miércoles, 7 de octubre de 2015

EL CASO OISOE NO ES AISLADO

Por Fernando Rodríguez Céspedes

Las estructuras de corrupción del Estado se mantienen vigentes en los distintos gobiernos que se suceden en el país y por ello, estallan de vez en cuando escándalos que no pasan de ser eso, con uno o varios chivos expiatorios que no siempre son los máximos responsables del mal denunciado.

La OISOE en los tiempos de Bienvenido Martínez Brea (Bebecito), tenía una labor que con los años se fue desvirtuando hasta llegar a convertirse en "una cueva de ladrones" como la han calificado algunas entidades que han llegado a pedir su eliminación como única vía para erradicar la corrupción prevaleciente allí.

Hay casos emblemáticos de funcionarios que pasaron por esa oficina llegando a amasar fortunas que suman miles de millones de pesos, pero esos personajes son miembros claves de las estructuras del poder político lo que los libra de cualquier consecuencia judicial, a la vez que se manda una mala señal cuyos efectos estamos viendo.

Aunque cambian los funcionarios, los sistemas siguen operando a los ojos de todos, incluso de quienes llegan con autoridad para corregir algunas cosas, que hasta que no provoquen situaciones extremas, como el suicidio del arquitecto David Rodríguez, no se dan por enterados de lo que se mueve a su alrededor y se presentan como los primeros sorprendidos ante el escándalo.

En el caso destapado, todo gira alrededor de la OISOE, pero hay otras instituciones que como el Ministerio de Educación crea, con su morosidad, un excelente caldo de cultivo para la desesperación de los contratistas y el aprovechamiento de los mafiosos de siempre. Existen varias denuncias de intentos de extorsión en ese ministerio.

Es mucho lo que hay que revisar y modificar a nivel de los sistemas de pagos a contratistas y suplidores del Estado, en todas las dependencias oficiales, para que iniciativas bien intencionadas como la de los sorteos de las escuelas pública, no terminen en desgracias como la del arquitecto David Rodríguez.

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