lunes, 31 de octubre de 2016

ESCOLLOS BARRIALES DE LUIS MARTÍN GÓMEZ

Por José Carvajal

No hay duda de que “Rumor de río” es una obra escrita por un dominicano para el lector dominicano. Dudo que un extranjero logre entenderla; los localismos y las referencias historiográficas ahogan cualquier posibilidad de conquista del lector de otras tierras, y tal vez no trascienda del lector que no pertenezca a la misma generación de Luis Martín Gómez. En otras palabras, es una obra de remembranza barrial, de una época; de esas que tienen fecha de vencimiento antes de llegar a la imprenta. Eso ocurre mucho con la narrativa dominicana, desde nuestras primeras novelas hasta “Rumor de río”; las excepciones no abundan.

Lo anterior no quiere decir que Luis Martín Gómez sea mal narrador. Maneja como se espera de un escritor ya maduro los planos de la composición y los puntos de vista: la narración en primera persona, en segunda; el diálogo, el monólogo, el soliloquio; las descripciones precisas y atinadas, el humor, el ritmo narrativo, la fabulación, la invención, la hipérbole que muchos confunden con el realismo mágico, la crónica, el dato topográfico, etnográfico, historiográfico. Pero en esta primera novela escrita por un autor que ha ganado dos veces el Premio Nacional de Cuento, y el Premio Nacional de Literatura Infantil, a Luis Martín Gómez le faltó contar una historia larga que no se logra con el aparente anecdotario que conforman los capítulos que apuntan a una trama total. Por suerte, como diría Manuel de Jesús Galván en el prólogo que escribió en 1891 a “Cosas añejas” de César Nicolás Penson, «a nadie persigue la policía por creer en sí mismo».

La contraportada de la primera edición de “Rumor de río” anuncia lo siguiente: «En el Ensanche Ozama, barrio de Santo Domingo localizado a orillas del río Ozama, un grupo de niños inicia la búsqueda de unas armas enterradas durante la Revolución de Abril de 1965, incidiendo, sin proponérselo, en el desenlace fatal de una célula guerrillera que luchaba contra el gobierno de los Doce Años del dictador Joaquín Balaguer».

Esa es la “historia larga” que Luis Martín Gómez quiso contar, pero no es la historia que cuenta. Eso se debe a la falta de planeamiento y de estructura de la obra y, peor aún, a la prisa con que suelen trabajar muchos escribidores de la Isla. Parece que el autor comenzó a escribir antes de madurar la idea de lo que quería contar, y como casi todo primerizo en el género mayor, creyó que encontraría la historia en el camino; en su caso la encontró tardíamente entre recuerdos episódicos, a un poco más de la mitad del libro, pero no alcanzó a novelarla.

En realidad, los escollos de “Rumor de río” son múltiples, además del registro de un habla popular de una época que se traduce literalmente a un uso excesivo de dominicanismos y frases barriales que puede provocar el rechazo del lector culto o experimentado. También observo que como ocurre con Penson en “Cosas añejas”, según anota la académica Rita Tejada, «el autor aprovecha los sucesos narrados para insertar su opinión personal sobre cualquier asunto de la política, social o cultural del momento».

El escenario de “Rumor de río” es el Ensanche Ozama. Los personajes están trazados sobre la base de la memoria del narrador, quien cuenta episodios barriales a su padre enfermo de Alzheimer, con el fin de que este supere el olvido. Aquí parece haber un escollo, pues por asunto generacional lo que el hijo cuenta al padre no es la memoria que el padre debe recuperar, sino parte de la vida de adolescente del que narra. Es decir, la experiencia juvenil del hijo no es la misma que debió vivir (o haber vivido) el padre. Creo que ese recurso hubiera funcionado mejor si el enfermo de Alzheimer y el narrador fueran más contemporáneos.

Otro escollo es la «opinión personal» del autor «sobre cualquier asunto de la política, social o cultural del momento». La narración en primera persona es quizá la más permisiva en ese sentido, pero introducir el pensamiento propio en demasía es lacerar la historia que se cuenta, porque afecta la “fisonomía de los personajes”, algo que por lo general depende de cómo estos hablan y actúan en el escenario de la ficción.

