ley se empecinaron en tergiversar los resultados de estudios del impacto económico del proyecto, lo cual sugiere que el costo será relativamente bajo.

Con todo, ¿sería justo llamar la negación del cambio climático una forma de traición? ¿No actuaron los congresistas como se acostumbra en política?

Sí, actuaron como es costumbre, y es por eso que resulta imperdonable.

¿Recuerda los días en que los oficiales de la administración Bush clamaban que el terrorismo representaba una “amenaza existencial” para la nación, una amenaza ante la cual las reglas normales no eran aplicables? Eso era una hipérbole, pero la amenaza existencial del cambio climático sí es real.

Sin embargo, los negadores están escogiendo deliberadamente ignorar la amenaza, exponiendo las futuras generaciones a un peligro grave, simplemente porque va a favor de sus intereses políticos inmediatos, pretender que no hay nada de qué preocuparse. Si eso no es traición, yo no sé qué es.

Columna de opinión editorial publicada por The New York Times el día 29 de junio de 2009. El autor, Paul Krugman, fue el ganador del premio Nobel de economía en 2008. Traducido por Isaías Medina Ferreira.

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