domingo, 12 de enero de 2014

MIGUEL ANGEL FORNERÍN Y EL AFÁN DE CANON

A Miguel Angel Fornerín no se le da ni una cosa ni la otra. Por alguna razón está empeñado en establecer un canon o en trazar líneas verticales de esto y de lo otro en relación con la literatura dominicana. Es una manía de académicos, de críticos de aulas que pretenden poner los puntos sobre las íes en un tiempo en que los signos importan un bledo.

Los cánones literarios eran establecidos en el pasado por académicos y críticos de alto vuelo y los lectores creían en ellos como seres de luces. Ahora es distinto, todo está al revés o finalmente al derecho; los lectores no necesitan guías porque los orientadores son enanos de circo que no alcanzan la estatura que se espera de ellos.

El último canon que ha querido establecer Fornerín, desde un centro docente de Puerto Rico, es el de la poesía dominicana. Con esa idea descabellada concluyó sus colaboraciones de 2013 en el suplemento Areíto, del diario dominicano Hoy.

Luego de presentar una descarga de datos inundados de títulos de estudios sobre poesía dominicana y lo que parece ser un texto publicado con cierta desesperación, Fornerín nos dejó el fin de año colgados de una interrogante y una promesa: “¿cuál es el canon de la poesía dominicana? Esta pregunta la responderé más adelante”.

La promesa del “más adelante” pudo haber tardado más de lo pensado y mientras eso llegaba los lectores de poesía dominicana habrían quedado petrificados para no perder el tiempo con obras no recomendadas por Fornerín, que finalmente cumplió su palabra con una primera entrega de 2014 para el mismo suplemento Areíto.

Como los cánones están supuestamente llamados a nombrar genios de acuerdo con un genio mayor, no quiero imaginarme cuántas veces le habrá sonado el teléfono a Fornerín o cuántos mensajes electrónicos habrá recibido de parte de poetas que no querrían perder el privilegio de aparecer en el anunciado canon. Sin embargo, puede esperarse que Fornerín sea un hombre tan serio que haría todo lo posible para no doblegarse ante cualquier propuesta indebida, y que sería fiel a sus principios academicistas.

También debemos reconocer que solo a un hombre serio se le ocurre retomar la anticuada idea de un canon que además no conducirá a ninguna parte, pues ni siquiera el crítico estadounidense Harold Bloom logró establecer uno que convenciera cuando publicó en 1994 su archiconocido estudio “The Western Canon: The Books and School of the Ages” (El canon occidental), en el que analiza textos de 26 autores como Dante, Shakespeare, Cervantes y hasta del menos clásico Jorge Luis Borges, y que según él, Bloom, son fundamentales para entender la cultura occidental.

A toda esta, y lo más divertido de este tipo de episodios literarios de los claustros académicos de nuestros días es que al final uno se pregunta, en este caso específico, ¿quiénes serían los protagonistas de la nueva película “estética” de Fornerín? ¿Quiénes serían los buenos y quiénes los malos? ¿Cuántos actores y actrices participarían en el elenco canónico?, y si el mismo incluiría a ciertos beatos de la “poiesis” de la diáspora.

Estoy convencido de que a veces solo basta poner atención a un anuncio para darnos cuenta de la calidad de la película. Pero los boletos están listos y hay entradas libres para el estreno de este nuevo episodio literario de Miguel Angel Fornerín, que ya anunció un elenco de 30 poetas “clasificados” por él en el panteón canónico de la academia. Sin duda, la palabra muere en las aulas.

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