lunes, 25 de mayo de 2015

POCA LLUVIA Y MUCHO SOL

Por Melvin Mañón

... todo lo que le hagamos a la tierra la tierra nos lo hará a nosotros

Hablar de la sequía como hacen las autoridades y comentan los medios de comunicación además de inexacto es pernicioso. Es verdad que faltan lluvias pero lo que no se dice es que el sol calienta demasiado y evapora la humedad del suelo y de la vegetación mucho más rápido que hace apenas algunos años. Si hablamos solamente de sequía o sea escasez de lluvias confundimos el efecto de la radiación solar extrema con el régimen de lluvias de tal modo que apenas algunos días después de un buen aguacero ya empiezan a notarse señales de sequía.

El comportamiento de las lluvias acusa modificaciones importantes apenas mencionadas que, no obstante, son particularmente importantes:

1ro.- Las lluvias dejaron de ser predecibles y estacionales como antes. Ahora llueve o deja de llover fuera de estación, en cualquier época y sin que el hombre de campo pueda, de manera confiable, tomar decisiones.

2do.- La distribución de las lluvias muestra un patrón perturbador de concentración que desata aguaceros torrenciales durante los cuales cae más agua en apenas unas horas o días de la que cae durante los meses subsiguientes o precedentes. En muchos casos la pluviometría anual aumenta mientras que a su vez aumenta la sequía porque disminuye el número de meses durante los cuales llueve.

3ro.- La temporada ciclónica ya no existe. Los huracanes se forman en otros lugares y siguen recorridos distintos con lo que hemos perdido la capacidad de aquellos para equilibrar las temperaturas y para traer el agua con la que se llenaban las presas.

En algunas regiones del país como el suroeste y también parte de la región o línea noroeste ha llovido poco durante los últimos meses y eso naturalmente daña cultivos y suministro de aguas a la población y a la agricultura. Otras regiones han recibido lluvias abundantes tan recientemente como durante la primera parte de la Semana Santa.

Ambas regiones, una donde no llueve hace meses y otra donde lo hizo hace apenas un mes acusan una manifiesta escasez de humedad en el suelo, deterioro de los cultivos y disminución o desaparición de acuíferos.

El comportamiento del sol, las temperaturas que produce y los efectos de agotamiento y extenuación que ocasiona tampoco han sido objeto de la atención debida y por eso, al hablar de sequía en el sentido tradicional en lugar de entender mejor, se confunde todo especialmente lo siguiente:

1ro.- Hay un perceptible aumento de la temperatura. Los charcos, la humedad ambiental del bosque y el agua de las cañadas desaparecen apenas transcurridas algunas horas de cualquier aguacero. El estado y condición de los suelos y caminos refleja claramente esta nueva situación.

2do.- Desde hace varios años, durante el verano, a medida que se acerca el mediodía y hasta aproximadamente las cuatro de la tarde, las hojas de cítricos y de aguacates jóvenes y el pasto de cualquier variedad se encogen sobre sí mismas alrededor del tallo para protegerse de la inclemencia del sol. Al atardecer y hasta el día siguiente vuelven a abrirse. Ahora, incluso en invierno, sucede lo mismo con las hojas. Años atrás simplemente eso no sucedía a menos que hubiera una sequía extraordinaria.

3ro.- Las altas temperaturas dentro y fuera de estación vienen acompañadas de una brisa caliente y seca que acelera la pérdida de humedad de las plantas y el secado del terreno de tal manera que las huellas de la lluvia desaparecen en cuestión de horas.

4to.- Evidencia adicional de lo anterior es el comportamiento de los trabajadores agrícolas. Años atrás, ellos desestimaban mis recomendaciones sobre cómo trabajar, a cuáles horas, aprovechando las sombras de árboles y el terreno. Ahora, ellos mismos, que laboran como ajusteros, han renunciado a trabajar a partir de las 11a.m.

