miércoles, 6 de abril de 2011

El arte de ser responsables

Por Minou Tavarez Mirabal

Ser responsable es estar siempre en actitud de responder, contestar con destreza cuando se nos llama. Corresponder o satisfacer la demanda que se nos pide, cuando se nos pide. En ese sentido y sin ningún género de dudas, hoy, ahora, aquí, la aprobación por mayoría simple en la Cámara de Diputados de las observaciones que hizo el Poder Ejecutivo a la Ley Orgánica del Consejo Nacional de La Magistratura coloca a nuestra Carta Magna en una suerte de vulnerabilidad que nos convoca a poner en ejercicio nuestra habilidad para responder a su llamado. Por primera vez nuestra Constitución -ese orden jerárquico nacional al que todos y todas llegamos fruto de afanados y democráticos consensos- nos exige, a legisladoras y legisladores de todas las bancadas, que seamos responsables con lo que hacemos: crear orden jurídico.

¿Cuántos, cuáles, seremos capaces de entender la magnitud de este momento? ¿Cuántos, cuáles, seremos responsables en la primera hora en que nuestro compromiso institucional es puesto a prueba? Yo, como legisladora del Partido de la Liberación Dominicana, un partido estrechamente vinculado a la constitucionalidad democrática de la República Dominicana que nació en 1963 con Don Juan Bosch redactando de su propio puño y letra párrafos enteros de aquella histórica Carta Magna nuestra, seré responsable. Como peledeísta que soy, entiendo que esta Constitución es el mayor logro que puede exhibir mi partido en todo su ejercicio de poder. De modo que, como representante y como militante del partido que la enarbola como la gran conquista en sus casi 12 años de mandato, me siento doblemente obligada a defender su correcta interpretación para que nada la desvirtúe, nada nos haga retroceder, nada nos vuelva menos democráticos.

Lo que apremia ahora es tan importante como cuando estábamos en la Asamblea Revisora redactando ese documento que rige nuestra vida como sociedad organizada, pues sus debilidades -que las tiene- debemos paliarlas con leyes adjetivas que la embellezcan y amplíen más allá de la coyuntura política.

La inconstitucionalidad del procedimiento es grave no sólo por la lectura irrestricta de los tantas veces citados artículos 102 y 112, sino porque no es cierto que aprobáramos una Constitución debilitadora de los contrapesos necesarios en cualquier sistema democrático. Por el contrario, lo que en realidad trabajamos e hicimos en la Asamblea Revisora, lo que defendimos, fue el fortalecimiento de la toma de decisiones del Poder Legislativo. Y el diseño que quedó plasmado en la Constitución a través de la incorporación del criterio novedoso de organicidad de las leyes fundamentales está dirigido a ese fortalecimiento, sin dudas. En nuestra Constitución actual podemos encontrar cuidadosamente estructurada la atribución fiscalizadora del Congreso, a la cual se dedica un capítulo completo del Título III. Así lo expresó mayoritariamente la Asamblea cuando, a contrapelo del pacto, reiteró su apoyo a los artículos del Poder Legislativo aprobados en primera lectura que habían sido en su mayoría redactados por la Comisión Especial.

En cualquier democracia que se respete a sí misma el Poder Legislativo, por esencia, es el único poder dentro del Estado en el que están representadas todas las fuerzas políticas que intervienen en el sistema. Porque es así y no de otra manera, entonces y ahora teníamos y tenemos que pensar en la búsqueda de consensos, hecho imprescindible para legislar a través de leyes que no sólo sirvan a momentos coyunturales o a intereses de sectores o de dirigentes de turno.

Pienso que este es un momento que demanda toda nuestra madurez. Como comunicadores, como líderes, como dirigentes, como representantes, como políticos y políticas. Por eso es menester revisar la decisión tomada por el Presidente de la Cámara, que dio por cerrado el debate e impuso su criterio unilateral anunciando que la ley con las observaciones presidenciales había sido aprobada aún sin contar con las dos terceras partes de los votos presentes requeridos y peor, aun cuando el propio equipo técnico de la Cámara entendió que no se aprobó y como "rechazado" ha quedado asentado en el Acta de votación.

Gústeme o no me guste, la Constitución que tenemos es la Constitución con la que, en ese momento de nuestra historia, pudimos ponernos de acuerdo.

Yo hubiera querido otra. Más avanzada y que quizás dijera claramente que las Leyes Orgánicas no podían ser observadas. Pero ponernos de acuerdo en esos y otros temas no era posible entonces y hoy lo que nos queda es claro: defender todos y todas la Carta Magna que tenemos. La que nos define y expresa como Nación. Es ésta y no otra la Constitución que hay que respetar. La Constitución frente a la que tenemos que exhibir ahora y aquí, todos y todas, el difícil y sublime arte de la responsabilidad.

Diario Libre
Abril 5, 2011

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