sábado, 28 de febrero de 2015

FICCIONES CONVENIENTES

Las patrias, el dinero, los dioses son igualmente irreales: pero su fantasmagoría no es un obstáculo para su influencia escalofriante sobre la realidad

Por ANTONIO MUÑOZ MOLINA
El País


'El tercer día de la creación'. Ilustración de Julius Schnorr von Carolsfeld (1794-1874) / Akg-images

El Dios del Antiguo Testamento es quizás el personaje más inquietante que ha inventado nunca la literatura, el más desmedido, el más aterrador. Este Dios bíblico pertenece al linaje de los grandes varones iracundos, como el rey Lear y el capitán Ahab. Igual que ellos es tiránico y celoso de la lealtad de sus súbditos, y su omnipotencia le conduce a provocar catástrofes y a idear castigos mucho más que a proveer de felicidad a sus fieles. La ecuanimidad no es uno de sus atributos.

El Dios bíblico acepta sin explicación unas ofrendas y rechaza otras, atormenta a quienes más fielmente le sirven, despierta a conciencia en los seres humanos impulsos que él mismo se ocupará después de castigar. A Dios le complace el olor del humo de los sacrificios que hace en su honor Abel, pero le desagradan los de Caín, y su visible rechazo provoca en el hermano desfavorecido un resentimiento que lo empujará al crimen. Como un déspota caprichoso y angustiado de la literatura, Dios crea a la especie humana y luego se arrepiente de lo que hizo, al ver las iniquidades de los hombres, y decide acabar con ella desatando el Diluvio.

Dios elige como suyo al pueblo judío, pero se ofende tanto por sus brotes de idolatría o de impiedad que no tiene el menor escrúpulo en enviarle ejércitos exterminadores de enemigos que arrasan sus ciudades y sus campos y lo someten a la cautividad. Algunas noches, como un rey aburrido e insomne, como Stalin cuando llamaba por teléfono a las tres o a las cuatro de la madrugada a un pobre súbdito aterrado, el Dios de la Biblia murmura en el oído de un patriarca o de un profeta para despertarlo e impartirle alguna orden. Según los salmos de David, Dios se regocija en el espectáculo de los recién nacidos de los idólatras estrellados contra una roca o un muro, en el calor de una batalla.

Que este Dios sea tan ostensiblemente una invención literaria no desacredita su poder ni reduce su importancia. El Dios del Antiguo Testamento es una de esas figuras que atestiguan la extraordinaria capacidad de la mente humana para inventar historias infundadas que sin embargo adquieren una importancia decisiva en el funcionamiento de la vida colectiva. A los escritores se les suele mirar con algo de condescendencia, quizás con un desdén amable, por ocupar su tiempo en tareas superfluas, a diferencia de esos conciudadanos prácticos que se consagran enérgicamente al manejo de la realidad, a la política o al dinero, a levantar puentes, a reparar motores, a fumigar cosechas. Pero resulta, si uno se para a pensarlo, que el gran edificio de la civilización se asienta sobre un cierto número de ficciones, o más bien flota precariamente por encima de ellas, como esos personajes de los dibujos animados que seguían corriendo en línea recta al llegar a un precipicio, y solo se caían al mirar hacia abajo y descubrir que avanzaban sobre el vacío. Centenares de millones de personas basan su conducta moral en los mandamientos dictados por ese personaje literario de la Biblia o del Corán; la economía entera del mundo se basa en la atribución del todo arbitraria de valores fijos a rectángulos de papel de diversos colores o, más intangiblemente aún, a cifras que se deslizan en rápidos parpadeos por pantallas de computadoras; y un número incalculable de matanzas y de jubilosas celebraciones colectivas tienen su origen en las historias en gran parte inventadas de entidades ficticias a las que se da el nombre sagrado de patrias.

Las patrias, el dinero, los dioses son igualmente irreales: pero su fantasmagoría no es un obstáculo para su influencia escalofriante sobre la realidad y sobre las vidas de todos nosotros. Lo explica con claridad magnífica Yuval Noah Harari en Sapiens, que aquí se ha titulado De animales a dioses, un repaso absorbente de la peripecia humana, escrito con rigor e irreverencia ilustrada, aunque también sin el proselitismo a veces antipático de militantes como Richard Dawkins, tan ocupados en denostar la religión que no se fijan en las muy poderosas razones para su existencia y su arraigo perdurable.