A primera vista, Luis Martín Gómez comete el pecado literario de no crear seres singulares y por ello no logra entregarnos el “personaje típico”, excepcional, del Ensanche Ozama de su memoria. Eso, según Umberto Eco, basado en la teoría de Lukács, sería una manifestación «necesaria para extraer al personaje de la medianía estadística y erigirlo como modelo ideal que reúna en sí, no los caracteres accidentales de la realidad cotidiana [jc: como ocurre en “Rumor de río”], sino los caracteres “universales” de una realidad ejemplar».

De Umberto Eco paso a C. S. Lewis, citado por Fernando Savater en su libro “Sobre vivir”: «La experiencia literaria —escribió Lewis— cura la herida de la individualidad sin socavar sus privilegios. Hay emociones colectivas que también curan esa herida, pero destruyen los privilegios. En ella nuestra identidad personal se funde con la de los demás y retrocedemos hasta el nivel de la sub-individualidad. En cambio cuando leo la gran literatura me convierto en mil personajes diferentes sin dejar de ser yo mismo».

En fin, recordemos que la gran literatura estará siempre sujeta al lenguaje, preferiblemente universal, y al tratamiento humano de los temas; y en el caso de la novela, hay que agregar la caracterización de por lo menos un personaje que resulte inolvidable, no para el autor, sino para el lector.
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martes, 18 de octubre de 2016

LA PREOCUPANTE POLÍTICA DE EE.UU.

Por Fernando Rodríguez Céspedes

La degradación en que ha caído la política de los EE.UU. debe preocupar no sólo a los dominicanos sino al mundo entero por las consecuencias que pudiera acarrear el que un individuo como Donald Trump pueda acceder a la presidencia de la poderosa nación del Norte.

Por suerte, el famoso e intolerante empresario, al igual que un atípico político nuestro, cuando abre la boca se hunde en la ignominia de sus soeces pronunciamientos que no respetan ni siquiera la condición de ex Primera Dama de su contrincante Hillary Clinton.

Llegó al extremo de amenazarla con meterla presa por el escándalo de los emails borrados, un tema que el FBI ha tratado suavemente y que el candidato republicano quiso explotar políticamente en el segundo debate y últimamente se atrevió a sugerir que la candidata demócrata usa drogas.

Hizo un burdo papel, al llevar al encuentro a tres supuestas víctimas de abusos sexuales del ex presidente Bill Clinton, pretendiendo denostar a Hillary como si fuera responsable, no víctima, de las aventuras sexuales de su marido a quien ha atacado como si fuera el candidato contrario a sus aspiraciones.

De manera inteligente, la Clinton no se dio por aludida ante las insinuaciones morbosas de una persona que a falta de un proyecto político y argumentos contra su oponente, recurre a acciones consideradas vulgares e improcedentes, hechos que lo descalifican para aspirar a la presidencia de su país.

Trump carga con varias acusaciones de ser un depredador sexual. Es un evasor y así lo admitió. Se ha declarado en quiebra en innúmeras ocasiones y representa a los sectores más retrógrados del pensamiento político estadounidense, constituyéndose en una amenaza para la paz mundial.

Que conste, no creo que Hillary Clinton sea la mejor candidata que pudo presentar el Partido Demócrata, pero entre dos males se debe escoger el menor, y frente a un troglodita como Donald Trump, la ex Primera Dama es un angelito por lo que confiamos en que el pueblo norteamericano sabrá escoger a su presidente.
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miércoles, 12 de octubre de 2016

EL NUEVO MUNDO DE ALEXANDER VON HUMBOLDT

ANDREA WULF: «EL VIAJE DE HUMBOLDT A AMÉRICA LATINA, LEJOS DE LA RÍGIDA PRUSIA, LE CONVIRTIÓ EN HUMBOLDT»

ENTREVISTA POR ALFONSO ARMADA, ABC CULTURAL

En «La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt» (Taurus), la historiadora Andrea Wulf devuelve al sabio alemán al lugar que le corresponde entre los héroes de la humanidad. Un viaje a la ciencia y la imaginación


Los pájaros se suman desde la floresta a la conversación, pero no tenemos a Humboldt a mano para preguntarle sus nombres mientras la brisa mece levemente las ramas de los árboles del Jardín Botánico de Madrid. Le invocamos una mañana demasiado cálida del mes de septiembre tratando de que el rumor amortiguado del tráfico no nos distraiga de nuestro viaje a la biografía de quien para la historiadora Andrea Wulf es el padre de la ecología y de la infografía, un científico de curiosidad insaciable que insistió en que no debíamos dejar de lado nuestras emociones y nuestra imaginación a la hora de entender la naturaleza como un todo interrelacionado. Su influencia en figuras como Darwin, Thoreau, Jefferson y Goethe fue decisiva.

