lunes, 7 de mayo de 2012

PERIODISTAS QUE SE VENDEN

PERIODISTAS ENAMORADOS DE SUS CLIENTES EN EL MUNDO MÁGICO DE LA CHULERÍA
Por Carlos Dipré

Ser chulo en un prostíbulo de aquellos, de la décadas de los 50, 60 y 70 era el sueño por excelencia de los hombres que frecuentaban aquellos burdeles. Estos bares estaban situados a orilla del pueblo en un espacio llamado zona de tolerancia, que en realidad es un mercado de compra y venta de sexo.

Zona de tolerancia porque Ahí se ejerce la prostitución libremente, como usted lo vio en Cartagena, Colombia, donde las prostitutas son tan públicas que son capaces de tirarles la policía a los niños lindos del presidente Obama por cuberos y lo demás es historia. Y hasta nos hemos limpiado ya con esa historia.

Un chulo en aquel tiempo era una especie de Mari-Novio de la prostituta en esos bares, pero con unos privilegios tan especiales que ni la cama pagaba. Algo que los hombres clientes de aquellas damas debían pagar antes de subir al matadero. Darle al chulo esa gracias de ir gratis a la alcoba, era algo así como un incentivo que la dueña del cabaret le permitía a esas mujeres para mantenerlas satisfechas.

Traer este poco de historia pueblerina a este presente, no es el afán de acabar con la vida de aquellas humildes mujeres que hicieron de su cuerpo un modo de sobrevivencia. La idea es extrapolar algunos detalles importantes de aquella historia de compra y venta de gusto, para comparar el modo en que algunos periodistas hoy se les venden a sus clientes fingiendo estar enamorados de los funcionarios públicos, que son no más que sus clientes de paso en ese mundillo de poder y desvergüenza.

Hubo algo muy gracioso en ese mercado de gusto por chelitos, que a los jóvenes sin experiencia en ese mundo de burdeles les producía mucho placer. Aquellas mujeres simulaban sentir un éxtasis extremo en aquellas relaciones, y los muchachos se creían que eso era producto de que ellos la hacían sentir más mujer que ningún otro. Por lo que el gallo no duraba más de 5 a 8 minutos en ser derribado, debido a la emoción incontrolada del gallito con esos grititos.

Pero aquello no era más que parte de los trucos de la vida cabaretera de esas trabajadoras del sexo. Porque aquellas infelices damas necesitaban despachar el gallo para que sacudiera y se fuera, ya que era necesario hacer otros negocios, debido a que el poquito de dinero por acto sexual que significaba cada intercambio no daba para sostener la vida de las mujeres en ese oficio.

Cuando veo los alaridos sensuales y estridentes en algunos periodistas para hacer creer que sienten amor por los políticos del poder al que les manosean las tetas, con nosotros pagando las chupadas, a cambio de medias verdades que amplifican, tengo que recordar aquellas simulaciones hasta graciosas de las muchachonas de la vida alegre. Solo que esas mujeres que manejaban aquellos gritos sin sentirlos, eran más sanas y más puras, no hacían daños a los pinos nuevos con su ¡uai papi, ahí, duro!

¡Pero lo que es la vida! Estos comunicadores con las mismas simulaciones lo que dan es asco. Se manejan sin escrúpulo, en un tráfico de mentiras, pero no con ingenuidad sino con mucha brutalidad, porque lo hacen en un mundo donde ya todos tenemos los medios de comunicación alternativos en nuestras manos y podemos escoger y ver que nos mienten de manera vulgar.

De ninguna manera debemos dejar de reconocer que los periodistas han sido profesionales muy abusados. Y que a veces estos trabajan en empresas de comunicación que son verdaderos prostíbulos, donde los dueños de esos medios les venden la verdad al que tenga más dinero y poder, pero pagándole sueldos de hambre a estos pobres comunicadores, de modo que los obligan a que ellos tengan que completarse el sueldo con los clientes. Lo mismo que la mujer de barra que tiene que buscarse el completivo para sus responsabilidades con los borrachos.

Por eso es que casi todos los periodistas que usted ve en esa complicidad de corruptela con los políticos del poder, son todos unos viejos que empuñaron la frase de: “Ahora o nunca” con lo que significan que si no se hacen de dinero en este momento de corrupción total y sin precedentes, se jodieron porque en su país, mi país, no hay garantía de vida para ningún pobre y si es una persona mayor, se lo lleva el diablo y sin ambulancia. Porque un viejo ahí no tiene seguro de vida. Por eso a mayor edad, mas calvo y mas arrugas, mayor de corruptos son.

Pero ese ambiente de prostitución en que han caído una gran parte de estos profesionales de la comunicación, les ha ocasionado a algunos que ya nadie los respete. En mi país hasta los guardas espaldas de seudo artistas les entran a bofetadas a ciertos periodistas y les dicen lambones y ni las autoridades intervienen para defenderlos, porque es que los tratan peor que como los hombres de mala muerte tratan a una infeliz mujer de barra, a la que solo valora para coger gusto.

Pero gracias a que la naturaleza no es loca, por eso existen los que no se vendieron al mejor postor, aunque esto les cueste ser perseguido como a Roberto Rodríguez, periodista al que la dictadura Dominicana no le ha importado que viva fuera del país para perseguirlo y amenazarlo porque no se puso un precio en la frente. Y como es un lema del jefe “Pagar para no matar”; ahí está la vaina, mío o de nadie.

Esos periodistas a quienes hoy les dicen locas viejas y locos viejos porque no se vendieron en el mercado del dictador, ya son y serán por siempre referentes de vergüenza y de salvación. Por no ser loca la naturaleza, no se pudren todos. Como si todos estuvieran reburujados en un saco de papa o de cebolla. Estos que no se mojaron la dignidad con el chisguete cuando el gallo echó su polvorete asqueroso, nos ayudarán a reencontrarnos con la gloria que perdimos en esta fatalidad.

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