domingo, 20 de noviembre de 2011

PROPUESTAS ALTERNATIVAS

SOBRE JULIÁN SERULLE
Por Melvin Mañón

Tercer artículo de una serie sobre candidaturas y movimientos de cara al 2012.

El domingo en que se presentó a Julián Serulle en un acto celebrado en el Club libanés-sirio-palestino yo estaba presente y guardo de ese evento un recuerdo preciso: Serulle, a quién no había visto nunca antes ni después, habló con ardor, criticó acerbamente al gobierno como era de rigor y esbozó a grandes rasgos una visión panorámica de lo que sería o podría ser un gobierno encabezado por él.


Fue en esa ocasión y por ese motivo que pude darle forma a una vieja inquietud: Serulle no le dijo a su auditorio cómo esperaba ganar las elecciones y llegar al poder. Por la misma vía llegué yo a otro razonamiento: sospeché que muchos de los que allí asistían, eran solidarios y entusiastas pero muy pocos, si acaso alguno, esperaban que él realmente pudiera ganar las elecciones. Me pareció que alrededor de este nudo estaba y está la clave de todo.

Dado que conocía a varias de las organizaciones y movimientos que se habían agrupado alrededor del Frente Amplio concluí que este proyecto estaba especialmente bien equipado para lanzar a la calle a un pequeño ejército de fervorosos activistas y militantes.

El Frente Amplio, nombre que me ha parecido inapropiado desde el principio para ese particular proyecto, ostenta una diferencia fundamental respecto a los otros proyectos analizados en esta serie. Eduardo Estrella y Soto Jiménez promovieron los proyectos que los postulan desde abajo. En este caso, Serulle fue una escogencia de movimientos y organizaciones que lo buscaron a él en la esperanza de que contribuyera a la ruptura del cerco que las atenaza. El MIUCA y otros, salieron a buscar fuera lo que entendieron que no tenían dentro: una candidatura creíble y capaz de atraer una parte del electorado del espectro político de centro y centro izquierda.

En cierto modo, candidato y organización han llegado o se acercan a una situación sui generis. La izquierda del Frente Amplio aporta su activismo y las bases de su organización mientras que Serulle trae un nombre situado más allá de las rivalidades tradicionales de la izquierda, viene consigo una parte de la experiencia del peledeismo original y se metaboliza en el accionar y el laborantismo de un candidato que se tira a la calle, que se mezcla con la gente y discurre por entre callejones con igual presteza que al atravesar salones alfombrados. En este y otros sentidos podría ser una combinación perfecta y ejemplarizadora.

Los militantes del F.A. tienen, por definición, una efectividad más alta que la de cualquier otra organización convencional y una relación costo-rendimiento que otros grandes partidos no podrían igualar. Producto de esta convergencia afortunada, el Frente ha crecido pero no lo suficiente y de nuevo debe hacerse la pregunta: ¿cuáles factores retrasan su expansión? ¿Cuándo estará el Frente y su candidato en el imaginario de poder del electorado dominicano?

El ardor y la elocuencia de Julián Serulle ni tampoco su infatigable laborar pueden reemplazar la exigencia de un discurso diferente. No se trata de la entonación de Serulle, de los verbos, las imágenes y el anecdotario, ni siquiera de la fuerte connotación boschista del mismo. Hay un problema con el discurso de Serulle y creo que es exactamente el mismo que ha estado allí desde el primer día.

Serulle tenía que saber ese domingo de marzo de 2011 que los asistentes al acto referido no creían realmente que él sería electo Presidente y justa y precisamente por eso debió decirlo, debió adelantarse a todos los demás dando muestras de penetración y audacia. Los que fueron por solidaridad y simpatías habrían salido convencidos de que estaban frente a un hombre excepcional y un candidato extraordinario que tenía plena conciencia del pensar del electorado que lo proclamaba. Al no haber dado este paso, Serulle quedó a poca distancia de sus predecesores y desperdició una oportunidad de convertir a cada asistente en un fervoroso creyente de la causa común.

El público que asiste a un evento político sin haber recibido dinero ni promesa de beneficio material alguno para hacerlo, es por lo general, un auditorio más educado; consciente de algunas ecuaciones fundamentales del poder aunque no sea capaz de resolverlas. Por eso, su escepticismo, su desesperanza, la anomia que lo consumen solamente se transforman en accionar político si el discurso, además de las promesas de un futuro mejor, trae el diagnóstico aproximado del camino a seguir para llegar al poder, no ignorando ni ocultando las debilidades tremendas de un proyecto nuevo y de base popular sino todo lo contrario, admitiendo estas dificultades y cimentando el accionar futuro en la certeza de que: SÍ, SE PUEDE.

Pero no de cualquier manera.

No como quisiera yo.

No como le gustaría a otro.

Si no, de la única manera que resulte históricamente factible.

Tomado de fines.org.do

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