Por todo lo anterior insisto. Hablar de sequía, que es escasez de lluvia, como si ese fuera el problema es inexacto y perturbador. La situación es más compleja y con ciertos aspectos inexplicable y eso que la afirmación anterior no incluye las nuevas plagas, los desórdenes, virus, enfermedades y cambios traumáticos que están sucediendo en la agricultura y en el comportamiento de los animales. Estos cambios van rápido y acelerándose.

Dentro de pocos años, será necesario modificar los horarios oficiales de la jornada de trabajo para quienes laboran al aire libre tanto en el campo como en las calles o carreteras. El ingreso a las escuelas de los niños y muchas otras actividades experimentarán cambios inevitables. Pero mientras estemos hablando de sequía no podemos ni siquiera acercarnos a un entendimiento de lo que está sucediendo. La sequía, claro está, existe, es un hecho pero el sol y las temperaturas que produce a diario han creado una situación nueva. Aquellos que durante años han destrozado árboles para un parqueo, por una fachada o porque una raíz estorbaba; los que acabaron con los frutales y árboles dando fuego indiscriminado, los que han tumbado árboles y nunca han sembrado uno, pagarán su cuota y nos harán pagar a otros el costo de su depredación insensata. Locales inhabitables por el calor, fincas depredadas incapaces de retener la humedad, caminos y puentes destrozados por la crecidas y la gente primero disputando y luego peleando por el agua. En la muy civilizada Costa Rica se enfrentaron hace poco dos municipios uno con agua el otro sin ella. Los que tenían agua se la negaban a sus propios vecinos de toda la vida. Imaginarse las otras disputas con Nicaragua por las aguas del río San Juan, las del Medio Oriente por el Jordán y las aguas del Tigris y del Éufrates por no hablar de California y su sequía de cuatro años, la desaparición de sus aguas freáticas, el agotamiento de sus presas y la disminución alarmante de las nuestras.

Seguimos destrozando, quemando, secando y agrediendo la naturaleza y la tierra. Como se le atribuye haber dicho a Seattle el gran jefe indio en 1855 en su respuesta al gran jefe blanco de Washington: “todo lo que le hagamos a la tierra la tierra nos lo hará a nosotros”.
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sábado, 23 de mayo de 2015

EL PREMIO DE ENTONCES, YA NO ES LO MISMO

Por José Carvajal

La importancia de los premios también muere. Hay muchos que en determinados momentos catapultaron las carreras de poetas y escritores; galardones que ya desaparecieron. Y otros que languidecen en la “rueda del éxito” por tradición, pero no representan para nada lo que otrora, cuando lanzaban a la fama y lograban colocar los nombres de los galardonados a un nivel de superioridad ante lectores ávidos de novedades.

Ese grado de superioridad venía acompañado de las ediciones de las obras, que garantizaban a su vez una venta masiva y contratos editoriales de suma importancia, aun cuando el premio no fuera auspiciado por una importante firma de la industria del libro. Pero muchos de esos incentivos han desaparecido con el tiempo.

Basta mirar en retrospectiva y reflexionar acerca de la importancia de ganarse un premio literario que si no ha desaparecido del parnaso no es porque le sobra oxígeno, sino porque a los organizadores les cuesta entender que el tiempo lo decide todo, hasta las circunstancias, la calidad del jurado y las obras que se premian.

En los casos de los premios importantes desaparecidos, las circunstancias primaron sobre la terquedad o el ánimo de prestarse a juegos publicitarios de la actualidad que en vez de ayudar a los galardonados terminan ridiculizándolos. Eso ocurre cuando se desvirtúan las razones, sean comerciales o literarias, que dan origen a ciertas convocatorias.

Uno de los premios más prestigiosos para la literatura hispanoamericana fue el Biblioteca Breve, que lanzó al estrellato a escritores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante y otros no menos importantes. Incluso, aun en el caso de ser declarado “desierto”, como ocurrió en 1960, bastaba ser finalista del Biblioteca Breve para consolidar una carrera literaria.

