jueves, 31 de mayo de 2012

LO QUE OPINA MELVIN

ODIO EQUIVOCARME
Por Melvin Mañón
WWW.FINES.ORG.DO

En esta ocasión no es mi intención enumerar aciertos como los que consigné al decodificar los planes del gobierno para mantenerse en el poder y las conductas que emprendieron a fin de asegurar ese resultado con las elecciones del 20 de mayo 2012. Vi las acciones del gobierno con suficiente claridad y antelación y así mismo las publiqué en www.fines.org.do. y en varios periódicos digitales desde el momento en que dos hechos cruciales tuvieron lugar.

1ro.- En junio de 2011 se celebró la convención del PLD para escoger candidato a la presidencia. El Dr. Leonel Fernández trató pero no pudo postularse para un tercer periodo consecutivo lo cual le obligó a diseñar una estrategia alternativa que protegiera su inmunidad una vez fuera del poder y un plan de contingencia que le sirviera para regresar a la presidencia en el 2016.

2do.- Hipólito Mejía, temprano en la campaña electoral, amenazó con llevar ante la justicia a los personajes más conspicuamente corruptos del gobierno con lo cual desató el pánico que unificó a sus adversarios; los hizo zanjar diferencias y forzó a Leonel, primero a apoyar a Danilo y luego a apropiarse de la campaña electoral, lo que a su juicio, los alejaría de la cárcel y protegería sus enormes fortunas.

Justamente debido a ello señalé una y otra vez el fraude que, en innumerables formas; disciplinada e implacablemente ya se consumaba y alerté sobre el otro fraude que estaba aún pendiente de ejecución el mismo día de las elecciones sencillamente porque la corporación peledeista necesitaba seguridad absoluta de que iba a mantenerse en el poder y esa seguridad absoluta solamente podía significar y significó inseguridad absoluta para todos los demás.

También, y por eso mismo, produje un documento confidencial que será revelado cuando disponga la edición e impresión de todas estas advertencias en forma de libro como me apresto a hacer. El día 2 de mayo advertí, en dicho documento, sobre la conveniencia de amenazar al gobierno con retirarse de las elecciones si no cesaban de inmediato y sin condiciones los manejos fraudulentos denunciados bajo la lógica de que, acudir en esas circunstancias, despojaba de antemano a la víctima del fraude de una parte de la validez y credibilidad de su propia denuncia. Hasta ahí todo estaba absolutamente claro y diáfano.

Entonces tuvo lugar la visita que hicieron 12 embajadores al Palacio Nacional el día 8 de mayo antes de las elecciones. Mi lectura e interpretación del hecho fue un error que por respeto a mí mismo y a la credibilidad que algunas personas me dispensan, no puedo dejar de consignar.

La conducta del gobierno y el instrumento que organizaba las elecciones, la JCE, a favor de su candidato era tan obvia, tan ilegal, tan aplastante y tan desproporcionada que no dejaba espacio para una interpretación que no fuera aquella que publiqué. Concluí entonces que, preocupados por la transparencia y credibilidad de las elecciones, estos embajadores le habían dado un tirón de orejas al gobierno para que cesaran esas prácticas o al menos se mantuvieran dentro de esa zona opaca de ilegalidad generalmente aceptada. Me parecía tan segur y cierta la conclusión que estuve tentado de pensar que me había precipitado al sugerir la amenaza de abstención o la abstención real. La evidencia sugería ahora que la comunidad internacional no estaba ajena a las maniobras del gobierno y había acudido a Palacio con una advertencia.

Pero no solamente no fue así sino que hay indicios persistentes de que fue todo lo contrario con lo cual yo me habría equivocado, no una, sino dos veces.

Como el lector recordará, la noticia de la visita de los embajadores no recibió atención ninguna de la prensa escrita; el embajador de Venezuela se desmarcó de la iniciativa y el gobierno, en lugar de destacar el acontecimiento como una verificación previa de la buena marcha y organización de los comicios, ignoró el hecho por completo lo cual fortaleció mi creencia de que, tanto la intención de la visita como sus resultados le habían sido adversos.

Mi conclusión de que estos doce embajadores –según mi creencia estimulados a ello por el embajador de los EE.UU.- habían actuado de manera preventiva ante la evidente distorsión y parcialización del gobierno a favor de su candidato, se afirmó sólidamente en mi mente adquiriendo estatus de convicción. Curiosamente, todo el mundo había aceptado mi interpretación de la visita o ya había arribado a ella por sus propios medios, excepto un dirigente político muy conocido y muy amigo, José Miguel Soto Jiménez. Soto me decía que los EE.UU. no bajan línea a través de embajadores ni personal fijo de embajada sino por medio de enviados especiales y que esa visita de 12 embajadores no condenaba sino que santificaba lo que había hecho el gobierno hasta entonces.

Me parecía un absurdo que esos embajadores ignoraran lo que estaba sucediendo y de qué manera esos hechos ilegitimaban un proceso electoral. No entendía qué beneficios derivaban de callar ante los desmanes del gobierno y especialmente, en el caso de los EE.UU., no lograba ni logro aún entender como podía servir a sus intereses dejar que el gobierno sacrificara al PRD para favorecer la instauración de una dictadura de partido que a su vez obliga a la oposición a replanteárselo todo, incluyendo de manera especial, su contribución u oposición a la gobernabilidad del nuevo gobierno.

El día de las elecciones el gobierno demostró que no se detendría ante nadie y no se detuvo. Produjeron intimidación selectiva, control y manipulación de la información y compra masiva de votos bajo dos modalidades. Una ordenando la compra de votos afirmativos a favor del Partido Reformista y, en menor medida, otras franquicias de las que concurrieron como aliados al PLD para esos mismos fines. En elecciones anteriores el gobierno había ordenado votar por la APD y otros aliados porque solamente de esa manera pueden controlar y saber cuando un voto afirmativo comprado y pagado se depositó según lo acordado. El voto comprado afirmativo, dicho sea de paso, es el dinero entregado por los agentes del gobierno para que el vendedor vote según las instrucciones que le son impartidas y que pueden variar de una provincia a otra. El voto de abstención por el contrario es cuando la misma gente del gobierno da dinero para evitar que la persona vote. El PLD tiene maestría y PhD en esta práctica debido a que conocen, colegio por colegio y mesa por mesa la cédula de quién comprar. El 20 de mayo se practicaron ambas modalidades y en gran escala. ¿Se confirmaba así la puesta en práctica de la ecuación? El gobierno necesitaba seguridad absoluta de imponerse y eso implicaba inseguridad absoluta para todos lo demás.

Pero entonces. . .

Temprano en la noche, el embajador americano fue a bendecir las elecciones y los resultados que aún no se habían publicado y un día después, embajadores y observadores santificaron el fraude. Soto y no yo había hecho la lectura correcta de la visita de los embajadores. El gobierno se había anotado una victoria importante y decisiva no solamente porque se impuso (como temía y dije siempre) sino porque dejó a su adversario, el PRD, despojado de espacio para reclamaciones legales que pudieran, como en 1994, prosperar. El PRD al acudir a las elecciones aceptó tanto el fraude cometido antes y durante (que ellos subestimaron) como la legalización que a dicho fraude produjeron estas instancias, en lo esencial manipuladas y desconocedoras de la realidad nacional. La gente del gobierno demostró control, sangre fría y agallas para atreverse a hacer lo que hicieron, sin embargo, nada de eso, ni siquiera la ejecución de la siguiente etapa del plan maestro con el protagonismo especial de Miguel Vargas desmiente un ápice la magnitud de las consecuencias que se avecinan.

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