Harari examina las ventajas que permitieron al Homo sapiens, desde hace unos setenta mil años, imponerse sobre todas las demás especies —algunas de ellas igualmente humanas— y llega a la conclusión de que lo decisivo no fue el tamaño del cerebro, ni el uso del lenguaje, ni la capacidad de razonar. Otras especies, los neandertales incluidos, han tenido cerebros mayores. Otras han sido también capaces de comunicarse mediante sonidos articulados y de cooperar en grupos más o menos numerosos, regidos por el parentesco. Lo que nos distingue a nosotros, dice Harari, no es que podamos dar nombres a las cosas y por lo tanto invocar lo que no está presente y contar lo sucedido, sino que somos capaces de urdir ficciones: de crear seres imaginarios e inventar historias que nunca ocurrieron: dioses que crearon el mundo y dieron leyes a los hombres, y exigen sacrificios y obediencia; héroes que fundaron linajes y reinos; demonios y enemigos exteriores a los que es prudente temer y a los que es lícito echar las culpas de los males que nos afligen; pueblos elegidos por los dioses y originados por los héroes y destinados a perdurar a través de los siglos y a reclamar la posesión de territorios que solo les pertenecen legítimamente a ellos; historias colectivas de sufrimiento y redención, de expulsión y regreso.

Todas ellas cumplen una función imprescindible y, en ocasiones, terrorífica: crear lazos de lealtad y cooperación mutua que abarcan más allá de la cercanía inmediata del parentesco y la tribu. Una banda de neandertales, con cerebros más grandes que los sapiens y mayor fortaleza física, podía unir sus fuerzas para cazar un mamut: pero solo la creencia en un dios, en un origen heroico o en un destino común puede hacer que actúen en común varios miles o incluso millones de desconocidos entre sí, que obedezcan una misma ley y en caso necesario decidan expulsar a los calificados como indignos o exterminar a los forasteros o a los infieles.

A Carlos Martínez Shaw, en la reseña del libro que publicó en estas páginas, le molesta con razón que Harari incluya los derechos humanos en su catálogo de ficciones colectivas, junto a las religiones, las patrias, las mitologías y el dinero. No todas las ficciones son lo mismo, desde luego, y la gran ventaja de la democracia como organización colectiva es que reduce al mínimo la necesidad de dioses, patrias y enemigos exteriores. Los ilustrados de otras épocas creían que el avance del pensamiento científico volverían superfluas las explicaciones sobrenaturales de las cosas e inmunizarían a los seres humanos contra la tentación de lo irracional. Pero, como dice el verso de T. S. Eliot, la especie humana no sobrelleva bien la realidad. Nuestro cerebro sapiens requiere dioses ante los que arrodillarse, estrellas que rijan el destino, patrias a las que sacrificar la vida, preferiblemente la vida de otros. Tal vez la literatura, que se basa no en la creencia, sino en la suspensión transitoria de la incredulidad, nació como un antídoto contra las abrumadoras ficciones colectivas, como un recordatorio de la conciencia solitaria y del mundo real que esas ficciones usurpan.
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sábado, 14 de febrero de 2015

“LEONEL ES MAS DELINCUENTE QUE YO C . . .”

Por Melvin Mañón

Hay una campaña que pretende mostrar las acusaciones contra Leonel Fernández como parte de una campaña malintencionada, inmerecida y perversa para desprestigiar a un ex presidente. Dicen que todo es mentira. Que un ex convicto no tiene credibilidad cuando no es que niegan la autoría de su denuncia. Ángel Martínez, a quien no conozco pero que se identifica ante los medios como investigador y analista vinculado a las agencias de investigación del gobierno de los Estados Unidos, conocedor del programa estadounidense de protección de testigos precisa en unas declaraciones que: ““Quirino no puede hablar de esos temas sin autorización mientras esté bajo ese programa, sus llamadas son monitoreadas, entre otras limitantes y acuerdos de su libertad, él tiene un sistema electrónico a través del cual los federales monitorean sus movimientos en Estados Unidos, no puede visitar lugares donde se consuma bebidas alcohólicas, ni andar con personas con récords judiciales.

Además, el acápite tres del Programa de Protección de Testigo de EEUU, es claro al impedir que los que se sometan a él tengan contacto u ofrezcan declaraciones a la prensa, lo que me lleva a colegir que Quirino o está jugando una ficha política de EEUU o ha violado el Programa de Protección que el solicitó, con todas las consecuencias que eso le implicaría, explicó Ángel Martínez.

