lunes, 20 de junio de 2011

Una teoría sobre el clientelismo dominicano

Por Andrés L. Mateo

Es la Mula de Juan Bosch que atraviesa Mañosa la malhadada historia del país, y que todavía corcovea en el espectro político. Es el leve escándalo de la presencia demiúrgica de un sujeto que encaramado en el aporte de los contribuyentes distribuye la riqueza social para beatificarse a sí mismo.

Hace de un simple mortal un Dios engreído que encanallece la vida espiritual de la nación, y está enredado en la práctica y en la simbología de dureza de toda la recurrente modalidad opresiva con que se actúa desde el poder. Hablo del clientelismo, y de la inflación moral con que se despliega entre nosotros.

Lo primero que hay que establecer es que el clientelismo es una negación de derecho. Aparece como un acto de prestidigitación, viniendo de la contracara de la infamia de la pobreza, como un uso descarado e impune de la miseria material y moral de este país. Y se instala allí, donde la acción colectiva de la sociedad ha fracasado, y las instituciones no funcionan, y la desesperanza hace ver a estos charlatanes como redentores.

La modalidad clientelar es variada, y abarca desde la fundita que se reparte en navidad o en los días de Reyes, el chequecito de ayuda social del gobierno, las acciones asistenciales del despacho de la Primera Dama, los bonos a los choferes, estudiantes, amas de casa, etc. Pasando por las "botellas" en el presupuesto, las nominillas, hasta el financiamiento del transfuguismo. Intensificado, como ocurre en la actualidad, y unido al rentismo, el clientelismo origina en la sociedad la práctica de la hipercorrupción. Un ejemplo en el pasado reciente lo constituyeron el caso PEME y el caso RENOVE.

Pero lo fundamental de este primer aspecto es que el clientelismo existe, en esencia, por la negación de los derechos sociales de los ciudadanos.

Lo segundo es que el clientelismo desgaja la acción del Estado en actos personales, desencajando a su antojo la pobrísima estructura institucional del país. Los diputados que se apropian de ciento veinte millones de pesos para hacer proselitismo el día de las madres (clientelismo que es, además, una modalidad de corrupción) sustituyen a las instituciones, y despojan a la educación o a la salud de recursos suficientes para modernizar un hospital o atender cien escuelas.

La Primera Dama inaugurando un hospital con fondos públicos es un postizo del fallido sistema de salud del país, y Leonel Fernández prendido a una cajita de comestibles en navidad, sonriente al lado de un pobre de solemnidad, es como un espacio caricaturesco, en el cual aquella Mula de Juan Bosch sigue corcovando.

El oscuro vínculo de lealtades que el clientelismo procura, al sustituir como un mecenas circunstancial las fallas de las instituciones sociales, se realiza porque el usufructo del poder manipula la conciencia, la palabra y la vida, aprovechándose de la ignorancia y la indefensión que genera la pobreza. Si hay algo penoso en el ejercicio de gobierno de Leonel Fernández, es el hecho de que para prolongarse a sí mismo en el poder haya pulsado sin piedad todos los tinglados de la manipulación ciudadana.

Los políticos dominicanos olvidan que la relación valorativa consiste en uno de los modos en que la realidad puede ser asimilada, y que en la vida social opera un conjunto de representaciones, esquemas e ideales que determinan la actividad, la conciencia y la conducta de los individuos que la integran.

¿Adónde puede llegar un país en el cual los Senadores tienen un barrilito-clientelar, y los Diputados "asignaciones especiales", legitimando todo el estropicio histórico de la montonera?

Declaman sobre la institucionalización, pero son la rúbrica del super-ego del yo autoritario de la historia dominicana. El ferrocarril central de Lilís, el faro de Balaguer, el Metro de Leonel. La misma vaina del entramado en que se ha desenvuelto la vida social de país.

El modo como la práctica política dominicana ha contribuido con la delincuencia consiste en establecer una dicotomía entre hecho y valor.

El mejor ejemplo es el clientelismo, porque como hemos vivido en un estado tan alarmante de perpetua mentira, hemos llegado a verlo como algo natural, cuando en realidad se trata de un robo, y una negación de derechos.

acento.com.do

1 comentario:

  1. ANDRÉS:
    EL CABALLERO EN CUESTIÓN SE BEATIFICA A SI MISMO, PERO EL PUEBLO LO ENCAJA, LO EMBUTE EN LA IMAGEN DE UN SANTURRÓN, HUECO, VANO, VACÍO.

    ESTE MALDITO INDIVIDUALISMO NOS CORROE, COMO UN CÁNCER. NOS DIVIDE, NOS CERCENA. NUESTRO PAÍS VA, IRREMEDIABLEMENTE, A LA ATOMIZACIÓN.

    AUNQUE ÉL HAYA PULSADO TODOS LOS TINGLADOS DE LA MANIPULACIÓN CIUDADANA, QUEDAMOS MUCHOS CIUDADANOS Y MUCHAS CIUDADANAS DE PIE, INDEMNES. YO SE QUE ENTRE ELLOS ESTÁS TÚ Y ESTOY YO.

    CON APRECIO,

    JORGE MUSTONEN MOREL.

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