sábado, 26 de febrero de 2011

MELVIN MAÑÓN: “HAY QUE DEJAR DE SER SIMPÁTICOS, DE ESTAR BIEN CON TODO EL MUNDO.”

Por RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO

Éramos rebeldes más que revolucionarios en el sentido de que nos oponíamos a las injusticias y los abusos pero nunca mostramos una verdadera vocación de poder.

Después de abril de 1965, con la furia y las frustraciones de un país invadido por segunda vez en el siglo por los Marines norteamericanos, una buena parte de la juventud dominicana no sólo soñó con calzar en Quisqueya las botas con las que había bajado Fidel desde la Sierra Maestra en Cuba. Cientos de ellos jamás podrán contar su historia.

En febrero de 1973, cubierto por la gloria de haberse rebelado contra su pasado y enarbolado una bandera de dignidad frente a las tropas invasoras del 65, el coronel Caamaño, al mando de un reducido grupo de combatientes desemboca en las montañas de la Cordillera Central de la República Dominicana. La historia es conocida, al menos todo cuanto se ha dicho y publicado hasta la saciedad, desde entonces pudiera considerarse como letra muerta.

Finalizadas las hostilidades en la sierra, aún sin desenterrar los huesos del Coronel y sus más leales seguidores, el debate se apoltronó en la ciudad desde donde, de frente y a mansalva, sobrevivientes, aliados y oportunos allegados han pregonado sus verdades y planteado o reclamado sus propios, protagonismos en las acciones.

Callado y como medio ausente, desde entonces, Melvin Mañón camina por las calles de Santo Domingo como quien ni oye ni ve ni entiende; ni mucho menos se defiende ante la andanada de morteros y voces que lo sindican y cuestionan como la oveja negra que, incuestionablemente, debe ser el blanco de todos los disparos, vengan de donde vengan.

Con una frialdad que pasma, con cuidadosa paciencia y una certera selección de documentos y memorias, Melvin Mañón quiere contar la parte de la historia que a él le ha tocado vivir. En Travesía (Búho, 2010), los interesados en contrastar y estudiar la historia reciente del pueblo dominicano tienen a manos informaciones y documentos de excepción. Sobre ello y otros asuntos relacionados, nos habla Melvin Mañón, ahora más que nunca convencido de “luchar por una nueva democracia de la que hayan sido expulsados los cabilderos y traficantes de influencia.”

—Has sido actor y lector de primera fila del proceso que ha vivido el pueblo dominicano en los últimos 50 años, ¿qué sientes que ha cambiado desde los días de contrainsurgencia feroz, durante los gobiernos del Dr. Balaguer, a éstos de un gobierno que abiertamente se salió de los cauces e ideales por los que luchó Juan Bosch el fundador de un partido o proyecto de Liberación Nacional?

—Hace 40 años e incluso menos, la sociedad y la nación dominicana existían. Es decir, estaban constituidas por individuos que se identificaban como ciudadanos. En esa calidad, perseguían un proyecto nacional. Hoy, los dominicanos ya no son tanto ciudadanos sino consumidores. La visión de un proyecto nacional fue reemplazada por la gestión individual y personal de cada cual resolver su propio problema. Ese gran cambio ha sido producto, en primer lugar del éxito de la campaña contrainsurgente montada en el país a raíz del fracaso de la revolución de abril de 1965, pero también, es un cambio que vino con la época, con la emergencia de una gran sociedad de consumo y el auge del derroche y la dilapidación. Desde los tiempos duros del primer periodo de Balaguer, hasta el ascenso del PLD al poder, esta sociedad transita el recorrido descrito más arriba. La contrainsurgencia no consistió solamente de la represión y el asesinato selectivo de cuadros y dirigentes. La contrainsurgencia fue en primer lugar un programa de desarrollo económico que perseguía y logró apartar a las clases medias y a los jóvenes de la causa revolucionaria y convertirlos en consumidores que, en vez de revolución, se preocupaban por pagar la casa, el auto, las vacaciones, la educación y el consumo inherentes al status social adquirido o perseguido.