Fundado en 1958, el Premio Biblioteca Breve entró en crisis en 1970 al no entregarse por disputas internas entre los fundadores de la editorial Seix Barral, que lo convocaba y patrocinaba. Hay versiones de que ese año lo habría ganado el chileno José Donoso con “El obsceno pájaro de la noche”, o quizá el peruano Alfredo Bryce Echenique con su exitosa novela “Un mundo para Julius”. Sin embargo, aquí lo que resalta es que el codiciado galardón dejó de entregarse de 1972 a 1999, y que cuando reapareció en este último año lo ganó el mexicano Jorge Volpi con “En busca de Klingsor”. Pero ya no era ni es igual. En esos 27 años en que estuvo en “estado comatoso” el Biblioteca Breve perdió todo su esplendor. En otras palabras, no significa lo mismo para las nuevas generaciones de lectores.

La premiación de Volpi despertó un gran entusiasmo porque, para muchos, con esta resurgía un símbolo de calidad que coronó una época de oro (la del boom) de la literatura latinoamericana. Sin embargo, los que sucedieron a Volpi padecieron o padecen la falta de aplausos de un lector quizá menos exigente o nada interesado en los galardones del pasado.

Es mucho lo que se puede escribir de los premios literarios; ninguno se salva de las críticas por presunta manipulación, negociaciones tras bastidores, soborno o falta de calidad de los jurados, o por “intereses creados” al interior de las entidades que lo patrocinan. También encierran historias de escándalos de plagio y otras nomenclaturas. El mismo Premio Nobel de Literatura no escapa a tales conjeturas.

Por cierto, en estos tiempos los premios literarios que derivan de concursos tienen importancia más por la dotación económica que por la calidad de los autores galardonados y el prestigio que representan. El Planeta, por ejemplo, tiene una dotación de unos 700 mil dólares; el Alfaguara 175 mil; el Primavera de Novela unos 116 mil (hace par de años era de 230 mil, pero la editorial Espasa Calpe y el Ambito Cultural de El Corte Inglés que lo convocan redujeron el monto en un cincuenta por ciento por la crisis económica que afecta a España). Quizá sea significativo apuntar que la dotación de 100 mil dólares del Premio Rómulo Gallegos ha bajado a casi la mitad debido a los ajustes con la tasa de cambio en Venezuela.

Otro premio importante en su momento fue el de Casa de las Américas que se otorga en Cuba desde 1960. Alcanzó prestigio por el impulso que le dio la revolución (cultural) cubana, por el compromiso político con Latinoamérica y el Caribe, y por la innegable calidad de los miembros del jurado de los años de esplendor en cada una de las categorías. Sin embargo, desaparecida o debilitada aquella maquinaria continental que dio a conocer a muchos escritores vinculados a una lucha ideológica necesaria en la segunda mitad del siglo 20, se puede decir que ganarlo ahora no significa lo mismo de entonces.
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miércoles, 20 de mayo de 2015

UNA HISTORIA DE JAIBAS

... sin jaibas no hay futuro...

Por Melvin Mañón

Sobre la superficie del charco de aguas estancadas en la cañada una extraña y fina película blanquecina y semitransparente apenas dejaba ver el fondo. Por encima de nosotros, el follaje de las cabirmas, los higos y un jobobán enorme nos protegían de un mediodía soleado y ardiente. De repente, lo que no podíamos apreciar en el fondo se hizo visible en la orilla del charco. Arrimadas a una laja tres jaibas flotaban inertes. Pedro, uno de los hombres del grupo, anunció:

-Envenenadas

Ángel y Germán se encogieron de hombros.

-Las envenenan a propósito- insistió Pedro. - las envenenaron con baño de vacas para cogerlas y después venderlas en el pueblo. -Que barbaridad- exclamó con enojado lamento pero sin indignación -son esos muchachos vagos de por aquí.

Una ola de calor enorme y poderosa, mas cálida y ardiente que el mediodía me atravesó las entrañas pero no dije nada.

Rafael lo hizo: -Pero estas cañadas desembocan todas en el Yásica y esa es el agua que alimenta a Puerto Plata. Nos estamos envenenando, carajo. Estamos consumiendo agua envenenada.

