lunes, 17 de agosto de 2015

LA DEFORESTACIÓN, IRRESPONSABILIDAD OFICIAL Y CONSECUENCIAS

Por Fernando Rodríguez Céspedes

Los dominicanos empezamos a sufrir los efectos devastadores de una sequía producto de la irresponsabilidad oficial con que, a través del tiempo, se ha manejado el problema de la deforestación y saqueo de los ríos a favor de unos pocos privilegiados.

La situación mueve a preocupación, y ante el reclamo de las comunidades más afectadas, el Ministerio de Medio Ambiente se destapa justificando la existencia de más de 900 lugares de corte de madera “técnicamente planificados”.

Explicaron la extracción de material de los ríos, supuestamente para encauzarlos y evitar desbordamientos, argumentos rechazados por la Academia de Ciencias y la opinión pública al punto que tuvieron que suspender "provisionalmente" ambas actividades.

En los 15 años de gobierno peledeísta, solo en el tercer periodo, el entonces ministro del ramo, Jaime David Fernández Mirabal, desarrolló un extraordinario trabajo de reforestación y protección de áreas verdes y ríos teniendo que enfrentarse hasta a militares y funcionarios del Estado.

Pero más que corresponder a una política oficial, fue una actitud personal por formación y convicción, debido a que sus sucesores y antecesores en el cargo no han tenido, ni por asomo, una posición similar en defensa de nuestros recursos naturales.

Así, llegamos a una situación de crisis que priva de agua a grandes sectores de la población, y la ganadería y la agropecuaria empiezan a mermar su producción trayendo consigo el inevitable encarecimiento de los principales rubros agrícolas del país.

Mientras el pueblo sufre esta situación, los areneros y depredadores forestales disfrutan de las riquezas acumuladas a expensa del saqueo de nuestros recursos naturales con la anuencia o indiferencia del ejecutivo y las autoridades llamadas a preservar el medio ambiente.
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domingo, 9 de agosto de 2015

HAITÍ Y UNA NOVELA DE MATOS MOQUETE (2)

Por José Carvajal

Toda obra literaria se convierte en documento irrebatible de su época, y lo es gracias a la factura de la imaginación, pues nadie puede rebatir la manera en que algunos ven el mundo que le rodea; y en el caso del escritor, el recrear ese mundo es registrar con recurso literario lo que haría el fotógrafo con la cámara. Es sin duda lo que ha pretendido hacer el dominicano Manuel Matos Moquete con su novela “La avalancha”, que se desarrolla en un gueto haitiano de Santo Domingo.

En toda historia narrada hay dos tipos de registros: el científico y el empírico. Y entre el uno y el otro se encuentra el discurso literario que se nutre lo mismo de la verdad que de la especulación y la mentira. Por eso no hay que tomarse en serio lo que dice una novela, aunque tampoco podemos descartar lo narrado como composición camuflada o preocupación legítima del autor y su circunstancia.

De la circunstancia quiero anotar palabras del filósofo español Fernando Savater, en un breve ensayo sobre José Ortega y Gasset: “La circunstancia es la historia, la circunstancia es la gente que le rodea, la circunstancia son las ideas y hay que salvar esa circunstancia; mi yo no basta; aunque yo me retire a mi torre de marfil, no basta con que yo logre de alguna manera alcanzar cierta perfección personal si no he logrado levantar y salvar la circunstancia que me rodea, es decir, el país, la época”.

En ese sentido debemos reconocer que una novela como “La avalancha” permite varias lecturas, no lecturas repetidas, sino estadios de lecturas. Una lectura sería la del aspecto sociológico, otra lo histórico, otra lo literario; esta última tiene que ver con la construcción de una obra que nos entrega un mundo aparentemente imaginario en el que el lector conocerá gente, costumbres, lugares, la manera de pensar de una colectividad, y hasta la forma de respirar de un pueblo.