Nacida en Nueva Delhi en 1972, trasplantada a Alemania de niña, donde estudió, vive actualmente en Londres. Mira a los ojos con tanta curiosidad como candor, y sonríe con facilidad. Habla casi tan deprisa como Humboldt, a quien ha dedicado un libro («La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt») que para los admiradores del científico es una consagración y, para quienes todavía no lo conozcan, una aventura de exploración humana y científica. Wulf está convencida de que «el viaje de Humboldt a América Latina, lejos de la rígida Prusia, le convirtió en Humboldt».

¿Cuál es el significado de la dedicatoria, «A Linnéa (P.o.P.)».

Linnéa es mi hija. El significado de «P.o.P.» no se lo puedo revelar. Es un secreto de familia. (Se ríe)

¿Pero Linnéa en homenaje al botánico Carlos Linneo, o por qué?

Aunque parezca extraño, no. En realidad elegí el nombre por una planta, que es una planta sueca que solo crece en medio de los bosques. Ella tiene ahora 26 años y yo solo empecé a escribir libros sobre el mundo natural tarde en mi vida, y en un libro titulado «The Brother Gardeners» Linnéa es uno de los protagonistas. Linneo era un botánico y naturalista un tanto cascarrabias. Por eso ella me preguntó si le había puesto el nombre de un cascarrabias que amaba las plantas y las flores. Y yo le dije que no, que le puse el nombre pensando en una preciosa planta del bosque.

¿Cuándo empezó a prestar atención a la naturaleza?

Cuando era niña, por supuesto. Siempre he sentido amor por la naturaleza. Pero a medida que fui creciendo fui prestando más atención a la relación entre la humanidad y la naturaleza. Por lo tanto no es solo la naturaleza, sino en qué medida nuestra relación con ella ha cambiado, especialmente en los últimos seiscientos o setecientos años. Sin embargo se puede decir que llegué a esta conciencia a través de una puerta trasera. Estudié filosofía en Alemania, luego empecé a profundizar en la historia del diseño en Londres. En realidad, en la historia de la arquitectura, de las construcciones elaboradas por el hombre, y de ahí llegó mi interés por el paisaje que rodea las viviendas. Por eso me fui interesando más y más por la vida de las plantas, la botánica, y por último en la naturaleza dentro de un contexto más amplio.

¿Por qué Humboldt?

Había oído hablar de Humboldt, porque soy de origen alemán. Y de hecho escribí mi primer trabajo en la facultad, en Alemania, sobre su hermano Wilhelm y su filosofía del lenguje. Después escribí un libro titulado «The Founding Gardeners», dedicado a los padres fundadores de la democracia americana, Jefferson, Madison, Washington y Adams, y cómo su actitud hacia la naturaleza y hacia la agricultura configuró Estados Unidos. En ese libro dediqué un capítulo al encuentro entre Jefferson y Humboldt, y empecé a obsesionarme con Humboldt y a indagar en su figura. El capítulo empezó a crecer desmesuradamente, y mi editor acabó por decirme que no tenía nada que ver con el resto del libro, y optamos por suprimirlo. Entonces tomé la decisión de dedicarle un libro entero. ¿Por qué Humboldt? Porque es una figura injustamente olvidada, y un pensador que verdaderamente ha marcado la manera en que vemos la naturaleza. Si queremos entender por qué pensamos acerca de la naturaleza de la manera que lo hacemos hoy en día, necesitamos aprender de él. No cabe la menor duda de que fue una personalidad fascinante.

Antes de la página 30 recoge las observaciones de Humboldt sobre el cambio climático a causa de la intervención humana. ¿Qué piensa de los científicos que dicen que no es verdad, que no hay pruebas suficientes? ¿Alguno podría cambiar de idea tras la lectura de su libro?

Estoy segura de que los que niegan el cambio climático no van a cambiar su punto de vista si leen mi libro, entre otras razones porque no prestan atención a los hechos. Tienen sus propias ideas y retuercen los datos de tal forma que se acaben adaptando a sus ideas. Siento decirlo, pero no creo que la biografía de Humboldt vaya a hacerles cambiar su forma de pensar en absoluto.