-Eso no es lo peor-añadió Pedro. –Las cañadas se secan porque la jaibas son las que, hacen las cuevas, localizan la humedad dentro de la tierra y por ahí, como quien dice, es que le entra el agua a las cañadas.

Como advirtió que algunos dentro del grupo no entendían precisó:

-Las jaibas hacen su trabajo. Ellas andan siempre detrás del agua y hacen todas esas cuevas hasta encontrarla y eso mismo trae el agua a la cañada. Cuando llueve, esas mismas cuevas cogen agua y la van administrando poco a poco y así es que el rio se alimenta.

Pedro, el describir el oficio de las jaibas, omitía el papel de la cubierta boscosa. Por eso intervine.

-Las jaibas hacen su trabajo, pero si la cañada pierde la cubierta boscosa, el agua dura menos. Ambas son igualmente necesarias.

-Pero ustedes no se dan cuenta de que nos están trayendo agua envenenada por el mismo acueducto. Eso es grave- insistió Germán.

Claro que es grave. Estamos acercándonos a una combinación mortal. El agua portadora de veneno usado para cazar jaibas y la desaparición de las jaibas reduciendo el caudal de agua de las cañadas, arroyos y ríos.

Al cabo de los años de estar en la zona, la caza de jaibas envenenando las cuevas ha tenido muchas alzas y pocas bajas. La cacería, empleando métodos tradicionales se ha mantenido siempre en aumento.
Durante las tardes y con mucha frecuencia los cazadores, naturalmente furtivos, procedentes de Sosúa, Montellano y otros poblados vecinos ascienden, río arriba, por las orillas del Yásica. Traen ganchos, veneno, sacos y linterna porque las jaibas se cazan durante las noches sin luna- comenta en la ocasión el Tacho.

¿Como que sin luna?

-Las jaibas se mueren si le da la luna.

Los años me han enseñado a seguir la corriente en vez de contrariarla. La fábula se desprende de los hechos y se convierte en parte del relato. Pero las cañadas están secas, los arroyos se secaron todos el año pasado y las crecidas del río duran apenas algunas horas. Nadie se percata de que pronto el Yásica no podrá abastecer a Puerto Plata. No es la sequía por falta de lluvias, trato de explicar, sino por la evaporación ultra rápida de la lluvia caída. Menos cubierta boscosa no retiene el agua, la humedad se disipa demasiado rápido, las temperaturas son demasiado elevadas, todo se seca rápido, la brisa acaba con todo. Las lluvias no caen espaciadas sino en torrenciales aguaceros y luego se ausentan y parece que no lloviera en meses pero no es así, es que la evaporación es demasiado rápida. Los bosques están en llamas y ni siquiera hemos entrado en el verano. El Yásica se seca, está a mi vista, duermo a su lado, lo escucho bajar hacia Sabaneta cuando crece. Lo veo languidecer y morir. Cambia de color, deja ver los peñascos desnudos en sus riberas y brotan las piedras por donde puede cruzarse, sin mojarse los zapatos. A nadie le importa y aunque le importara, nadie tiene voluntad, fuerza, autoridad y coraje para hacer lo que hay que hacer.

-Si yo encuentro un hijo de puta envenenando la cañada le caigo a tiros. Después averiguamos. Y por favor, que no venga un cretino a echarle la culpa a los haitianos que ninguno es cazador de jaibas.
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miércoles, 6 de mayo de 2015

¿QUÉ SE LEE EN LA VICTORIA DE LUIS ABINADER?

MANUEL MORA SERRANO

Casi nunca escribo sobre temas políticos; aunque no soy apolítico, soy y seguiré siendo apartidista hasta mi muerte. Apoyé en un movimiento cultural la candidatura de Danilo Medina, y después de su triunfo no he tenido más contactos con él ni con sus gentes de cultura que no fuera escribir una conferencia sobre Domingo Moreno Jimenes, y solo porque tenía algo nuevo que contar, como fueron las noticias de que le habían dedicado artículos elogiosos cuando publicó su segundo libro, y uno de ellos en Cuba, de los cuales nunca se comentó, y charla que incluyó Basilio Belliard en la edición 16 de País Cultural.

