domingo, 22 de julio de 2012

ODIANDO A OBAMA

Por Max J. Castro
majcastro@gmail.com

El otro día iba camino a casa por la autopista US 1 cuando vi algunos mensajes políticos nada sutiles desplegados de manera prominente en la parte posterior de un Jeep. No era una pegatina de parachoques. La principal pieza de propaganda era una enorme caricatura de Barack Obama. La representación traducida en palabras: Obama es Satanás. Justo debajo del retrato mefistofélico decía: “COMUNISTA”. En otro lugar de la parte posterior del tragón de gasolina, otra palabra en solitario en letras suficientemente grandes como para las leyera un débil visual: “MORÓN”.

Quisiera poder decir que mi reacción fue tomarlo todo fríamente, seguir rumbo a casa y, como un adecuado sociólogo académico, sentarme con calma a reflexionar acerca de la multitud de lecturas sociológicas y políticas de lo que acababa de observar. Lo que en realidad hice, con la sangre hirviéndome en las venas, fue tratar de alcanzar al auto y ejercer el mismo derecho de la Primera Enmienda que protegía a la máquina móvil de odio. Lo que intentaba hacer era lanzar contra los ocupantes del auto una filípica.

Por desgracia, el ofensivo conductor estaba demasiado adelantado y el tráfico de la hora punta era imposible de navegar. Para cuando salí a la avenida que me lleva a casa, la sangre me había descendido por debajo de la temperatura de 212F/100C. Me divirtió la idea de que esta pudiera ser la primera vez en la historia de Miami que la intensidad del tráfico impide a alguien hacer algo estúpido. A alguien con tanto vitriolo en su corazón solo se le reforzarían sus creencias si un individuo de barbita le gritaba epítetos hostiles. Peor aún, gente como esa lleva armas de fuego, y en el Salvaje Oeste de la Florida la ley “mantenerse firme” brinda a los propietarios de armas un amplio margen para usarlas cada vez que perciban algo como una amenaza.

Por fortuna me salvó una luz roja y pude seguir viviendo, pensando y escribiendo. La reflexión provocó muchas preguntas y conjeturas acerca de la responsabilidad individual en la muestra del odio hacia Obama. ¿Creen en realidad que Obama, graduado de la Universidad de Columbia y de la Facultad de Derecho de Harvard, donde fue el editor de su prestigiosa revista jurídica, es un discapacitado mental? Quizás el odio ciegue, y el odio absoluto ciegue absolutamente.

La temeridad de esas personas que califican a Obama de morón me hace recordar un chiste que contaba mi difunto padre. Un legislador de la vieja legislatura en la vieja república cubana trató de burlarse de un viejo político zorro preguntándole si el distintivo que llevaba en la solapa representaba a un asno (burro). “No”, respondió el viejo zorro, “es un espejo”.

¿Y dónde han estado estos insultadores durante los últimos treinta años cuando la psicología y la psiquiatría han estado eliminando términos como morón, idiota e imbécil de su léxico profesional? De seguro que aquí mismo. Sencillamente han ignorado tales cambios como simple corrección política.

Obama como Satanás es realmente chistoso. Con la excepción de Jimmy Carter, desde hace décadas no ha habido alguien tan buena persona como él en la Casa Blanca.

Aún más absurda es la acusación de que Obama es comunista. El hombre solo salvó Wall Street y a la industria automovilística con montañas de dinero. El gobierno no recibió una sola acción a cambio. Ciertamente Obama es rojo.

Pero lo principal que el auto con las nalgas venenosas dejó en claro es la importancia sin precedentes que el factor R² va a desempeñar en las elecciones presidenciales de este año. Por factor R² quiero decir la suma de la rabia y el racismo aumentados a la segunda potencia. Se refleja en la virulencia de la iconografía y el texto desplegados en el Jeep. Es lo que impulsa el aborrecimiento virtualmente patológico por el presidente que muestra el Tea Party. Pone nervioso al Servicio Secreto. Puede que sea la fuerza más peligrosa en Estados Unidos.

El odio hacia Obama no es un sentimiento mayoritario en el país, pero tampoco es exclusivo de los demagogos radiales de derecha o los extremistas lunáticos. Está presente en los salones del Congreso, suites ejecutivas, lujosos clubes de golf y parrilladas en el patio. Busquen en Google a “Obama• y “odio” y obtendrán 223 000 entradas. Tan solo uno de esos 223 000 sitios web contiene una sorprendente cifra de 34 500 imágenes de odio como las que vi en el Jeep.

Durante mucho tiempo los republicanos se han beneficiado del factor R². No es una coincidencia que el Sur Profundo, la región más racista del país, es también la más sólidamente republicana. Pero esta vez es diferente. El factor R² ha aumentado durante los últimos cuatro años. La elección de cualquier negro a la presidencia hubiera indignado a cualquier racista recalcitrante. Pero la elección de este presidente negro en particular –excelentemente educado, orador brillante y hombre de familia– ha desconcertado a un sector especialmente amplio de los blancos al destruir todos los estereotipos usados para justificar la opresión racial. Y oigan, él también puede cantar y bailar mejor que ustedes. Obama ha hecho tambalear la comodidad de los blancos de saber que siempre tendrán a alguien a quien despreciar. Y por eso lo odian.

Sin duda esa animadversión se reflejará en las urnas –y esperamos que solo sea allí. Nadie sabe si será suficiente para llevar a la presidencia al prototipo plástico de una persona verdadera que compite con Obama. Lo que sí es seguro es que los que odian están jugando con fuego, y debemos echar agua sobre sus fósforos antes de que nos quememos todos.

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