miércoles, 28 de marzo de 2012

CORRUPCIÓN Y LATROCINIO

HAITÍ COMO NEGOCIO
Juan Taveras Hernández
Juanth04@gmail.com

El pueblo haitiano “parece destinado por la providencia” a pagar con creces su origen africano y su decisión de enfrentar a los blancos, franceses, españoles, británicos y norteamericanos. En Haití se hizo, como dijera Juan Bosch en su obra Composición Social Dominicana, y Piero Gleijeses, en La Esperanza Desgarrada, “una guerra social, de esclavos contra amos; una guerra racial, de negro contra blancos y una guerra de liberación nacional”. Fue en Haití donde Napoleón, nos recuerda el historiador italiano Gleijeses, sufrió su primera derrota.

La historia de Haití es una historia de saqueo, de explotación, de miseria, de muerte y de olvido, donde hasta la naturaleza se ha ensañado en su contra.

El 12 de enero del 2010 un sismo de 7 grados en la escala de Richter devastó el país provocando más de 300 mil muertos, 350 mil heridos y un millón 500 mil sin hogar. No ha sido éste el primer terremoto grande. El 18 de octubre de 1751 se produjo el primero, luego el 3 de julio de 1770 de 7.5 grados, que no produjo daños tan demoledores porque eran otros tiempos, sin grandes concentraciones humanas.

Otros terremotos de dictadores depredadores y asesinos han abatido al pobre pueblo haitiano, cada vez más solo, cada vez más indefenso, cada vez más marginado, cada vez más ignorado, cada vez más saqueado.

Cuando se produjo el terremoto del 12 de enero, Puerto Príncipe, la capital haitiana, quedó, como gran parte del país, destruida. El panorama era dantesco. Los muertos incontables. Los heridos y desaparecidos por igual. Aquello era desolador. Partía el alma y estrujaba el corazón ver aquel drama humano.

El gobierno de la República dominicana fue el primero en acudir a la cita solidaria con recursos humanos y materiales. Los reconocimientos no se hicieron esperar. Por un momento me sentí orgulloso del presidente Leonel Fernández y de sus funcionarios, así como de empresarios que sin pedir autorización corrieron a extender la mano amiga a un pueblo que moría de hambre y de sed.

Pensé que la condición humana había prevalecido, que la sensibilidad humana había estremecido la conciencia de todo el pueblo dominicano incluyendo la del gobierno. Sin embargo, todo parece indicar que no fue así, que en realidad muchos vieron, en la tragedia haitiana, una posibilidad de hacer grandes negocios. ¡Y lo hicieron! ¡Pregúntele a Félix Bautista que lamenta que no le hayan dado “Haití completo para reconstruirlo”!

Sobre 325 mil cadáveres, 350 mil heridos, un millón 500 mil sin hogar, con la sangre corriendo como río por las calles desoladas, con el llanto de los huérfanos y los gritos de las viudas formando mares de dolor y de luto, funcionarios y empresarios vieron el negocio, vieron la manera de aumentar sus fortunas.
¡Reconstruir Haití sería el negocio del siglo! Cientos, tal vez miles de millones de dólares habría que buscar para levantar a Puerto Príncipe de sus cenizas, al igual que el resto del país.
Los hechos no me desmienten. Haití se convirtió para una parte de los funcionarios del gobierno y algunos empresarios, en un gran negocio. (En el sector de Alameda, en Santo Domingo, reside un ex funcionario haitiano en una casa espectacular, de dos piscinas, que le regaló el gobierno como pago por sus servicios de cabildeos y tráfico de influencias)

El pueblo dominicano no le regaló ninguna universidad al pueblo haitiano. Esa obra formó parte de los negocios turbios de gente del gobierno o ligada al gobierno. Esa obra, como muchas otras, está marcada por la corrupción de la mafia que gobierna y dirige el país desde hace ocho años.

Si después del sismo del 12 de enero del 2010 me sentí orgulloso por la solidaridad que mostró el gobierno ante la tragedia haitiana, ahora me siento avergonzando y triste, porque Haití, tras el terremoto, no debió ser un negocio para los dominicanos, Haití debió ser una estaca clavada en el corazón de los dominicanos.

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