Sin embargo, cuando Luis Abinader Corona, el hijo de mi compañero de estudios y viejo y querido amigo José Rafael Abinader, se presentó como candidato frente a un veterano de muchas campañas como Hipólito Mejía en el fraccionado PRM, una rama más del frondoso árbol sembrado en Cuba por Juan Isidro Jimenes y Juan Bosch, entre otros, con el nombre de PRD, que tantos hijos robustos ha producido, incluyendo el PLD gobernante, lo vi con esperanzas de que una cara nueva, una persona que nosotros consideramos joven y bien preparado como administrador que ha sido de las empresas familiares, pudiera sumarse a la del batallador y viejo y querido amigo, nieto de mi poeta, Guillermo Moreno García, y la de otros que asoman como posibles o probables candidatos con menos de cincuenta o sesenta años, que ya en estos tiempos, los ochentipicos como yo, consideramos juventud.

Hace unos días visité a mi amigo y vecino de pueblos Ramón Suárez en el Cuartel de Campaña de Hipólito, siendo la primera vez que asistía a la actividad febril de una actividad nacional de política intrapartidista, y aunque mi visita no tenía nada que ver con la política, pude captar la entrega y el tesonero esfuerzo con la que laboraban. En el fondo, naturalmente, por la simpatía personal con los Abinader, ya que a Luisito lo conozco desde su pubertad, mi esperanza era que fuese el candidato, pero veía lejos que llevando, como llevaba Hipólito, una gran ventaja, no solo por haber ejercido el poder, sino por su carisma indudable y sus relaciones directas con las masas, pudiera ganarle; aunque las encuestas le daban un buen sitial, sobre todo las que hacían los diarios digitales con sus lectores, en las cuales estoy más inclinado a creer, no esperaba que su triunfo fuese tan abrumador.

Sin embargo, ese hecho debería asustar a los del gobierno. No es que Luisito sea un comegente que vaya a triunfar sin hacer acuerdos, especialmente con el propio PRD, que desunido no llegaría a ningún sitio presidencialmente hablando, sino porque esto es un alerta que nadie puede desconocer ni hacerse de la vista gorda. El pueblo quiere, necesita y buscará cambios.

El triunfo de Luis no es algo que cae del cielo; no es un acto mágico; es un sentimiento desbordado del pueblo dominicano, harto de tantas cosas. Esa es la lectura que hay que hacer.

Algunos hemos mirado más lejos, y nos hemos hecho ilusiones que ya son tan raras en personas de nuestras edades, y hemos leído en las brumosas páginas del mañana, que mucha gente tratarán de devolverse de caminos que habían trillado pensando que les iba a ser fácil. Ignorando aquellos versos de Juan Alberto Peña Lebrón que son todo un catecismo moral y social, en su poemario Órbita inviolable, del titulado Sistema del destino esta estrofa: “Eso es lo malo; equivocar la senda,/ creer que el mundo es dulce como un manjar divino,/ creer que el tiempo espera la cosecha /para luego cegar la última espiga inútil;/ pero en vano esperamos de rodillas /con nuestros ojos implorando al cielo.” Eso se escribió y publicó en 1953, en medio de la más feroz dictadura caribeña.

