martes, 27 de noviembre de 2012

ALABAO, SEÑOR, ALABAO

DIOS Y LEONEL
Por Haroldo Dilla Alfonso


El pasado discurso del expresidente Fernández ha sido analizado con tanta meticulosidad por los economistas y por quienes no lo son, que no hay manera de hablar de ello sin ser redundante. Se ha dicho que oculta algunas informaciones y manipula otras, que miente, que exagera, y que es resultado de la desesperación política. Pero si así fuera, no habría muchos motivos para asombrarnos, porque nuestros establos políticos están llenos de manipuladores, mentirosos, ocultadores de información y desesperados.

Y el expresidente Fernández no es otra cosa que una criatura de la peor política dominicana, más listo que buena parte de sus congéneres, pero ni más púdico, ni más elevado moralmente que ellos. Solo, repito, más mañoso.

Tampoco es un intelectual, en el sentido de que produzca ideas nuevas. En realidad nunca lo fue y solo es capaz de reiterar –con buena oratoria- unas pocas ideas sencillas, tomadas de otros anaqueles sin pedir permiso y barnizadas con la fraseología de moda que le escucha al jet set que merodea FUNGLODE. Sus imágenes son baratas –como aquel desaguisado del Nueva York chiquito- y aunque nunca le faltan intelectuales reales que le dedican loas y guiñitos (las mesadas obligan) en el fondo, y en lo más recóndito de las intimidades, lo desprecian. Pero está muy lejos de ser un intelectual. Siquiera de poder “conceptualizar” (si se trata de elaborar conceptos) tal y como una vez reclamó para desprestigiar a sus oponentes políticos.

Hay, sin embargo, algo que sí distingue al expresidente, y es su vocación de fundador. Aunque realmente no ha fundado nada y ha dejado todo tan mal o peor que como estaba, Leonel Fernández está convencido de que es el protagonista de una nueva era en la historia nacional, que en algún momento identificó como una revolución democrática. Esto es muy visible en su discurso donde afirma que no solo construyó no sé cuántos hospitales, sino que produjo “una profunda transformación del sistema de salud”; mientras que en la educación no solo edificó tantas aulas como nadie, sino que adelantó “una obra destinada a cambiar la naturaleza de la educación superior”. Y en general ejecutó “una inmensa y memorable obra de gobierno”, que, de la mano del “todopoderoso” (me refiero en este caso a Dios, no al expresidente) “iluminará nuestro camino hacia la conquista de nuevas metas de paz, de progreso y felicidad para el pueblo dominicano”.

Definitivamente, se ve a sí mismo como un tremendo tipo por encima de todos los dominicanos(as) –premodernos que nunca entendieron la irrelevancia del 4 %-- como el hombre del destino de aquellas costosas vallas en que escudriñaba, pensativo, un horizonte esplendoroso. Y que siempre me recordaron las películas norcoreanas del realismo socialista en que el joven Kim Il Sung invariablemente aparecía liado al amanecer, los soles grandes y un horizonte a la mano.

Y es curioso que en uno de los escuálidos actos convocados por el PLD para apoyar a su maltrecho líder, una periodista de este mismo órgano mencionaba a una muchacha que reclamaba una relación especial entre Dios y Leonel. Lo creo, porque al final en las vallas de corte norcoreano solo le faltaba un halo celestial para pasar definitivamente al campo divino.

Y que haya sido una joven, me ayuda aún más a entenderlo, porque con seguridad su corta vida le ha impedido conocer lo que ha significado para el país esos desbordes irresponsables de culto a la personalidad que el propio expresidente consiente y tolera.

Esta ansiedad del expresidente por aparecer como un predestinado a fundar un nuevo orden –y la existencia de una tropa de lambones tarifados que lo secundan- es otra de las razones por la que hay que poner un alto a la arrogancia enfermiza de Leonel Fernández en la política. Y revertir todos los pasos autoritarios y represivos que se dieron en los últimos ocho años, incluyendo esa Carta Magna homofóbica, xenófoba y antifemenina que ha establecido las bases para una verdadera dictadura constitucional.

Porque eso de Dios y alguien más ya lo sufrimos (y lo seguimos sufriendo aún) en la larga jefatura de otro mañoso que se creyó predestinado. Y llegará el momento, como se quejó un parroquiano en los inicios de la Era, en que no será posible ni cagarse en Dios sin salpicar al compadre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

galley472@yahoo.com