¿Es tal vez Humboldt una de las mejores encarnaciones de Fausto? ¿Si queremos derrotar el oscurantismo, la superstición y el poder de la vieja iglesia debemos abrazar la ciencia, la experiencia, la observación, la voluntad de saber de la misma manera que hizo Humboldt?

Creo que tiene toda la razón. Cuando estaba escribiendo este libro, en concreto el capítulo dedicado a Goethe, me entretuve verificando las referencias a Humboldt en el diario de Goethe. Goethe estaba escribiendo «Fausto», y me di cuenta de que cada vez que tenía un encuentro con Humboldt volvía a retomar la escritura de «Fausto», como si la propia personalidad de Humboldt fuera una fuente de inspiración para él. Es cierto que empezó a escribir «Fausto» antes de que conociera a Humboldt, pero también que hay un poco de Humboldt en «Fausto». Empieza con el pacto entre Fausto y el Diablo: su alma a cambio de sabiduría. Fausto está consumido por una suerte de malestar febril, que es como el propio Humboldt se describía a sí mismo, como si actuara movido por un «impulso perpetuo», como si le persiguieran diez mil cerdos. Su carácter es el de una persona incansable, como el propio Fausto. En la primera escena de la obra, Fausto manifiesta su voluntad de entender qué es lo que hace que el mundo se mantenga unido, como un sistema; y, a grandes rasgos, es lo mismo que Humboldt pretende averiguar. Hay muchos paralelismos entre las dos figuras. El trato con Humboldt impregnó profundamente la obra de Goethe. Por ejemplo, su novela «Las afinidades electivas», que toma su título de un fenómeno de la química, y lo emplea como una metáfora. Hay mucha ciencia en Goethe. Está claro que hubo inspiración en los dos sentidos, de Humboldt en Goethe y de Goethe en Humboldt.

¿Cuál es su visión de la inteligencia de Carlos IV al concederle a Humboldt un salvoconducto para visitar las posesiones españolas en América Central y del Sur? A pesar de eso, Humboldt no silenció sus ideas políticas sobre la explotación de los indígenas por los españoles.

A mí me agrada sobremanera que el Rey le concediera el permiso para visitar las colonias. Estoy segura de que Carlos IV se indignó cuando Humboldt publicó sus libros, porque los españoles tenían fama de no autorizar la entrada de extranjeros en sus territorios. Por eso resulta bastante extraordinario que Humboldt consiguiera ese pasaporte. A su regreso dedicó uno de sus libros al Rey, pero al mismo tiempo difundió sin ambages sus críticas al colonialismo español, cómo los misioneros trataban a los indígenas, o cómo de terrible era la esclavitud y cómo el colonialismo destruía el medio ambiente. En su «Ensayo político sobre el reino de la Nueva España» viene a decir básicamente que el colonialismo es perjudicial para los indígenas y para el medio ambiente, que los indígenas no son salvajes, y que el futuro de las colonias no radica en la minería sino en la agricultura de subsistencia.

Al mismo tiempo esos escritos provocaron que los británicos hicieron lo imposible para que Humboldt no visitara sus propias colonias, para evitar precisamente su mirada crítica.

Fue exactamente lo que hicieron. Él visitó Londres en numerosas ocasiones, y a pesar de que su trabajo y sus publicaciones eran muy populares en Inglaterra, la Compañía Británica de las Indias Orientales no dejó de darle largas y nunca le concedió el salvoconducto, lo cual es comprensible: por qué voy a permitir a un liberal entrar en mis territorios si lo único que va a conseguir es darnos problemas y dañar nuestra imagen como hizo con el Reino de España.

¿Podemos decir que fue América Latina la que hizo a Humboldt, la que le ayudó a convertirse en Humboldt?