Ahora siguen siendo válidos las primeros cuatro versos, condicionados a la fatalidad de las fatalidades de los hechos consumados; ahora, con triunfos como el de Luis Abinader, la presencia de Guillermo Moreno, y observando a jóvenes capaces de enfrentar el sistema del destino político nacional, creo que también, para terminar, no diremos: “Pero en vano esperamos de rodillas/ con nuestros ojos implorando al cielo“, sino que usando una expresión del mismo poeta, tan mocano ya como la yuca prieta, del mismo poemario, proclamaremos como en el final de Salutación a Job: “Después de todo, un día incierto/ el Señor premiará la esperanza”.
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lunes, 4 de mayo de 2015

LAS CEBOLLAS DE MARCOS PÉREZ

Por Melvin Mañón

Marcos Pérez, es un hombre fornido, moreno y trabajador de la zona de Palenque-Juan Barón. Lo conozco a él y a su familia desde hace unos doce años, la edad de uno de sus nietos al que la familia apoya anhelante tratando de hacerlo pelotero. Cada vez más pobre, mas desamparado y con la misma indignación desgarrante, Marcos no sabe qué decidí escribir estas notas y acaso tampoco se entere.

Cada año, las tierras ligeramente arenosas y fértiles de la llanura costera que se extiende entre Nigua y Sabana de Palenque estallan con el crujido silencioso de los molondrones al crecer mientras, bajo tierra, los bulbos rojizos de cebolla van haciendo espacio a empujones entre granos de arena, piedrecillas y guijarros. Esta siembra es un ritual que desafía el sentido común y la adversidad. Hace tiempo que dejó de llover en la zona por decisión soberana de una naturaleza agredida pero los hombres quisieron imponerse y ausente la buenaventura de Dios acudieron a otros hombres dotados de prometedora tecnología. Trajeron el agua en canales y celebraron; entonces y por algún tiempo Dios no hizo falta. Los bulbos de cebolla rojiza prosperaban abundantes y la gente, tirando de los tallos la exhibía con orgullo y vendía con ganancias. Pero el agua de los canales de riego, tan confiable y segura al principio empezó a escasear. Los canales se dañaban, los huracanes destrozaban compuertas, transportaban escombros y lo que era de todos pronto terminó siendo de nadie y el gobierno, los gobiernos, que habían prometido suplir las faltas y enmendar los entuertos se ausentaron igual que Dios lo había hecho antes.

Tozudos, apostando a la casualidad porque no saben hacer otra cosa o tal vez porque algunos, en su fuero interno, han hecho una apuesta con el destino o se han entregado en brazos de una desconocida providencia siguen sembrando cebollas. A fuerza de sinsabores y amarguras Marcos Pérez se acostumbró a las malas cosechas, unas precarias, otras sobreviviendo a las plagas y no faltaron durante estos años las que se dañaron por tiempos de agua tan repentinas como indeseables.

Hace años, poco más o menos una década, un nuevo enemigo humano y devastador ha venido haciendo estragos. Cuando termina el invierno nuestro y como si fuera saludando la llegada de la primavera, la cebolla está lista para cosechar. Se registra en los mercados una leve escasez, el precio de la libra aumenta y las esperanzas de Marcos Pérez se tiñen con los colores del arcoíris. La siembra de cebollas sobrevivió a las veleidades del tiempo, resistió las plagas, mantuvo a raya las malas hierbas. El futuro es prometedor. Los meses de trabajo serán recompensados.

¿Recompensados?

El momento donde Marcos puede encontrar su redención le es arrebatado por los barcos que, cargados de cebolla, son autorizados a descargar en puerto arrojando cebollas a granel y derrumbando el precio. El último jinete del apocalipsis ha llegado a Haina. El libre comercio y los permisos de importación tan lucrativos para quien los otorgan como para quien los recibe. Malditos sean todos coño. Cada barco trae suficiente cebolla para arruinar a Marcos y lo hace. Lo arruina sin que pueda salvarlo el hombre que brinca charcos que ni se entera de su desgracia y aun si lo supiera nada haría porque en 37 visitas sorpresas al campo ha prometido 546 millones de pesos, ha entregado solamente 63 y no ha entendido que el agricultor más que préstamos necesita precios para sus productos. Marcos comentaba hace unos días: “Melvin, a ocho pesos no puedo vender ni vivir”. Entonces toma un puñado de libras de cebolla al azar que me regala en otro ritual que le he visto vivir por años, tantos, que no me alcanza ni la indignación ni el enojo para maldecir a los culpables.
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