viernes, 2 de marzo de 2012

LAS BABAS DE PANGLOSS

La deuda pública se multiplicó en 2.5 veces en siete años de gobierno

Por ANDRÉS L. MATEO

Cuando Leonel Fernández produce un discurso siempre me asalta el mismo dilema: Pero Dios mío, ¿quién habita ese país que él describe? ¿Cómo es posible que el gobernante de todos los dominicanos hable como si no ocupáramos el mismo espacio geográfico? ¿Puede alguien que es Presidente de la República creer que habla y actúa como si sus mentiras no prefiguraran nuestro destino?

Uno se queda azorado mirándole los guindajos de la retórica, y no alcanza a explicarse que alguien te quiera hurtar el mundo.

Quienes leen mis artículos recordarán que varias veces he citado al personaje de Pangloss, un tipo optimista hasta el absurdo que en nombre de la filosofía de Leibniz se niega a aceptar la realidad. Pangloss es incapaz incluso de aceptar sus propias desgracias, porque él cree que lo existente es “el mejor de los mundos posibles”. Las babas de Pangloss eran palabras que él oponía a los foetazos de la dura realidad, y su creador, el escritor francés Moliere, nos hacía reír a mandíbulas batientes de ese intento de cambiar con palabras lo que estaba ante sus ojos. Leonel, sin embargo, es trágico.

Y lo que desplegó en su discurso son las mismas babas de Pangloss, ya que el país verdadero es otra cosa. Él vive en la posmodernidad, y presume de ello. Y ante la realidad de un país destrozado la intención destacada de su discurso es hacer póstuma la realidad más viva que nos golpea a todos. Hay un deleite verbal y un complejo de superioridad que lo lleva en un momento relampagueante a querer hurtarle el mundo al espectador. Él cree que su verbo iluminado nos moja de sus atributos, cual si jugara al espíritu puro. Pero es un ser indolente y alejado del país verdadero. Un manipulador consciente que se aprovecha de la ignorancia y la miseria material de este país, para robarnos la realidad más cruda, la que viven los ciudadanos todos los días.

El país de ensueño que él nos pintó ocupa el lugar 138 de 139 en despilfarro del gasto público, y el penúltimo también en favoritismo en las decisiones gubernamentales (corrupción). Ese mismo Presidente que se tongonea alabándose maneja uno de los sistemas educativos peor valorado en cuanto a los resultados, y aun así se negó a otorgarle el 4% que dispone la Constitución, pese al reclamo social mayoritario.

El sistema de salud pública es una verdadera vergüenza, completamente alejado de ese retablo milagroso que pregona en su discurso. Ignora (Informe de OXFAM) que el 42% de los dominicanos es pobre, y cerca de un 8% es indigente. El país cayó 9 escalones en un solo año, en el Índice de Competitividad Global del Foro Económico, y pasamos a ser los campeones mundiales en corrupción. Mientras que la indigencia y la pobreza rural es sencillamente escalofriante con cerca de un 81%. Este país es una chatarra desvencijada en el cual la corrupción gubernamental se mete en los bolsillos el 5% del PIB todos los años, y la deuda pública se multiplicó en 2.5 veces en siete años de gobierno. Un país sin soluciones habitacionales, sin aumento del empleo, sin instituciones, con una policía nacional que es igual a un ejército de ocupación, sin los servicios públicos básicos, con un aumento incontrolable de la delincuencia, y una juventud sin esperanzas porque la corrupción ha castrado sus alas. ¡Un país de enojos y frustraciones!

Entonces, ¿quién habita ese otro país que él describe? ¿Cómo es posible que el gobernante de todos los dominicanos hable como si no habitáramos el mismo espacio geográfico, y nos dibuje un paraíso, un New York chiquito al que ni desde un helicóptero podemos divisar?

Más que una gran mentira, esas son las babas de Pangloss, y sólo con mirar a nuestro alrededor obtendremos un rotundo mentís a todos los argumentos con los cuales se levantó ese edificio de palabras con el que intentó sustituir la propia experiencia de la realidad. Uno se pregunta qué no puede ocultar alguien cuya responsabilidad es resolver nuestros problemas, cuando pretende diluir la realidad que todos los dominicanos percibimos todos los días. ¿No oculta un rotundo fracaso la baba de Pangloss que desparramó su teatro ante las cámaras? ¡Oh, Dios, qué mala suerte tiene este país!

1 comentario:

  1. Apreciado Andrés:
    La gran realidad de nuestra pobre Nueva York chiquita, y no se cuáles otras urbes estadounidenses serán Santiago de los Caballeros, Puerto Plata y La Romana, es totalmente distinta a como la ve desde un helicóptero el Sr. Fernández.

    Y percibo en él a un iluso, a un soñador, a un enderezador de caminos perdidos en un univero insular.

    Con aprecio,

    Jorge Mustonen Morel

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