Hay que estar claro en una cosa, si EEUU le dio la autorización a Quirino para hablar es que le van hacer un caso judicial al Ex Presidente Leonel Fernández y al senador Feliz Bautista, o no quieren que el Ex Presidente vuelva al Palacio Nacional”, razonó Martínez”.

El mismo argumento, sin los detalles aportados ahora por Martínez, se había publicado con mi firma en al menos tres artículos a fines de octubre y principios de noviembre del año pasado titulados: “Atando Cabos”, “Una situación complicada” y “De lo que está en juego”. Entonces, muchos no me creyeron. Hoy ha cambiado la situación y cada día está más y mejor documentada.

De la lucha contra la corrupción pero ya precisando, sindicando, conociendo evidencia e implicaciones nuestra prensa no dice nada, no opina, no informa, no comenta, no condena, solamente ignora. En cambio, todos los días traen publicaciones escandalosas, provocadoras, frecuentemente incitantes con evidencia o denuncias antihaitianas, muchas veces fabricadas para servir la finalidad de una masacre de haitianos que nos haga olvidar todos los crímenes de corrupción centrándonos en los haitianos como chivos expiatorios. Nos engaña esa prensa a nosotros que tranquilos sino gustosos, aceptamos la mentira. Pero, en todas partes se sabe lo que es verdad. La denuncia contra Leonel es parte, en efecto, de una campaña, pero montada por los Estados Unidos que no quieren su regreso y quizás quieran otras cosas que mucho nos alegrarían. La complicidad y el encubrimiento han sido en este país tan graves que los mismos EEUU se han visto obligados a empujar y forzar a las autoridades a actuar. Es increíble el grado de desorden e impunidad donde hemos caído. Ahora es bueno recordar que si antes, los banqueros poderosos fueron enjuiciados y condenados eso aconteció por presiones de la banca internacional, no por iniciativa dominicana. Ahora es la misma historia. Leonel será juzgado por presiones inevitables de los EEUU no por vocación, desarrollo ni madurez política de los dominicanos.

Nuestros jueces y fiscales que antes rechazaron todos los pedimentos de justicia y denuncias y querellas presentados contra estas personas se engañan a sí mismos y a nosotros faltando a su deber. Lo hacen por su propia cuenta y riesgo. En todas partes se sabe que las denuncias y evidencias contra Leonel no son producto del celo de funcionarios locales sino pruebas aportadas desde fuera, por los EEUU. No habían prosperado antes porque él compró previamente el blindaje que hoy lo protege pero he dicho y repito ahora que si es verdad, como afirmo, que los EEUU están detrás de Leonel, cuando se convenzan de que la justicia local no va a hacer nada (si llegamos ahí), iniciarán procesos contra él en otras jurisdicciones. Frente a esta situación, la sociedad dominicana está cometiendo un error mayúsculo. Estamos dejando solos a quienes están persiguiendo a los corruptos en lugar de estar atentos, sobre ellos, alentando, empujando y participando. Pero, como señalé en un artículo anterior titulado LA CONSPIRACION PERFECTA la gente de Leonel y compartes han sido tan efectivos que tienen al país dormido con el tema haitiano, la gente dividida, ofuscada y embrutecida con un maldito nacionalismo patriotero y vergonzante que solamente tiene vigencia contra los haitianos porque por lo demás les importa el resto. Ellos no son nacionalistas frente a la Barrick que nos roba el oro, ni Falconbridge que depreda y amenaza, ni con las corporaciones, bancos, y sobre todo empresas eléctricas que nos abusan y saquean. Ahí ellos no son nacionalistas ni patriotas. Que pena y vergüenza me da la perversidad de unos y la ignorancia de otros pero reconozco que en el plano mediático los de Leonel han sido efectivos. A esas denuncias de subido tono antihaitiano se presta la prensa a diario. Contra los corruptos del patio no publican nada.

