domingo, 22 de abril de 2012

POLITIQUERÍA

COMPETENCIA POR LAS CRÁPULAS
Por Narciso Isa Conde

De las pocas cosas buenas que tienen las crápulas cuando están en la oposición -ya sean comunicadores, políticos o empresarios- es que la competencia por cargos electivos y las “cogiocas” las lleva a denunciar verdades estremecedoras de las crápulas que están en el gobierno.

Pero también sucede a la inversa: las del gobierno les sacan las entrañas sucias a las de la oposición. Este fenómeno en ambos casos es algo así como un “conejo diciéndole al burro orejú”. Corruptos vs corruptos. Asesinos vs asesinos.

Pero algo más positivo aun es ver a jefes y a candidatos/as de la partidocracia, -reducida ya a dos polos y a muchísimos grupitos satélites- disputarse con regocijo las peores crápulas políticas y militares, lo que ayuda a que más personas aprecien que se trata de una competencia entre lo pésimo y lo pésimo.

Compiten por “atraer” –comprando- personeros involucrados en reiterados robos al presupuesto… tráfico de influencias con empresarios inescrupulosos… obtención de comisiones… contratos grado a grado sobrevaluados… fraudes bancarios para financiar campañas… recepción de sobornos… torturas, asesinatos y asociaciones con narco negocios.

Y todo esto mientras prometen gobiernos honestos y transparentes, y hasta hablan de sancionar a los corruptos y a los gatos felices… palabras que se las llevan los hechos y eventos donde candidatos y capos políticos festejan sus nuevos éxitos en la política de reclutamiento de verdaderos reos públicos que todavía andan sueltos.

El problema realmente trasciende, aunque lo implica, lo estrictamente personal.

El mal es estructural: un cogollo corrompido, un estado delincuente, partidos clientelistas, partidocracias infectadas, capitalistas sobornadores, un modelo neoliberal que potencia el egoísmo, la gansterización del poder y un sistema que garantiza impunidad a los de arriba de cualquier bando.

Muchas veces la competencia por la basura política se mezcla con los abusos institucionales, la censura arbitraria, el despliegue aterrorizante y la negación de libertades de parte del que más poder detente en cada ocasión.

El autoritarismo, la conducta dictatorial, es común a las crápulas y a sus compradores de ambos bandos y en verdad uno no sabe quiénes son peores si los que se venden o los que los compran.

Por lo que desde lo ético, desde lo alternativo a este modelo y a esta partidocracia, no hay forma de justificar la parcialidad hacia uno de esos bandos o hacia cualquier cosa parecida.

Confieso que esa manera de hacer política a mi me da asco y me revuelve las tripas.

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