Desde luego. Del mismo modo que Charles Darwin dijo que el viaje en el «Beagle» fue el acontecimiento que marcó su vida, no me cabe duda de que la expedición a América Latina convirtió a Humboldt en Humboldt. Él llegó no solo preparado como un investigador empírico, sino convencido de la importancia que la subjetividad, la imaginación y las emociones tenían para poder entender mejor la naturaleza. Pero contemplar los paisajes de Latinoamérica le cambió por completo, y fue allí donde comprendió que la naturaleza era un inmenso tejido vital, una red. Venía con una gran cantidad de datos procedentes de otros lugares del mundo para poder hacer comparaciones, y por eso vio que había zonas de vegetación globales, que había zonas climáticas globales. Si no hubiera viajado a Latinoamérica, ninguna de esas conexiones las hubiera podido establecer. Y porque también procedía de una estricta familia aristocrática prusiana, el encuentro con América Latina fue una suerte de liberación total para él, que además había sido siempre un niño enfermizo; también estuvo enfermo en numerosas ocasiones en su juventud. En la Nueva España, donde muchos europeos enfermaban, dijo que se había sentido mejor que en toda su vida, y en buena medida era porque estaba muy lejos de Prusia.

¿Cómo explica la capacidad de Humboldt para descifrar cada sonido de la selva en medio de la noche?

Ese es para mí uno de los pasajes favoritos de todos sus libros. Pero debemos recordar que contó siempre con buenos guías, indios, y se pasaba el día haciéndoles preguntas sin cesar. Humboldt se mostraba extremadamente respetuoso con ellos, y dijo que nunca había encontrado mejores observadores de la naturaleza y mejores geógrafos que ellos. A lo largo de los meses, observando y haciéndoles preguntas constantes sobre plantas y animales y quién hacía cada sonido en medio de la noche, cuando celebraban por ejemplo la luna llena... va descubriendo paso a paso todo un universo, cuando escucha y observa ese contexto, esas batallas en la naturaleza. Es un escenario perfecto para comprender cómo este hombre conectaba todas las cosas, no como fenómenos aislados.

Hay algo sorprendente en su relato, el hecho de que Humboldt se empeñara en probar el agua de los ríos y las cortezas de los árboles. ¿Qué clase de persona es capaz de eso?

Igual que un catador de vinos. Yo creo que eso se debía a que este hombre estaba impulsado por una curiosidad insaciable, y también por la certeza de que es necesario que experimentes la naturaleza con tu propio cuerpo; por eso hacía tanto hincapié en que los científicos debían abandonar sus gabinetes, salir a la naturaleza para olerla, probarla y sentirla. Del mismo modo que cuando estuvo obsesionado por la electricidad animal se dedicó a experimentarla en su propio cuerpo, a hacerse cortes, a sostener hilos cargados de electricidad para sentir sus efectos. Y era porque para él era tan importante la subjetividad como la objetividad. Por eso tenía que probarlo todo. Por eso se decidió a probar también la corteza de los árboles, algo que sus guías hacían todo el tiempo, y que les permitía distinguir quince sabores distintos. Él lo intentó, pero la verdad es que todos los árboles le sabían igual.

Dice que a fines del siglo XVIII los científicos empezaron a sugerir que la Tierra era más antigua que la Biblia. ¿Imagino que lo que quiere decir es que era más vieja de lo que la Biblia dice?

Sí, así es, más vieja de lo que dice la Biblia. Había muchos científicos en aquella época interesados en la creación de la Tierra, había quienes pensaban que su origen estaba en una serie de catástrofes, como terremotos y erupciones volcánicos, y estos eran los llamados vulcanistas, y luego estaban los que creían que todo procedía del océano, que eran los neptunistas. Humboldt cambió: empezó siento un neptunista y acabó siendo un vulcanista. Él no se fijaba únicamente en un volcán, él trataba de averiguar si había una conexión subterránea entre todos ellos. Por eso se dedicaba a recoger datos de todas las partes del mundo, como por ejemplo un terremoto en Caracas en 1812, y lo ponía en conexión con la aparición de una isla tras la erupción de un volcán en otra parte. Él veía estas líneas globales conectándolo todo.

Humboldt dijo que un hombre casado es un hombre perdido, y que él no tenía necesidades sensuales. En su libro señala que sus amistades más profundas fueron siempre con hombres, pero deja en duda su condición homosexual. ¿No es importante?

