miércoles, 11 de septiembre de 2013

MIENTRAS TODO A NUESTRO ALREDEDOR CAMBIA, SOMOS…

UN PAÍS ENTRETENIDO, DE ESPALDAS AL FUTURO
Por Argelia Tejada Yangüela
Doctora en sociología cuantitativa (PhD) y maestría en teología
gelin33@gmail.com


Desde finales del Siglo XX los escándalos de abusos sexuales por sacerdotes y hermanos religiosos de la iglesia Católica, llenaron los tribunales y colmaron las páginas de la prensa y del Internet, primero en los países desarrollados de habla inglesa, y luego en toda Europa, país por país. Ninguna prensa dominicana se hizo eco de los sucesos.

¿Por qué? Muchas son las causas que se confabulan para mantener a la sociedad dominicana y de otros países pobres del mundo en la ignorancia de los hechos de pederastia clerical, y de los efectos que en las últimas décadas han dejado seminarios y pulpitos vacios en el hemisferio Norte.

Nuestras sociedades ignoran los hechos que han acelerado el proceso de secularización en Europa y los países desarrollados de habla inglesa, aumentado las filas de los que no profesan ninguna religión, que numéricamente constituyen el tercer grupo en la escala de profesión de fe religiosa mundial, en el que todas las formas de cristianismos ocupan el primer lugar y los de Islamismo el segundo.

Pero la razón más importante para explicar la ignorancia y el silencio mediático de hechos de pederastia eclesial que sacudieron las creencias religiosas en las últimas décadas, la hayamos en la conjunción de dos condiciones: (1) el adoctrinamiento religiosos de las facultades y los sentimientos personales desde la infancia y desde la niñez en la escuela; y (2) en la incapacidad de los países pobres para satisfacer las expectativas de las sociedades contemporáneas.

Estas dos condiciones posibilitan que pedófilos encuentren en el sacerdocio católico o la pertenencia a una orden de hermanos religiosos, la situación ideal para satisfacer su apetencia sexual con menores, sin llamar la atención, sin trabajar para su sustento, y haciendo lo que les gusta: rodearse de menores.

No ejercerían esta atracción en niños o jovencitas de clase media, con padres que saben enriquecer sus ratos de ocio con clases particulares y actividades culturales y deportivas; y con escuelas y tareas que les absorben gran parte del día. En cambio, la niñez y adolescencia pobre, deserta de la escuela pública a temprana edad, y cuando permanece, la tanda escolar le ocupa de 2 ½ a 3 horas de clase, situación que esperamos haya cambiado actualmente en escuelas con una sola tanda.

Sus padres, absortos en sobrevivir, están incapacitados de llenarles el tiempo sobrante con actividades deportivas, culturales, o recreativas. Esta gran ausencia de satisfacción de necesidades mentales y afectivas del ser humano, es la que llenan los depredadores sexuales clericales. Lo hacen creando grupos de rescate como el de Juncalito, coro de niñas como el de Constanza, grupos de pastoral juvenil como los de Bonao, y albergue de niñitas de hasta cinco años que fueron usadas para satisfacer la pedofilia de sacerdotes en Higuey. Esta oportunidad no se le ofrece a un soltero cualquiera en una comunidad, pero se lleva al extremo cuando el soltero es un sacerdote.

Esa fe ciega e irracional perdura porque es la esperanza de justicia de los que no encuentran justicia en sus sociedades; la esperanza de igualdad de los pobres; la esperanza de libertad de los que carecen de medios para ser libres y acceder a una vida digna. Es en fin, la única esperanza de los desposeídos del planeta de realizar sus sueños, aunque sea después de muertos. Ese es el poder de la religión y de la fe.

Ese mundo de esperanza de los desposeídos representa el fracaso de los sistemas políticos y socio-económicos para satisfacer los ideales de la Revolución Francesa, de libertad, igualdad y solidaridad. Su ausencia imposibilita que las constituciones democráticas sean efectivas. Por eso, las élites están conscientes de la importancia de la religión para controlar la población y evitar que ocurra en sus países lo que ocurrió en Francia en 1789, imitado a través del planeta.

Por eso la complacencia entre líderes políticos y religiosos. Ambos intentan desviar el sueño de igualdad y libertad de una población mundial con crecimiento desembocado en un planeta con recursos limitados, hacia un mundo del imaginario, mientras no aparezca un nuevo planeta y la tecnología para colonizarlo.

Las multinacionales que controlan los recursos globales no escuchan el llamado de la ciencia de que el planeta está alcanzando el momento de no retorno, y es necesario cambiar. Cambiar estilos de vida. Cambiar fuentes de energía. Cambiar todo lo que produzca contaminación. Reciclarlo todo y parar la civilización consumista que destruye el planeta.

Como isla, deberíamos ocuparnos del aumento de huracanes y tormentas y del descongelamiento de los icebergs que ya está subiendo el nivel de las aguas marítimas y desalojando poblaciones isleñas en Asia hacia otros países con lugares seguros. Deberíamos estar preocupados por la desforestación y sus efectos en República Dominicana y en Haití, y tener un plan para movilizar poblaciones, socorrer refugiados, contar con autosuficiencia alimentaria e hidráulica y sustituir la industria turística con industrias del conocimiento antes que las playas desaparezcan cuando los océanos suban de nivel.

La adaptación a un planeta cambiante la hacemos a través de la ciencia, cada vez más alejada de nuestras universidades, nuestras escuelas, y nuestra juventud. Con poblaciones viviendo de cargos políticos cada vez más dependientes de los extranjeros que están más interesados en nuestro oro y los recursos de nuestra tierra que en la permanencia y el desarrollo cultural y autogestionario de una población históricamente despreciada por su raza.

Tomado de acento.com.do

No hay comentarios:

Publicar un comentario

galley472@yahoo.com