miércoles, 7 de agosto de 2013

JUAN BOLÍVAR DÍAZ SANTANA

Por Francisco Alvarez Valdez

Una mañana del año 1997 me presenté al programa Uno más Uno para ser entrevistado en mi condición de representante de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), que entonces formaba parte de una coalición de organizaciones que trabajaba el proceso de selección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Allí me conoció Juan Bolívar Díaz, pero yo lo conocía y seguía desde hace mucho tiempo.

El contacto con Juan continuó en el trabajo de la coalición, en su calidad de miembro de Participación Ciudadana (PC).

Entusiasmado por la pasión con que Juan defiende todas sus ideas, me acerqué a PC y me inscribí como observador en las elecciones de 1998 y luego me inscribí como miembro y pude interactuar con tanta gente valiosa tanto del equipo técnico como de los voluntarios, como Juan. A los pocos meses ya estaba en el Consejo Nacional de PC en compañía de Juan, posición que me permitió conocer aún más profundamente no ya al periodista sino al ciudadano comprometido, al trabajador incansable, al voluntario siempre dispuesto.

Nuestra primera experiencia como miembros iguales en el Consejo Nacional de PC fue un poco complicada debido a la vehemencia con que ambos defendíamos nuestras respectivas posiciones. Eran verdaderas batallas campales. Nuestra relación de trabajo voluntario continuó, cada vez con más armonía, pero sin menoscabo de la independencia de cada cual.

Fui testigo de primera línea, en la diferencia y en la coincidencia, del compromiso de Juan Bolívar Díaz con su país, de su integridad e imparcialidad en la presentación y defensa de sus posiciones. Los comentarios que me habían hecho sobre el supuesto perredeismo de Juan, tuve luego que sufrirlos yo mismo en carne propia cuando pretendían hacer creer que mis posiciones tenían por sustento simpatías partidarias.

Los cuatro años que gobernó el PRD entre 2000 y 2004 me permitieron comprobar cuán equivocados estaban aquellos que entendían a Juan como un periodista comprometido con el PRD. Una buena parte de los documentos críticos del gobierno publicados por PC en ese período, fueron escritos por Juan Bolívar Díaz.

Mi trabajo en PC endureció mi epidermis, pues no había otra forma de soportar los continuos ataques, insultos y hasta amenazas que recibíamos por realizar un trabajo verdaderamente independiente. Fuimos y seguimos siendo blanco predilecto de comunicadores y miembros de partidos que defienden intereses partidarios sin detenerse ante nada.

Claro, existían objetivos favoritos y Juan siempre ha sido el principal. Muchas veces sonreía cuando escuchaba que le atribuían responsabilidad hasta en temas en los cuales era completamente ajeno. Ese es el precio que se debe pagar cuando se es un líder, y eso es lo que ha sido y es Juan para muchos, incluyéndome. El de Juan es un liderazgo basado en los principios que sustentan la democracia verdadera. También está basado en compromiso, pero con esos principios. Y en esfuerzo, pues no rehuía el trabajo.

En estos días se ha tocado fondo pero se quiere seguir excavando para lograr mayores profundidades en el insulto, en la difamación, en la injuria.

Todo comenzó cuando Acento.com.do publicó un trabajo de investigación sobre la declaración jurada de mi profesor Marino Vinicio Castillo, cabeza actual de la Dirección Nacional de Ética e Integridad Gubernamental. El trabajo estaba bien documentado y demostraba errores al declarar sus bienes materiales, lo que en mi opinión fue un descuido inexcusable. No pensaba ni pienso que existió intención de ocultar bienes, pero no cabía duda alguna de que la declaración jurada fue tratada como algo en lo que no es necesario emplear mucho tiempo ni al mejor personal para hacerla correctamente.

Luego escuché a mi profesor tratar de explicar las razones: había comprado algunas porciones de terrenos en la sucesión familiar y era costumbre en la familia no ejecutar los traspasos en el registro de títulos correspondiente, ignorando que admitía la violación de una ley que obliga a traspasar los inmuebles dentro de los seis meses de su adquisición bajo sanción de multa, lo que ha sido dispuesto así para poder recaudar oportunamente los impuestos de transferencia de las propiedades inmobiliarias.

También lo escuché señalar que no tenía cuentas bancarias ni tarjetas de crédito pues no las necesitaba, ya que su oficina de abogados le pasaba los fondos necesarios para el sostenimiento de su hogar. Me cuestioné: ¿sin pasar por ningún banco? ¿en efectivo? ¿el asesor presidencial en materia de lavado de activos?

Juan decidió escribir uno de sus interesantes y bien documentados artículos dominicales sobre la falta cometida por el Director Nacional de Ética e Integridad Gubernamental, y La Respuesta recibida tanto del Director como de su hijo Vinicio Castillo Semán, ha sido puro insulto, el uso intensivo de los peores adjetivos calificativos posibles, sin respetar ámbito, incluyendo a su esposa Ada Wiscovitch, a su hermano y a cualquiera que pueda generar dolor y preocupación en Juan.

El caso de Ada, la esposa de Juan, es interesante. Ella es suplente en el Consejo de Directores del Banco de Reservas desde hace ya muchos años. Es una mujer extraordinariamente competente y con amplia experiencia y se ha ganado por mérito propio continuar en esa posición a pesar de los cambios de gobierno. Y su caso es precisamente la mejor forma de ilustrar la independencia de Juan Bolívar Díaz, quien sin tomar en cuenta lo que pudiera ocurrir con la posición de su esposa en un banco estatal, ha criticado, cuando ha debido hacerlo, a todos los gobiernos de los últimos años.

Esta campaña de insultos sin fundamento no disminuirá a Juan Bolívar Díaz y por el contrario le llenará de satisfacción, pues al igual que yo muchos otros y otras seguirán expresando solidaridad y ofreciendo testimonio de la trayectoria de su vida, tanto públicamente como en privado.

Yo concluyo agradeciendo a mi profesor, Marino Vinicio Castillo y a su hijo Vinicio Castillo Semán, la oportunidad que me han ofrecido para revelar públicamente la enorme admiración y respeto que siento por un periodista y ciudadano ejemplar, cuyo ejemplo trato afanosamente de seguir, pero cuya estatura estoy convencido de que jamás alcanzaré, pues se trata de un umbral muy alto, en una sociedad tan defectuosa como en la que vivimos.

Tomado de acento.com.do

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