martes, 29 de mayo de 2012

PANCARTA

30 DE MAYO: DÍA DEL DESENGAÑO, CADA AÑO
Por Raúl Pérez Peña (Bacho)

El 30 de mayo se recuerda la muerte a tiros en 1961 del tirano Rafael Trujillo, quien gobernó por tres décadas con férrea voluntad y capricho personal, registrando una copiosa gama de traumas, asesinatos y otros hechos sangrientos.

Desde entonces, el mal denominado “tránsito a la democracia” ha resultado un descomunal engaño dirigido por reducidos grupos que se han apropiado del país, representados por politiqueros que se han llevado el Santo y la limosna, bajo caretas y etiquetas.

Van más de cinco décadas de una “democracia”, entrecomillada, facturada y fracturada, mediante múltiples expresiones: antitrujillismo de enriquecimiento, golpe de Estado y otras formas de violencia política; incluida la brutal intervención norteamericana de 1965.

Montaje periódico de elecciones para presidenciales, las cámaras legislativas y los municipios.
Pese al mito del respeto a la voluntad ciudadana, con frecuencia hemos hecho coro al vil engaño electoral, interesados en imprimirle cuerpo a opciones alternativas, aún sea por plazas parciales del poder.

Si gota a gota se rebosa la copa, los recientes comicios presidenciales fueron más que elocuentes para entender que no quedan hendijas ni brechas para colar esperanzas de candidaturas genuinamente democráticas en el tinglado o montaje de los procesos electorales.

Hemos de decir que la expresión imperante del sistema es más grave que una “dictadura constitucional”.
Vivimos bajo una dictadura multilateral sustanciada por una partidocracia corrupta.

A la vista, una sociedad servil, un avasallante poder mediático, omnipresente injerencia extranjera, poderes fácticos arribistas, una permanente involución cultural y otros resortes de grosera dominación.

Se suma que los dolientes del pueblo o sectores de mayor conciencia ciudadana, nos hemos quedado kilométricamente cortos en la necesidad de integrar proyectos políticos capaces de responder, resistiendo esquemas de control ejecutados desde los poderes públicos.

Este grave déficit organizativo y de condiciones sugestivas nos coloca a la defensiva, pero no nos amilana al defender los principios y para señalar las coordenadas del presente panorama.

Debemos ser atrevidos en una reflexión amplia y descarnada sobre nuestras debilidades e incompetencias, pero sin dar tregua, ni legitimar las aberraciones en nombre de la “legalidad del poder”, mientras la limitación de derechos anda de manos con el crecimiento de fortunas ilícitas.

Llamemos al 30 de mayo “día del desengaño”, cada año. La denominación caducará cuando el pueblo se desengañe.

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