He escrito acerca de ello, y lo que digo es que nunca estaremos al cien por cien seguros a menos que demos con una carta o un documento que lo pruebe. Estoy casi segura de que era gay, creo que es un dato importante. Pero como historiadora no tengo pruebas, por eso lo que digo es que tuvo intensas relaciones de amistad con hombres jóvenes, y en medio de estos periodos de relaciones platónicas las cartas que les escribe son verdaderamente apasionadas. Hay algunas indicaciones, por ejemplo por parte de su hermano, que no quería que estuviera en su casa cuando venía acompañado de sus jóvenes amigos. Y desde luego no hay ni una mujer, pese a su éxito con ellas, que diga que tuvo una aventura con él. Lo cual es bastante sorprendente, porque era el científico más famoso de la época. Yo creo que este hombre llevó su cuerpo al límite, hasta un punto a veces insano. Pero cabe la posibilidad de que nunca llegara a consumar físicamente su amor por ningún hombre, y quizá eso explique los experimentos a los que sometió su cuerpo, viajando, pintando, viviendo. Pero porque no es más que una especulación puedo referirme a ello en una entrevista como esta, pero no ponerlo por escrito en un libro.

¿Por qué cree que a Humboldt le maravillaban sobre todo las montañas?

Se refirió en muchas ocasiones a lo que podías vislumbrar desde lo alto de una montaña; y porque él estaba interesado en la naturaleza como un todo conectado, una montaña le daba una perspectiva, el horizonte le permitía establecer esa serie de conexiones que no dejaba de buscar. Las montañas le daban un punto de vista más elevado, y emocionalmente la montaña te proporciona un algo de sublime.

¿Sintió usted lo mismo cuando subió al Chimborazo?

Ya lo creo. Ese fue uno de los mejores momentos de mi vida. Si él llegó a 300 metros de la cima, yo llegué a 500 metros. Y fue verdaderamente duro. Para él fue la joya que le faltaba en su corona, era lo que quería hacer. Cuando leí sus diarios supe que quería experimentar lo mismo. Fuimos increíblemente afortunados, porque el tiempo puede ser terrible en esos parajes y a esas altitudes, y solo disponíamos de tres días. Y fue un día de un azul cristalino. Recuerdo que estábamos sentados allí y las nubes empezaron a ascender; la sensación fue como si estuviéramos sentados sobre ellas. Increíble.

¿Cuán decisivo fue para él el ascenso al Chimborazo?

No tiene que ver solo con el ascenso al Chimborazo, sino con el camino hacia el Chimborazo, porque fue desde Quito, y cuando caminas desde Quito, atraviesas valles tropicales; de ahí que la ruta desde Quito hasta el volcán fuera como una expedición botánica desde el ecuador a los polos. Vio cómo la vegetación cambiaba por completo desde el valle tropical a medida que ascendían, porque el Chimborazo está casi exactamente en el ecuador. Era como si pasara por cada estrato de vegetación del mundo, y vio cómo muchas de las plantas que descubría en su ascenso eran similares a las que había encontrado en los Alpes o en los Pirineos. Ahí acabó de darse cuenta de que todo está conectado, de que todo pertenece a un todo. Por eso el Chimborazo es clave en su interpretación de la naturaleza.

¿Cómo de vivo y útil sigue siendo el «Naturgemälde» en nuestra época?

Creo que el «Naturgemäld» es increíblemente importante. Representa el inicio de la infografía, o al menos de lo que hoy llamamos infografía. Es un cartel, o un grabado, abarrotado de datos científicos. Cuando uno se asoma a él lo ve todo, porque puedes ir línea a línea de altitud y ves la vegetación y toda la información concerniente a cada estrato. Creo que con ese dibujo Humboldt se convirtió en el fundador de la infografía. Hoy en día, en plena era digital, cuando estamos tan familiarizados con todo esto, es sin duda muy importante aprender algo a través de medios visuales, mostrar datos científicos de la manera más sencilla posible. Buena parte de las evidencias del cambio climático se muestran gracias a la infografía. Pero el «Naturgemälde» es también importante para nosotros porque nos muestra cómo funcionaba la cabeza de Humboldt, cómo pensaba, y su idea de que el conocimiento debería ser accesible a todo el mundo. Es algo que cualquiera puede entender, no necesitabas ser un científico ni saber latín. Viéndolo, lo comprendías. Porque el conocimiento proporciona poder, y es en ello en lo que él creía.

Y es precioso...

Es una hermosura.