La misma historia con la maldita sentencia que desnacionalizó a miles de dominicanos de origen haitiano. Los que instrumentaron esa monstruosidad jurídica sabían que podían engañarnos a nosotros pero no contaron con la dureza del repudio internacional. Cuando ese repudio cogió fuerza, nos llamaron a defender la patria frente al intervencionismo extranjero de ONGs pagadas y sobornadas por una conspiración anti dominicana. Un montón de bobos locales se creyó la historia. En el extranjero nadie. Eso no es todo. Cuando esos mismos organismos internacionales le torcieron el brazo al gobierno dominicano -y más precisamente a los que dentro de este han promovido el repudio a los haitianos como pantalla para distraer nuestra atención de la lucha contra los corruptos-, buscaron una solución de “documentar o regularizar” a los mismos que habían desnacionalizado pero en la práctica, hicieron todo lo posible y parte de lo imposible también para bloquear, incidentar y negar lo mismo que de palabra habían concedido. De nuevo, la misma práctica. Negar en los hechos lo que se promete de palabra y creyendo que, nosotros con la prensa vendida no nos daremos cuenta del engaño pero sin aceptar que fuera del país todo el mundo sabe lo que pasa, se burlan de nosotros, nos irrespetan y pronto empezarán a sancionarnos de diversas maneras. Los más perjudicados serán los dos millones de dominicanos en el extranjero. Nos vocearán e insultarán y en algunos casos nos agredirán como genocidas de haitianos.

Siempre creemos que podemos engañar a otros fuera del país con las mismas trampas y mentiras que engañamos a los dominicanos dentro.
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martes, 10 de febrero de 2015

PREOCUPACIÓN ANTE AMENAZA

Por Fernando Rodríguez Céspedes

Tan preocupante para la sociedad resulta la amenaza esgrimida por algunos fanáticos patrioteros, de nuevo cuño, contra varios periodistas de reconocida trayectoria profesional, como la actitud o posiciones de ciertos comunicadores que, aunque "condenan" las mismas, justifican los motivos que las originan.

El fanatismo racial, religioso, patriotero o de cualquier otra índole es peligroso y más cuando se promueve abiertamente por algunos medios de comunicación de incidencia popular y las redes, apoyado desde algunas oficinas gubernamentales donde medran personajes de tenebrosas trayectorias políticas.

La denuncia pública de Juan Bolívar Díaz, Luis Eduardo Lora, Amelia Deschamps y Roberto Cavada, debe ser tomada en serio sobre todo porque las amenazas no se hacen desde el anonimato sino abiertamente, en lugares públicos y hasta por los medios televisivos como es el caso del homicida convicto, Luis Díaz Estrella, condenado judicialmente, por mala práctica médica.

El denominado Movimiento Patriótico Independiente, debe ser seriamente investigado por las autoridades, y personeros como el ex pacoredo señalado, ser sometidos a la justicia por incentivar públicamente el asesinato de los denunciantes, con una desfachatez propia de quien se siente sobreprotegido.

Bien hizo el presidente Danilo Medina en designar una comisión de alto nivel para que visitara a los periodistas amenazados y les garantizara el apoyo de las autoridades en las presentes circunstancias, como forma de advertir a los "nacionalistas," que el gobierno no apoya los desafueros denunciados.

La hoja de servicios a la patria y a la democracia de los comunicadores amenazados, su demostrada independencia de criterios y honradez en el ejercicio de su profesión, están fuera de discusión. Debemos apoyarlos contra las fuerzas que, escudándose en un nacionalismo trasnochado, dan riendas sueltas a su odio y racismo anti- haitiano.

Podría también darse el caso de que sectores de la reacción, enraizados en posiciones oficiales de grandes privilegios, aprovechen la campaña desatada contra los referidos periodistas, por sus constantes y valientes posiciones contra la corrupción y el narcotráfico, para tratar de hacerles daño utilizando el furor de los fanáticos nacionalistas.

Todo es posible en un país con una inversión de valores tan grande que hasta los comerciantes mocanos, dedicados a la venta de medicinas falsificadas o vencidas y reetiquetadas, fueron defendidos a piedras y palos por turbas de vecinos que se oponían a que las autoridades actuaran en su contra.

Algo parecido sucedió ante la citación hecha por la fiscal de Santiago Luisa Liranzo al "nacionalista" que llama a matar a los "traidores a la patria", quien se apareció con un grupo de presión que vociferaba contra los periodistas afectados y mantenía una actitud agresiva frente a la fiscalía.

