martes, 5 de junio de 2012

LA PALABRA CUENTA

DESPUÉS DE TODO Y PARA QUE NO SE OLVIDE
Por Benjamín García
Tomado de VILLA BEGA

Pasado este tiempo de alboroto, trivialidades, bocinas ensordecedoras, caminatas inútiles, reuniones etílicas en plena vía pública, promesas vanas, espectáculos malditos, jolgorios de callejones en pantalla chica, mentiras verdaderas con bendición oficial, gritos de sirena para desarmar las verdades, inculcaciones malsanas.

Después de este trajinar de rostros envilecidos y mala memoria inducida, volvemos al clamor verdadero, al grito que nos ha ocupado desde la primera crecida del río donde vinieron hasta carabelas.

Volvemos a nuestro personal corral donde se purgan las penas. A sentir el abandono, a la calle sin asfalto, al puente a medio terminar, al fango del camino prometido donde solo crece la esperanza cuando de Regina algo se espera, que quizá sea un voto. Volvemos a tumbar el pulso a una rutina que nos aplasta hasta dejarnos sin aliento, porque ya no sabemos dónde reclamar seguridad, garantía de energía permanente, abono pa’l conuco, leña pa’l fogón, cumplimiento de la ley y sus resabios.

Ya no tenemos donde acudir para suplir con unos pesos extras el exiguo presupuesto familiar de donde debe salir el pan, la leche, el colegio, el cuidado de la salud, el transporte, con qué ver la novela o mandar a Pedrito a la escuela… ah, y sobre todo, de donde debe salir la tajada con la cual sostener las cuentas de aquellos a quienes corresponde hacernos más distendido el trajinar por esta suerte de nación afincada en espejismos.

“Vuelve el rico a su riqueza, vuelve el pobre a su pobreza y el señor cura a sus misas”, nos anuncia Serrat. A rascarnos con nuestras propias uñas, porque ya la carpa del circo con el “salvapatrias” de turno no vuelve al barrio. Ya no hay espectáculo para llamar la atención, ni abrazos a señoras excluidas por siglos, o cargadera de niños huérfanos de dignidad.

Solo que ahora debe ser distinto. La sociedad ha adquirido la suficiente madurez para reclamar de sus líderes una agenda donde las prioridades sean las de aquellos que entregan el poder con su decisión, no de quienes lo ostenten. Porque Joaco quizás no quiera un puente para su comunidad, sino el rescate del río.

A don Guillermo no le hacen gracia los elevados, pero sería feliz si el tránsito por sus callejuelas se organiza con luces coordinadas y autoridades de calles que inspiren respeto, aún en sus propios jefes. Joselito quiere estructuras nuevas en el modelo de enseñanza, no quiere parqueo en la universidad, ni otra entelequia de centro regional para salcochar profesionales de bajo rendimiento y mucho más baja autoestima.

Es tiempo de levantar la voz, nos hemos ganado el derecho de ser escuchados. Cuando nos invitan a “la fiesta de la democracia” bailamos con alegría y en orden, sin embargo quienes se empeñan en dirigir la orquesta al final siempre la deslucen. Por tanto, si nuestra voz tiene fuerza para determinar el director, también debe tenerla para decirle cuál debe ser la partitura a ejecutar.

Tengo fe, la esperanza se abriga, no solo porque es lo último que puede perderse, sino porque nuestra actitud frente a los dirigentes debe ser otra. Dejar de buscarle para pedir migajas, para procurar su unción y con ello un regalo a la llegada de primavera. Ese no debe ser el camino. Es la exigencia con el cumplimiento de las leyes, de sus promesas. Que aquello de “corregir lo que está mal”, “continuar lo que está bien” y “hacer lo que nunca se hizo” deje de ser un eslogan de campaña y se convierta en el canto de la mañana de un país que espera un nuevo despertar.

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