Después de leer su libro se me ocurrió la idea de proponer a Humboldt como nuevo santo patrón del periodismo. Creo que atesora un buen puñado de virtudes: su talento para preguntar como suelen hacer los niños, su capacidad para prestar atención, su permanente buena voluntad para ver, estudiar y escribir acerca de todo. Pensaba que los científicos tenían que salir de sus áticos y echarse a recorrer el mundo. Como deberían hacer los periodistas, por cierto. Y cuando estaba escribiendo «Cosmos» reclutó un ejército de sabios, ayudantes y científicos de todos los campos para llenar sus lagunas. Era especialmente meticuloso cuando escribía y todo el tiempo comprobaba cada detalle con expertos en la materia para evitar errores. ¿Está de acuerdo con esta propuesta de convertir a Humboldt en nuevo santo patrón internacional del mejor periodismo posible?

Estoy absolutamente de acuerdo en todo y feliz de apoyar esa propuesta. Nunca había pensado en Humboldt bajo ese prisma, pero tiene razón. Es así como piensa. Él no pensaba de manera lineal. Es la curiosidad, la necesidad de verificarlo todo, de buscar ayuda de expertos. No tenía miedo de preguntar y volver a preguntar, aunque parecieran preguntas tontas. No hay preguntas tontas. Jamás sentía vergüenza de reconocer: «No lo entiendo; explíquemelo, por favor».

Del mismo modo que Laplace le dijo a Napoleón que no necesitaba a Dios para explicar su sistema astronómico, ¿tampoco Humboldt lo necesitaba para explicar el suyo?

Sí, por completo. Además, Humboldt era un gran admirador de Laplace, y aprendió mucho de él. Humboldt escribe un libro en cinco tomos titulado «Cosmos», y en su relato del universo no menciona ni una sola vez a Dios. Aunque él no escribe en ningún lugar que él no cree en Dios, considera la naturaleza como un organismo vivo, como una fuerza viviente, pero en ningún momento se refiere a una fuerza divina. Es algo que viene del interior de la naturaleza. Humboldt sí se muestra extremadamente crítico con la iglesia establecida, en gran medida por lo que vio con sus propios ojos, el comportamiento de los misioneros en las colonias. Su propio hermano Wilhelm dijo que Alexander nunca fue religioso. Creo que era un aspecto que nunca le preocupó, y una de las razones por las que optó por vivir buena parte de su vida en París cuando regresó fue porque, después de la Revolución Francesa, la Iglesia católica perdió mucho poder. No había otro lugar en la Europa de la época en el que los científicos pudieran plantearse todo tipo de preguntas sin ver sus pesquisas restringidas por la doctrina de la iglesia. Hay libertad religiosa y es donde puedes pensar libremente como científico.

Usted parece genuinamente persuadida de la necesidad de volver a poner a Humboldt en el pedestal que merece en la Historia de la humanidad. Pero además, ¿subrayar la importancia que Humboldt tuvo para figuras como Darwin y Thoreau son algunos de los logros de su biografía?

Devolver a Humboldt al lugar que merece era parte de mi intención, porque es verdad que resulta sorprendente lo olvidada que está su figura, y recordar que a pesar de ese olvido su influencia en gente como Darwin, Thoreau, Jefferson, Goethe... fue inmensa, y si no hubiera sido por él, sus logros hubieran sido muy diferentes. La razón por la que tomé la decisión de escribir no solo acerca de Humboldt (otras ocho figuras cuentan con minibiografías en mi libro) es porque precisamente quería dejar meridianamente clara la influencia en, por ejemplo, la obra de Darwin.

De hecho, se llevó sus libros en el «Beagle»...

Esos libros están de hecho en un archivo en Cambridge, y es extraordinario pasar sus páginas. Es evidente que hicieron el viaje alrededor del mundo con su propietario, y es fantástico ver las frases que subrayó Darwin y sus anotaciones en los márgenes. Era como si estuviera en una conversación permanente con Humboldt.

Señala que parte del silencio acerca de Humboldt a lo largo de muchos años se debe a que era alemán y que las dos guerras mundiales tuvieron un formidable impacto en muchas mentalidades. En lo que se refiere a España, tal vez pesó su visión crítica del comportamiento de nuestros ancestros en las colonias de América. ¿Hay más razones que expliquen ese desdén?