"Cosas veredes, amigo Sancho,"como diría el Manco de Lepanto, Miguel de Cervantes y Saavedra a su fiel escudero.
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sábado, 7 de febrero de 2015

ESTEBAN DÉDALUS Y LA CORRUPCIÓN

Por Andrés L. Mateo

Tomado de Acento.com

Esteban Dédalus es un personaje de la novela “Retrato de un artista adolescente”, del escritor irlandés James Joyce. Seminarista, atrapado en un conflicto moral agudo, solía plantearse preguntas retóricas que dejaban al pensamiento lógico en una encrucijada. Por ejemplo, Dédalus se cuestionaba sobre lo siguiente: “Si una persona que habiéndose encontrado mil pesos, y sabiendo quién era el dueño, con esos mil pesos emprende un negocio que lo hace millonario, en caso de que transcurrido un tiempo se vea obligado a devolver lo encontrado ¿debería devolver los mil pesos o los millones que ha logrado acumular con ellos?

Dédalus es un personaje al que James Joyce trasiega de una novela a otra, y por eso sabemos que sus ejercicios mentales eran una manera de fortalecer su espíritu. Pero valdría la pena plantearse teoremas éticos de ese tipo en nuestro país.

¿Qué es lo que debe devolver un corrupto dominicano que haya acumulado una de esas fortunas obscenas desfalcando al erario?

Dédalus se quedaría estupefacto en su moral cristiana, porque entre nosotros lo único que devuelven es el cinismo, o ayudan a formar los pactos que llevan al poder, o se hacen candidatos comprando partidos, o contratan a los abogados de alta facundia para que los conviertan en héroes, o se hacen Senadores y hasta se creen capaces de escribir libros pintándose como gladiadores invictos. Yo creo que la cultura aún no ha encontrado un lenguaje para articular las nuevas interpretaciones con las que tratamos de convivir. Ahora no se puede mirar la existencia armado de valores, ni proclamar un verdadero desprecio por antivalores como la corrupción. Lo que hemos aprendido, porque nos lo viven enseñando los políticos de todos los partidos día a día (y los poderes fácticos también) es que la dominicanidad está acosada de ausencias, y no hay culpables. Caminamos al filo de la navaja, y quién sabe si nos impongan la necesidad de descargar la memoria, como se descarga un inodoro, o como un adolescente se arroja al precipicio, ardiendo en el desdén de la amada. El caso es que ya no hay sonrojos, y se legitima el corrupto en la jugada política, y hay como un baño lustral que les da brillo a los “líderes” que practican y son permisivos con la corrupción.

¡Pobre Esteban Dédalus, si viviera con nosotros! ¡Si pudiera ver ese juicio del Senador Félix Bautista por televisión! ¡Si observara a la juez suplente que soltó al turpén del Partido Reformista que vendía millones y millones de pesos de medicinas falsas para uso de los hospitales públicos! ¡Si viviera la prostitución de las instituciones destinadas a combatir el crimen, convertidas ellas mismas en deleznables arquetipos de corrupción! ¡Si se mordiera la lengua escuchando un discurso de Leonel Fernández! ¡Si se tragara las lágrimas observando la arrogancia y la abundancia de bienes desplegadas sin ningún rubor por los “discípulos” de quien fue un gran líder de verdad, y se murió sin nada material que lo empañara!

Aprendería que nuestra inocencia fue soñar con un régimen de progreso sustentado en nuestras suposiciones idílicas de que el mundo se mueve en un orden lineal, una secuencia histórica y una transparencia moral. Que nuestro tránsito de la dignidad a la humanidad, desde el fin de la era de Trujillo hasta acá, jamás se ha consumado. Pues no. ¡Jódanse!-exclamaría Dédalus- Lo que hay es este eterno transcurrir inacabado. ¡Éste país es una circularidad inagotable! ¡Todo regresa! Y no hay culpables. ¿Qué es lo que se bambolea de Santana a Báez, de Lilís a Cáceres, de Eladio Victoria a Horacio Vásquez, de Trujillo a Balaguer, de Balaguer a Leonel Fernández, de Leonel Fernández a Hipólito Mejía? Un mundo dividido entre pendejos y corruptos. Vivimos debajo del umbral de la vergüenza. Octavio Paz decía que siempre en la historia es noche y es deshora. Puede que sea demasiado tarde, y ya los pendejos como Esteban Dédalus no se estén preguntando qué hacer si en el camino se topan con unos milloncitos. Puede que todo se pueda, y al final, Esteban Dédalus es un buen pendejo derrotado; como yo.
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