PARA REFUNDAR LA NACIÓN
Por Henry Leandro López
En su artículo “Duartistas consecuentes”, el compañero Luís Ulloa Morel ha dicho una verdad hasta ahora incontestable; en nuestro país “el duartismo no es una ideología, sino un referente histórico”. ¿Qué impide sin embargo que de referente histórico, más bien retórico, pase Duarte a ser el guía político, espiritual e ideológico y con fuerza material de todo un movimiento, no solo de Alianza País? ¿Es culpa de Duarte o es fruto del retraso y atraso del movimiento alternativo? Lo calamitoso del pensamiento crítico y revolucionario en nuestra patria, es su enorme incapacidad de aprehender de nuestra realidad y la de un continente que fluye en un torrente de cambio inspirado por las fortalezas revividas de sus figuras históricas cuyos verdaderos sueños de (re)fundación, soberanía plena, liberación y justicia social están hoy más vivos y son más viables que nunca.
Duarte es una referencia histórica, como también los son Sandino, Bolívar, Zapata, Alfaro, Martí, entre otros revolucionarios y visionarios de sus épocas. Entonces la pregunta de lugar es, ¿Por qué dejaron ellos de ser referencia histórica, de tipo ceremonial y retórica o académica para encarnarse en ideologías inspiradoras, estremecedoras y transformadoras de sus pueblos? La respuesta está en esos mismos pueblos. En forma profética la dio en 1781 el líder indígena boliviano Túpac Katari asesinado en una plaza pública por los invasores españoles. Dijo antes de morir descuartizado por cuatros caballos dirigidos en cuatro direcciones contrarias: "me matan, pero volveré y seré millones". O se puede intuir de los versos de Pablo Neruda, cuando dijo que "Bolívar despierta cada cien años cuando despierta el pueblo".
Hace un tiempo que esa distinción y distancia entre héroes e ideología en la América Latina contemporánea dejó ser parte de un debate para ser una norma. La orden del momento es la de héroes rescatados por los pueblos de sus tumbas y de ceremonias socialmente desconectadas y frívolas. Se convirtieron en figuras claves en el esfuerzo por moldear una nueva plataforma política e ideológica al unísono de movimientos políticos de nuevo tipo.
Fue Simón Rodríguez, el maestro del Libertador Simón Bolívar, que les sugirió a las fuerzas libertadoras de trillar caminos propios, al advertirles que “o inventamos o erramos”. Eso fue precisamente lo que ocurrió con el surgimiento de nuevos movimientos políticos reinventados a raíz del fracaso del socialismo real y la burocracia soviética, bajo el impulso de poderosos movimientos sociales resurgidos o crecidos como fuerzas materiales incontenibles tras el fin de la guerra fría. Y son ellos los responsables de haber parido la nueva correlación de fuerzas y el Cambio de Época del continente. Otro de sus mayores aportes es haber contribuido a romper el control que sobre las fuerzas militares y su efectivo adoctrinamiento anticomunista logró alcanzar el poder imperial durante la guerra fría. Rescatar a Duarte de su tumba y ponerlo al frente de nuestro movimiento como figura histórica, política e ideológica viviente es no sólo un deber patriótico central, sino un acierto político de enorme importancia estratégica.
Es la hora del duartismo. Permitamos que Duarte dé el salto político cualitativo definitivo, que regrese a la patria de su exilio forzoso, que termine su larga misión diplomática y reaparezca entre la gente, reasuma su rol histórico, y como fuerza viviente e inspiradora se convierta en el guía político, espiritual e ideólogo de nuestro movimiento. Esa es la responsabilidad de esta generación, y de nuestro movimiento su misión. Estoy convencido que no habrá refundación sin Duarte como guía e ideólogo. Esa es la exigencia de los nuevos tiempos. Cuando así se comprenda y ocurra, entonces nos habremos puesto a la altura del momento histórico que estamos viviendo. Y estaremos listos para librar exitosamente las nuevas batallas y completar una obra.
Tomado de En Movimiento, Boletín No. 28, de Alianza País de Guillermo Moreno.
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