— ¿Dónde consideras que se desbarrancó la cosa?

—Hay períodos de auge y reflujo revolucionario, local y global. En nuestro caso, la respuesta más apropiada sería entender que, primero: Carecíamos de experiencia y precedentes. Todos nosotros, unos más otros menos, teníamos 20 años. Nuestros enemigos tenían siglos. Segundo: Éramos rebeldes más que revolucionarios en el sentido de que nos oponíamos a las injusticias y los abusos pero nunca mostramos una verdadera vocación de poder. Nunca tuvimos tan claro, como lo tenían nuestros enemigos, que la lucha era por el poder. Esa falta de experiencia nuestra y la débil o pobre vocación de poder facilitaron nuestras divisiones, nuestros fracasos, nuestra inefectividad a partir de un momento dado. No hay pues un dónde se desbarrancó la cosa, sino unos cuando, varios porqué y también numerosos dónde.

— ¿Qué realmente, a tu juicio, ha pasado con la izquierda dominicana luego de la debacle de las ideologías, la Perestroika y la caída del muro de Berlín?

—La izquierda dominicana vive un poco ahora lo que ya viví yo en los años 83-93. El desconcierto, la pérdida de brújula y dirección, pero también, nuestra izquierda vive las consecuencias de las debilidades que señalé antes: falta de vocación de poder y ahora, y desde hace 20 años, un terrible estancamiento en el pensamiento. Seguimos con un discurso para una sociedad que no existe. No hemos actualizado las reivindicaciones ni hemos entendido el nuevo tipo de sociedad en que vivimos. Para entender este mundo de hoy hay que observar, leer y estudiar a los nuevos pensadores marxistas y no marxistas y en particular yo recomiendo a Zygmund Baumann, Eric Hobsbawm, Samuel Huntington, Lewis Munford y otros de gran calibre. Yo recomiendo dejar de leer la prensa criolla porque embrutece y aun más la televisión que embrutece al cuadrado. Hay que ponerle atención a lo que sucede en el mundo islámico, al consumo desmedido, a las drogas cuyo consumo es esencial para soportar la alienación diaria, en otras palabras a la sociedad líquida en la que todos los valores son relativos, las amistades transitorias, las lealtades negociables, la moralidad facturable. El único gran cambio entre lo enarbolado por la izquierda hace 40 años y el día de hoy no tiene mucho que ver con las recomendaciones propuestas, sino con su instrumentación. Hay que seguir luchando por la justicia y un mundo nuevo y mejor, pero sin confiar esa dirección a ningún partido, Mesías ni dictadura. Lo que no pueda hacerse en forma democrática, no se hará, porque hoy día, los pueblos interactúan y no soportan la verticalidad de una dirección autoritaria, sorda y corrupta aunque prometa gobernar en su nombre. Esta es la principal lección del socialismo de Estado por un lado y las grandes manifestaciones globales descentralizadas, democráticas y repletas de entusiasmo.

—Melvin Mañón, en principios militante del MPD, partido de línea maoísta, antisoviética, y por lo tanto antifoquista, ¿cómo apareces, en un momento de la historia (para los años 70), integrado a la causa foquista, llegando a ser punto de avanzada en el intento de Caracoles con el Coronel Caamaño? ¿Alguna razón de peso te hace tomar tan radical decisión y cambiar en su línea práctica de acción?

—El MPD no tuvo una línea única y consistente a través de todos esos años ni tampoco pensábamos todos de la misma manera. Yo fui, quien escribió en 1966 una tesis que iría a publicar en Cuba y que titulé entonces: “Lo mejor al campo”. Todavía tengo el manuscrito de las conclusiones de ese libro que nunca llegó a Cuba ni se publicó, pero que ilustra una convicción: había que llevar la lucha política, la agitación y la guerra al campo. Lo demás era solo cuestión táctica y operacional. En 1967, como relata Travesía, me entrenaba en Cuba, solo y en secreto, para ir a Guatemala a combatir con las guerrillas de las FAR. En lugar de eso, mis esfuerzos fueron interceptados por la Inteligencia cubana que me reclamó para misiones internacionalistas y de ahí posteriormente a organizar el aparato de inteligencia y contrainteligencia del proyecto Caamaño.

