jueves, 3 de marzo de 2016

BERNARDO VEGA Y LAS CARTAS A PHU

Por José Carvajal

En algún artículo o ensayo de Fabio Fiallo leí que “cuando se trata de ser justos no nos duelen prendas, así como no nos arredran peligros cuando se trata de censurar lo que está malo”. De Bernardo Vega se puede decir que es justo reconocerle su trabajo de compilación y selección de las 235 cartas que figuran en el libro “Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña”; y que es malo el hecho de no haber logrado la precisión que se espera de un investigador probado y de un autor de más de cincuenta obras de historia dominicana.

Por la categoría de investigador que se le reconoce a Vega, jamás pensé encontrarme con tanto descuido. El problema no fuera tan grave si se tratara de un esfuerzo personal, pero el libro en cuestión es una publicación de la Academia Dominicana de la Historia y el Archivo General de la Nación, dos instituciones llamadas a cuidar al máximo los detalles y los datos de nuestra historia.

Tal vez me dejé llevar por el prestigio de Vega y entré demasiado confiado en las páginas de este libro de más de 700 páginas, en cuya edición participó un equipo de cinco o seis personas, de acuerdo con la página de créditos.

Sin embargo, una de las grandes decepciones que me llevo de esta lectura es el descuido de la edición; y los descuidos son propios de la prisa. Edgar Allan Poe diría que “surgen sin duda de la ansiedad del autor por terminar su tarea”. En el ámbito dominicano yo diría que surgen de la ansiedad del autor por sumar más obras a su currículum, y por cobrar lo antes posible sus merecidos honorarios.

Uno de los descuidos de Bernardo Vega estaría relacionado con el cuentista Sócrates Nolasco, a quien presenta primero como sobrino de Francisco Henríquez y Carvajal (En julio viajó por 10 días acompañado de su sobrino Sócrates Nolasco [pág. 170]), es decir, primo de PHU; y luego, en la nota al pie de la página 650, lo identifica como “tío de Pedro”.

Cuando ocurre ese tipo de confusión en un libro que se supone salió de manos expertas en el manejo de datos, no queda de otra que el escrutinio. Despertada la inquietud por la contradicción de Vega, me comuniqué con el bibliógrafo Miguel Collado, que sin duda podía ayudarme a esclarecer la ambigüedad. Y al parecer no me equivoqué.

En una carta que me escribe Collado a petición del esclarecimiento del dato, el bibliógrafo dice lo siguiente: “Dos pruebas documentales para dejar establecido que Sócrates Nolasco era primo hermano de Pedro Henríquez Ureña y no tío de éste como afirman algunos autores son las siguientes:

1) El día 6 de febrero de 1952 Camila Henríquez Ureña le escribe una carta a Sócrates Nolasco en la que se despide de él así:
«Hasta pronto, en La Habana,
Tu prima


Y 2) En sus «Notas de viaje» Pedro Henríquez Ureña escribe, en fecha 14 de mayo de 1911 (era domingo), lo que sigue:
«Con la familia vive […] mi primo Arístides Sócrates Nolasco, Arístides en la familia, “Sócrates Nolasco” por firma literaria. Se ha hecho literato en Santiago de Cuba… »”.

Miguel Collado abunda un poco más: “Finalmente, una fuente testimonial 100% confiable: la Dra. Ena Rosa Henríquez Portuondo, nieta de Francisco Henríquez y Carvajal y sobrina de Pedro Henríquez Ureña. Es mi amiga y con ella conversé bastante en la mañana de hoy (vía telefónica). Todo lo anterior me fue confirmado por ella”.

Lamentablemente hay más descuidos atribuibles a Bernardo Vega, por ser el editor de “Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña” y por ser el autor de la introducción del volumen y de la presentación a cada una de las seis “grandes etapas” en las que el investigador decidió dividir las cartas dirigidas a PHU entre 1897 y 1933.

El nombre del presidente Juan Isidro Jimenes aparece escrito de dos maneras (Jiménez y Jimenes); esto sería una tontería en manos de cualquier escribidor, pero no deja de ser grave en la redacción de un historiador, por demás presidente de la Academia Dominicana de la Historia. Otro descuido no tan importante aunque de igual forma afea la edición es el nombre del famoso semiólogo y novelista italiano Umberto Eco, que figura como Humberto. Por cierto, Eco falleció hace unos días.

Un par de preguntas: ¿Quién examina estas investigaciones dominicanas antes de ser publicadas? ¿A quién le toca certificar la verdad de los datos que presentan los libros de temas históricos que se publican en el país?

No lo aseguro, pero es posible que me anime a publicar otra entrega sobre “Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña”. Créanme, todavía hay mucho que decir. Por ejemplo, en mi opinión la redacción de Bernardo Vega es pobre, y en algunos casos exasperante y hasta colegial. Mientras tanto, me queda claro que no importa quién escriba sobre temas dominicanos, debo seguir dudando siempre, preguntando siempre, como diría el escritor alemán Hermann Hesse.

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