En el caso de “La avalancha” de Matos Moquete la lectura de lo sociológico se impone a las demás porque lejos de ser un cronista de la realidad sin invención alguna, el que narra es un escribidor que pretende registrar lo que parece ser la vida cotidiana del barrio Pequeño Haití, en Santo Domingo. Y quizá por ello no es descabellado afirmar que estas páginas destilan racismo y discriminación a través de personajes que suponemos representan la sociedad dominicana ante el fenómeno de la inmigración de ciudadanos del vecino país con el que comparten la isla La Española.

De hecho, cualquier estudio serio acerca de “La avalancha” debería tomar en cuenta el racismo y la discriminación que se advierten en boca de personajes tanto masculinos como femeninos, y en el discurso mismo del narrador. Voy a citar algunos ejemplos al azar:

«Los haitianos nos llenan de enfermedades infamantes y contagiosas, propagan la delincuencia, la brujería y el atraso…».

«…tantos extranjeros con extrañas costumbres».

«Una avalancha de esos extraños vecinos había invadido el lugar».

«Apártenme de la vista esa negra que afea mi oficina».

«Ese ser extraño de piel oscura reluciente».

«Presentía que con la aparición de los haitianos llegaba una avalancha de gusanos verdes, gruesos y flácidos, que se reventaban en las aceras, penetraban en las casas y llenaban los jardines y los patios».

«No confiaba en alguien que se acostara con una haitiana».

«Cosas extrañas están sucediendo desde la llegada de los haitianos».

«Una limpieza que acabe con tantos negros en las calles. Llevárselo a todos. Meterlos en un camión y lanzarlos más allá del río».

«...cuando el lugar no estaba contaminado de haitianos, nunca hubo atracos y crímenes».
...
«En comedores improvisados los haitianos comían cosas desagradables: hongos, hojas, reptiles, escarabajos, cucarachas, tripas, entresijos, carne de la peor parte y cruda, panza, trozos de mierda».
...
«Lo peor es que muchas personas decentes les alquilan sus casas y se juntan con ellos».

Hasta aquí la muestra de que en "La avalancha" hay registro de racismo y discriminación. Sin embargo, debemos observar que el autor intenta mantener cierta objetividad, un equilibrio entre los personajes que aceptan dicha convivencia («La obra se llamará Torre Petit Haití. Será la torre de la hermandad entre los dos pueblos. Con la ayuda de los haitianos, queremos adecentar el barrio.») y aquellos que se expresan agresiva y despectivamente de los haitianos.

En una próxima entrega hablaré de la estructura literaria de “La avalancha”; de los personajes, de la composición, de espacios temporales, de contradicciones que pueden llamar la atención del lector avezado, y de referencias históricas que en el marco de la ficción pasan inadvertidas o se confunden en el contexto de lo que para mí no es más que un ejercicio de escritura sin consecuencias.
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jueves, 6 de agosto de 2015

EN MATERIA DE SOBERANÍA

Por Melvin Mañón

El gobierno dominicano puede escribir y poner en vigencia las leyes migratorias que entienda pertinentes conforme al derecho internacional así como a las normas de humanidad generalmente aceptadas como consignan las notas que los auditores externos escriben siempre al final de sus auditorías. Los dominicanos tenemos derecho a determinar a cuales haitianos documentamos para que puedan trabajar y vivir legalmente en nuestro país. Esa decisión soberana ni siquiera tiene que ser consensuada ni negociada con el gobierno haitiano.

Es más, involucrar al gobierno haitiano en ese tema solamente complica las cosas porque si el gobierno dominicano es corrupto, mas o tan corrupto lo es el gobierno haitiano. Si Danilo Medina es un farsante y un impostor, Martelly es un payaso descarado, sinvergüenza y socio del PLD que contribuyó copiosamente a su campaña electoral. Ellos podrían ser personajes de un “reality show” si no fuera por lo trágico que resulta el balance de la gestión de ambos.

