lunes, 8 de octubre de 2012

ALBRICIAS DESDE EL NUEVA YOL CHIQUITO

DEL NUEVA YORK CHIQUITO A LA "TRIPITA" PAGANDO ITBIS
Por Margarita Cordero
7dias.com.do


El pasado 27 de febrero, frente a la Asamblea Nacional, Leonel Fernández pronunció un discurso de despedida (transitoria, lo sugeriría más adelante) construido con antinomias: al desastre sin precedentes del gobierno de Hipólito Mejía opuso los éxitos, inéditos en la historia republicana, de sus últimos ocho años de gobierno.

La imagen con la que abrió ese discurso es antológica: las torres semejantes a rascacielos, la densidad del tráfico, la amplitud de las avenidas, la red de elevados, le convencían, cuando sobrevolaba la ciudad, de que el sueño estaba cumplido: había logrado convertir a Santo Domingo en un Nueva York chiquito.

Casi ocho meses después, un gobierno de su propio partido y en buena medida hechura de su voluntad política, somete a la sociedad dominicana una propuesta de reforma fiscal que en la prolijidad del detalle diluye con la efectividad del aguarrás el barniz de progreso con el que Fernández cubrió la realidad dominicana. En este Nueva York chiquito, hasta la arepa y el mondongo pagarán ITBIS.

El discurso de Danilo Medina ante el Consejo Económico y Social no fue televisado, como el de Fernández el 27 de febrero último. Tampoco tuvo la maratónica extensión de este, y transitó a siglos luz de sus contenidos. Mientras Fernández se regodeó de manera hedonista en sus supuestos éxitos económicos, sociales y políticos, Medina hubo de hacer dos cosas igualmente patéticas: confesar que la presentación de la propuesta de reforma fiscal era para él un trago amargo y la admitir la particular gravedad del momento económico. “La realidad es dura”, dijo textualmente.

Después de él, y ya frente a las cámaras a las que está permanentemente expuesto desde hace años, el ministro de Economía, Temístocles Montás, transitó sin escala del blindaje de la economía a la insostenibilidad fiscal del presente. Reveló, entre otras cosas, dos datos impactantes: el monto del déficit fiscal consolidado –un 8 % del PIB y 170 mil millones en dinero contante y sonante, casi tres veces el hoyo de Baninter— y la triplicación del gasto en infraestructura, hasta el 6 % del PIB, el más alto (y más irresponsable, aunque no lo dijera) de los últimos 30 años.

En su discurso del 27 de febrero, Leonel Fernández dijo otra cosa: “En los últimos cuatro años, el déficit del sector público no financiero se ha mantenido próximo al 2.9 % del PIB, mientras que el déficit del sector público consolidado, que incluye al Banco Central, se ha situado alrededor del 4% del PIB”.

Es decir, el entonces presidente Fernández, las razones pueden inferirse, ofreció al país una cifra recortada a la mitad. La verdadera, revelada este jueves por Montás, contradice la oronda afirmación presidencial de entonces, encajándo al país un "uppercut" que lo manda a la lona.

Como también contradice Montás las razones del déficit ofrecidas por el entonces mandatario. Son ellas, según el ministro, el subsidio a la electricidad, y en eso coincide con Fernández, pero también el ya señalado gasto faraónico en infraestructura, dato que el exmandatario omitió en su momento para presentar como corresponsables, pero también testigos de descargo, el subsidio de “los precios de varios productos alimenticios y el consumo del GLP a los sectores más pobres de la población” y a la recapitalización del Banco Central, herencia nefasta del sulfuroso gobierno de Hipólito Mejía que terminó en 2004.

Releer el discurso de Fernández ante la Asamblea Nacional a la luz de lo sucedido este jueves, ayuda a encontrar claves para entender algunas de las perversidades del discurso político que sentó reales durante los últimos ocho años apuntalado por un plan mediático cuyo costo para el fisco deberá ser revelado algún día.

“La realidad es dura. En este momento se requiere del esfuerzo y sacrificio de todos para que podamos reencauzar el crecimiento y el desarrollo sostenido del país y a eso es que apelamos”, dijo Medina este jueves y en eso dicho está desnuda verdad del momento que afecta al país. Entre esta confesión desesperada y la autocomparación megalómana de Fernández con Hamlet (“¡El mundo está desquiciado!/ ¡Vaya faena, haber nacido/ yo para tener que arreglarlo!”), está una población a la que el Estado obligará a pagar los platos que no rompió.

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