jueves, 31 de enero de 2013

LA OPINIÓN DE MELVIN

NO VA A FUNCIONAR
Por Melvin Mañón


El plan que para el control de la delincuencia anunciará próximamente el gobierno, no funcionará. No puede funcionar.

¡Pero Melvin, carajo! dale al menos una oportunidad. Tú ni siquiera conoces el plan y ya pronosticas que no va a funcionar. ¿No te parece injusto e imprudente?

No va a funcionar. Repito y no tengo que escuchar ni leer el plan. Puedo, categóricamente, afirmar que un plan que no conozco ni ha sido anunciado no va a funcionar por una sencilla razón: la credibilidad de un plan para el control de la delincuencia depende, en primer lugar, de la capacidad para transmitir a las instancias ejecutoras de dicho plan, la voluntad y la decisión de la cual carecen a pesar del hecho de que esas instituciones existen para cumplir esas funciones.

¿Por qué carecen esas instancias de credibilidad? Porque todos los involucrados en la cadena de mandos saben, perfectamente bien, que los grandes delincuentes están protegidos, no serán tocados, ni siquiera investigados, que se trata de cubrir las apariencias, de quedar bien, políticamente hablando mientras se sostiene y difunde una versión de palabra que es negada en los hechos.

Un gobierno que se niega a investigar a la cúpula corrupta de su propio partido encabezada por Leonel Fernández no tiene autoridad moral para insuflar la voluntad y determinación que necesita la fuerza de orden público para actuar. Los policías y militares del país que todavía no se han corrompido se dieron por vencidos y hace tiempo que están resignados a que este país se jodió. Para sacarlos de esa modorra, necesitan ejemplos, modelos, estímulos, gratificación del cuerpo social, reconocimiento del estamento político y eso, el gobierno no puede suplirlo.

Cuando el Sr. Danilo Medina califica a quienes insisten en perseguir la corrupción de tirar piedras para atrás está descalificando a esas personas, pero, en realidad, se descalifica él mismo. Esa declaratoria contiene el elemento inhibitorio fundamental que, por encima de cualquier y todos los intentos por ser o parecer decente haga este gobierno. He dicho y reitero que garantizando impunidad a la cúspide no se puede esperar austeridad y respeto más abajo. La disciplina de un ejército y la de una sociedad dependen del clima en medio del cual se proponen e implementan. El respeto a la cosa pública y la honestidad solamente florecen cuando forman parte de la valoración de la estima pública. La prevaricación y el peculado prosperan cuando los listos son premiados por encima de los capaces y cuando es de buen gusto tener éxito sin importar el precio para alcanzarlo.

Hace muchos años, Roberto Marcallé Abreu, cuando era todavía un joven periodista del periódico “El Nacional”, se disponía, según sus propias palabras, a redactar una breve crónica de un discurso de Jorge Blanco que él no había escuchado. ¿Y como puedes hacerlo? Le pregunté entre asombrado y divertido.

-Jorge Blanco es enteramente predecible- me contestó- uno siempre sabe lo que va a decir.

Por eso mismo me adelanto. Ningún plan de este gobierno contra la delincuencia va a funcionar a menos que matar más delincuentes por día se considere un plan. Ahora bien, cuando este gobierno quiera de verdad proteger a la ciudadanía contra la delincuencia que empiece por donde hay que empezar y al hacerlo tendrá todo un pueblo convencido de que va en serio, colaborando con ese plan, confiando en ese plan y retransmitiendo a todas las demás instancias la voluntad y determinación imprescindibles para hacerlo. Todo lo demás no merece ni siquiera el tiempo de escribir un artículo como este.

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