El tema haitiano en la República Dominicana tiene dos vertientes: una que concierne a la población haitiana, marginal, pobre y desamparada por los dos gobiernos y sus respectivas élites y otra que tiene que ver con las autoridades de cada país, ninguna de las cuales –como ya se ha dicho- está a la altura ni de las circunstancias ni de sus obligaciones.

Entonces ¿Por que se ha armado tanto lío?

El gobierno haitiano ha capitalizado a su favor la torpeza fraudulenta y canalla del Tribunal Constitucional dominicano al emitir la sentencia 168-13 y también ha sacado provecho de la campaña racista antihaitiana de la extrema derecha culpando y demonizando a gente cuyo único delito ha sido y es buscarse la vida trabajando donde encuentran la oportunidad. Si están aquí ilegalmente, como estoy seguro que es el caso de la inmensa mayoría, la culpa no es de ellos como personas sino de la desigualdad económica y de la corrupción de las autoridades dominicanas que durante muchos años y por dinero de peaje, contrabando y complicidades abandonaron la vigilancia y control de la frontera.

Sin el abrumador control mediático del PLD, sin los sobornos oportunos y sin el miedo que inspira a muchos el gobierno, no era posible que en el extranjero la gente creyera en la sinceridad, en la veracidad ni en las buenas intenciones de las autoridades dominicanas. Nunca fue difícil para el gobierno haitiano conseguir simpatías a expensas de la arrogancia y la estupidez del gobierno dominicano.

Por lo demás, atribuirle al oportunismo, la corrupción y la desvergüenza de las partes la categoría de planes estratégicos e intenciones maquiavélicas de dominación haitiana es una estupidez a la que se refirió con claridad en su discurso de despedida Steven Fisher, embajador británico en la República Dominicana el 29 de abril de 2015 cuando señaló:

“Al principio de este discurso mencioné que no evadiría todos los temas controversiales. Déjenme honrar esa promesa tocando el tema de Haití. Para empezar, vamos a desenmascarar dos mitos.

Mito número uno: “Hay un complot internacional para forzar la unión de la isla La Hispaniola”; esto es totalmente falso. Una anticuada versión de la Constitución Haitiana contenía dicha ambición, la cual desapareció hace mucho tiempo. Nadie – Estados Unidos, Francia, Canada, Reino Unido – ha considerado, ni por un segundo, promover una política tan absurda.

Mito número dos: “La Comunidad Internacional espera que la República Dominicana afronte toda la carga de rescatar a Haiti”. Esto también es absurdo. La ayuda internacional, incluyendo la británica, no cuenta con ninguna contribución directa por parte de la República Dominicana”.


El gobierno dominicano hizo trampa múltiple con la sentencia 168-13 mediante la cual, como se sabe, además de la retroactividad, legal y jurídicamente inconcebible produjo una interpretación absurda y perversa de las leyes y la Constitución vigentes al momento de emitir dicha sentencia. Como habían hecho trampa, las autoridades dominicanas se apresuraron a tapar el engaño empleando todos los recursos de control mediático que tienen a su disposición. El engaño prosperó al interior del país pero no en el extranjero donde fue denunciado. El haberse creído que el engaño y las trampas que prosperan al interior de nuestro país será aceptado por la opinión pública de otros países es un error frecuente entre los políticos dominicanos.

Prosperó entre nosotros porque era fácil poner a todos los medios de comunicación bajo su control a cabalgar sobre un antiguo prejuicio, ampararse en años de discriminación y además servir en bandeja de plata una agenda de dominación política del PLD; crear una cortina de humo para que el país se aboque a discutir y a dividirse sobre el falso tema haitiano para ocultar el verdadero tema dominicano marcado por la inseguridad ciudadana, la desigualdad, la ilegalidad, el abuso fiscal, la corrupción, la impunidad y lo menos mencionado pero igualmente terrible: el dispendio y la irracionalidad tanto en la inversión como en el gasto público. Porque debe reiterarse, los gobiernos del PLD no han sido solamente corruptos y perversos sino económicamente estúpidos y destructivos de la infraestructura productiva del país.