Sí, creo que hay muchas razones. Él murió en 1859, y creo que se le podría considerar como el último de los polímatas (sabio en múltiples saberes). A partir de entonces los científicos se convirtieron en expertos, y se especializaron hasta tal punto que una sola persona ya no puede conocerlo todo nunca más. Después de Humboldt hay demasiadas cosas que una sola persona no puede saber. Ese es un factor. Y estos científicos superespecializados empezaron a ver a Humboldt como un aficionado. Además, no hay un solo descubrimiento ligado a su nombre, un planeta, una ley natural o, como en el caso de Darwin, la teoría de la evolución. Él apareció con una visión del mundo, y esa visión fue adoptada casi por ósmosis, de tal forma que sus teorías acabaron de ser tan evidentes que se olvidó al hombre que las había formulado. Por último, fue un científico que dijo que debíamos usar nuestros sentimientos y nuestra imaginación para entender la naturaleza, no solo instrumentos científicos. Y esa no fue la forma de hacer ciencia desde comienzos del siglo XX. Es una mezcla de todo esto lo que contribuyó a su marginación. Sin embargo, cuando viajó a América Latina, todo el mundo le conocía. Es tan famoso como Jefferson en Estados Unidos. Pero es sobre todo reconocido como revolucionario, especialmente por su amistad con Simón Bolívar, no como padre del ecologismo.

¿Qué me dice del título del libro, «La invención de la naturaleza», que parece una mezcla de provocación y de homenaje?

La razón por la que titulé este libro «La invención de la naturaleza» es porque yo nunca acabé de tomar la decisión de escribir una biografía sobre Humboldt. Es una biografía de una idea. Es una biografía sobre el concepto de naturaleza tal como lo vemos hoy, y de la importancia capital de Humboldt en la adopción de ese concepto. Lo cual no quiere decir que él inventara la naturaleza, sino la idea de cómo vemos la naturaleza hoy día, la conciencia de la naturaleza.

¿Cuán diferente es la visión que usted tenía de Humboldt antes de escribir este libro y ahora?

Muy diferente. Cuando comencé pensaba de Humboldt que era un explorador extraordinario, un científico admirable, un personaje fascinante, y acabé descubriendo (como espero que suceda con los lectores) con una personalidad mucho más compleja. Lo que más me sorprendió es que alguien que estaba obsesionado con los datos, con medirlo todo, porque de hecho viajó a América Latina con 42 instrumentos científicos para recoger datos precisos, estaba obsesionado con la data. Me maravilló su énfasis en que a pesar de esos datos no debíamos dejar de lado nunca nuestras emociones y nuestra imaginación a la hora de entender la naturaleza. Él recuerda que las mejores descripciones de la naturaleza, los poemas y las obras literarias, son tan dignas de atención como las investigaciones de los mejores científicos. En este momento en que estamos intentando hacer frente al cambio climático, cuando presto atención al debate político echo de menos las referencias a la hermosura, a la belleza del mundo, la necesidad de proteger lo que amamos. Necesitamos inculcar en las nuevas generaciones esta pasión por la naturaleza. Y buena parte de los debates que se suscitan hoy en día están lastrados por estadística, proyecciones técnicas. Lo fantástico de Humboldt es que él se sentía de verdad arrastrado por esta sensación de deslumbramiento ante la maravilla del mundo natural. Pero eso sin dejar de ser un grandísimo hombre de ciencia.

Dada la degradación de la naturaleza, ¿cree como Stephen Hawking que tendremos que colonizar otros planetas para evitar la desaparición de la raza humana?

En la medida que no soy una científica no lo sé. Pero lo cierto es que yo no quiero ser parte de esa especie humana que necesita irse a otro planeta para poder sobrevivir. Creo que no hay plan B. Este es nuestro planeta, y no sé si algún día desapareceremos de su superficie, pero yo adoro esta gran maravilla azul, y no quiero alejarme de estos árboles y de este mundo para vivir encerrada en una especie de gran bóveda de cristal. No creo que esa sea una opción en absoluto, irse a otro planeta. Tenemos que quedarnos aquí.

¿Quién es Andrea Wulf?

¿Quién soy yo? Creo que soy una persona muy curiosa, en gran medida incansable, me gusta mucho viajar, soy una escritora, una historiadora, que ama el arte y naturaleza... ¿Qué más...?

Tomado de ABC Es: http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-andrea-wulf-viaje-humboldt-america-latina-lejos-rigida-prusia-convirtio-humboldt-201610101151_noticia.html
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