Termino reiterando una advertencia. Así como los horrorosos crímenes de los últimos días cometidos por colonos y religiosos fanáticos judíos contra niños, ancianos y mujeres en Palestina son producto del clima de odio creado, fomentado, alimentado y cultivado por la derecha política de Netanyahu y otros, así mismo, el linchamiento de varios haitianos, el ahorcamiento de otro en Santiago y varios casos mas son producto del clima de odio irracional sembrado por un grupo de estúpidos, criminales e insensatos. Convertir a una población tranquila, pobre, trabajadora y desamparada en víctima del odio los convertirá en monstruos temibles y a futuro, cuando veamos un haitiano, tendremos que mirar en él una nueva amenaza creada por ese odio y capaz de hacerle daño incluso a quienes se opusieron. Ese daño enorme que están infligiendo a la paz y la convivencia en suelo dominicano es adicional al daño inmenso e inconmensurable que le están haciendo a los dos millones de dominicanos que viven desparramados por todo el mundo por aquello de que, “lo que hagas, te harán” y sobre ellos, caerán pedazos de odio, discriminación y prejuicio que afectarán y dañarán sus vidas igual que muchos negocios, numerosos programas de cooperación internacional y especial, pero no únicamente el turismo pueden sufrir severos daños de seguir con la cantaleta antihaitiana.
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miércoles, 5 de agosto de 2015

HAITÍ Y UNA NOVELA DE MATOS MOQUETE (I)

Por José Carvajal

Todo lo que se dice popularmente sobre el tema haitiano está en la “La avalancha” del dominicano Manuel Matos Moquete. Es una novela corta publicada en 2006 y que al parecer circula de manera silenciosa como lectura obligada de un curso que imparte el mismo autor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Sin embargo, en estos tiempos de exaltación de ideales patrióticos y nacionalistas, de dimes y diretes diplomáticos, y de presunta campaña internacional contra República Dominicana por el supuesto trato que se le da a los migrantes haitianos, debería ser casi una necesidad que esta obra de Matos Moquete salga a conquistar lectores fuera de las aulas universitarias.

En términos generales, por tratar el tema de la presencia haitiana en territorio dominicano, “La avalancha” puede verse como una obra hermana de "El masacre se pasa a pie" (1973) de Freddy Prestol Castillo. Narra la transformación de un distinguido sector de Santo Domingo en un gueto de inmigrantes del país vecino que arrastran hasta ese lugar una forma de vida distinta, a partir de la presencia de un haitiano (Honson Baliat) que llega huyendo de un batey «junto a una banda de forajidos congos».

El escenario es el actual barrio Pequeño Haití (Petit Haiti) donde se encuentra el archiconocido Mercado Modelo, que en voz del narrador se convierte en el eje que atrae a los haitianos que terminan asentándose en el área. «Todos ellos llegaron un día de Haití atraídos por la baratura y desorden del Mercado Modelo en los años de su final decadencia.» (…) «El mercado era el culpable de que se creara el Petit Haití. La sombra de Honson Baliat estaba en el origen. Los haitianos venían por mercancías y terminaron llenándonos de mercancías, mendigos, enfermos, delincuentes y brujerías de las peores calañas satánicas».

Los personajes de esta novela son gentes que viven la transformación de su entorno desde la ficción que en este caso pretende retratar una realidad; gente que no puede detener dicho fenómeno social aunque quisiera. «Una avalancha de esos extraños vecinos había invadido el lugar. Las esquinas, los colmados, los lugares de esparcimiento se veían copados por ellos».

Uno de los personajes que más sufre el cambio etnográfico de su barrio es el joyero Ignacio Paredes, porque nació y creció en Los Hospedajes (luego Pequeño Haití) y heredó el negocio de su padre, quien le enseñó el oficio. «El joyero pasaba los días amargado desde que al abrir la puerta del negocio observaba el panorama de la multitud de haitianos que expedían su mercancía en la misma acera de la joyería.» (…) «En el barrio todo le parecía extraño y desastroso. Sentía que no era el sector donde nació y conoció a Carina.» (…) «La vida nocturna había cambiado. Después de las siete de la noche la población callejera era una calaña infame que hablaba creol».

Pero en la novela “La avalancha” se observa también la convivencia de dominicanos y haitianos; destaca el enredo amoroso de un ingeniero que construye una “torre” (edificio) que al igual que el Mercado Modelo se convierte en causa aparente de la presencia haitiana en el área. «Los haitianos trabajaban y vivían en la torre. El ingeniero le había improvisado un dormitorio hecho de bloc y zinc superpuestos.» (…) «El trabajo en la construcción era como un todo incluido. Se trabajaba y se dormía en el mismo lugar. Se les pagaba y se les daba la comida y dormitorio. Todos estaban circunscritos a ese ámbito con salidas controladas los sábados después del mediodía y los domingos».

Y así, entre los empleados de la oficina de La Constructora encontramos «una haitiana recién llegada que decía haber sido estudiante de arquitectura en su país». Se llama Irena Bienaimeé y es la mujer con quien se involucra el ingeniero dueño de la empresa.

La trama de “La avalancha” es relativamente sencilla: un capitán de nombre Pierrié que vivió los años de su niñez en el sector regresa al lugar a realizar indagatorias en calidad de jefe del Departamento de Crímenes y Delitos de la Policía. Investiga las acciones de la organización criminal La Mano Negra, «cuyo reivindicado inspirador era nada menos que el legendario Honson Baliat».

Del trabajo de Pierrié se desprende el resto de lo que para algunos sería un registro sociológico de primera mano que el mismo Matos Moquete califica de «leyenda negra sobre el Pequeño Haití, pregonada en la Esquina de M’a Guiselle», para luego caer en el juego de asegurar que en esa historia que despierta la curiosidad «nada es inventado, nada es real».

El problema es que aunque el péndulo de "La avalancha" se balancea entre verdad o mentira, la forma como está narrada la novela y el escenario real en el que se desarrolla la trama sugieren una veracidad de documento irrebatible. Pero de eso hablaré en una próxima entrega.
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domingo, 2 de agosto de 2015

R.D. SALE FORTALECIDA IMPASSE CON LA OEA

Por Fernando Rodríguez Céspedes

La República Dominicana, país que ha dado muestras de coraje enfrentándose a potencias mundiales como Francia, España y Estados Unidos por su libertad y soberanía, no podía adoptar una posición distinta a la asumida frente a las imprudentes declaraciones del secretario general de la OEA, Luis Almagro Lemes, en torno al impasse con Haití.

La firme posición del gobierno, a través de la Cancillería, y la espontánea solidaridad de los distintos sectores de la población, sin distingo de banderías políticas, constituyeron la mayor demostración de la unidad del pueblo ante situaciones que puedan poner en cuestionamiento su derecho a la autodeterminación.

Nuestra actitud ante las expresiones de Almagro sugiriendo que no debían existir dos países en una misma isla, lo llevaron a tratar de cambiar su discurso, pero de nada sirvieron sus excusas ante el enorme movimiento de opinión pública que se originó en el país y en el exterior contra sus malintencionadas declaraciones.

La firme posición del gobierno obligó a la comisión de la OEA a ceñirse a la verdad de los hechos y a desestimar las falsas denuncias de las autoridades haitianas quienes pretendieron tapar sus deficiencias e irresponsabilidad ante su pueblo, acusando al país de racista y de llevar a cabo una deportación masiva contra los ilegales del vecino país.

Desenmascarada la farsa haitiana con el informe de la OEA, la República Dominicana vuelve a crecerse cuando proclama que no ha pedido ni necesita la mediación del organismo para reiniciar el diálogo con Haití y reclama, con todo su derecho, que la vecina nación cambie de actitud para retomar las conversaciones.
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