— ¿Qué realmente pasó? ¿Dónde se cortó el cordón que provocó que Mañón (con su alias de combate) perdiera totalmente el contacto con Caamaño y con el grupo en Cuba, al punto de que tu ingreso clandestino al país y el arribo del contingente armado los separan apenas días?

—Yo mismo he querido saberlo durante todos estos años. Nunca he logrado entender que el grupo desembarcara 49 días después de haber ingresado yo al país y cuando los compañeros tenían que saber que no habría tenido tiempo de establecerme ni me dijeron nunca que su llegada fuera inminente. Respecto a eso solamente tengo hipótesis. Claramente, no hablo de que me informaran la llegada, pues eso, nunca, ni ellos ni nadie podía ni debía haberlo hecho. He dicho antes: si yo hubiera sabido que los compañeros literalmente iban a desembarcar detrás de mí, no hubiera aceptado la misión, al menos, no en los términos en que me fue impartida porque evidentemente que varios elementos de dicha misión resultaban incompatibles con lo que sucedió después.

— ¿Quiénes realmente se lucran del martirologio de Caamaño? ¿Dónde, desde el punto de vista de táctica militar, falla el coronel Caamaño en su intento de establecer un foco guerrillero en el Santo Domingo de 1973?

—Francis Caamaño incurre aparentemente en una contradicción operacional. Un grupo tan pequeño era, por definición, muy vulnerable. Sin embargo, la cuestión era: ¿debía ese grupo eludir el combate por todos los medios posibles hasta que estuviera en dominio de la situación táctica? Eso recomienda el Manual de guerrillas. ¿Debería el grupo intimidar al adversario con algunos ataques que les hicieran temer y evadir la persecución de la guerrilla? En ese dilema y su solución residen los hechos del 16 de febrero de 1973. Respecto a quienes se han lucrado de su memoria y ejemplo, prefiero no hablar de lo que está a la vista, pero todo eso cambiará en su momento.

—De ayer a hoy, ¿cree Mañón que ha avanzado políticamente el pueblo dominicano? ¿A qué le atribuyes la pasividad con la que la juventud y toda esa gente que en el pasado estuvo dispuesta a lanzarse a la calle para defender la libertad y la soberanía, hoy se muestra tan pasiva ante la corrupción y la desvergüenza de quienes los mal gobiernan?

—Es fácil caer en la equivocación y decir que no hemos avanzado nada y que, al contrario, hemos retrocedido. No, ese es un juicio equivocado. Primero debemos distinguir entre aprendizaje y conducta. La de hoy es una sociedad que ha aprendido mucho, que es más escéptica, desconfiada pero que también tiene más claras sus exigencias de bienestar y el reclamo de sus derechos. Sin embargo, esa misma sociedad es ahora infinitamente más individualista, consumista, egoísta y corrupta que antes y por eso su conducta denota esa ausencia de proyecto social o nacional. Esto también es transitorio y global pero el cambio tendrá lugar cuando la gente se dé cuenta de que no importa cuánto esfuerzo haga, la crisis y el ordenamiento político actual lo van a derrotar. Por ahora, muchos creen que son más astutos que la crisis. El otro fracasará, pero yo no, porque me la busco y soy más listo. Repito, ese es un estado transitorio y el secreto del poder e influencia del sistema actual reside en una sola palabra: crédito. Todos viven del fiado, todos deben la casa, el pagaré del carro, la TV, lo que sea y como el cuerpo social solamente premia a los triunfadores y los triunfadores son los que más cosas tienen, entonces y por vía de consecuencias tenemos que endeudarnos para tener cosas y todo endeudamiento genera siempre conductas políticas conservadoras y comportamiento social mezquino.

— ¿Y los intelectuales, qué papel han jugado en todo el proceso —en tiempos de Balaguer y en tiempos de Leonel? ¿Crees que, en cierto modo, tiene validez la cínica frasecita del Dr.: “si quieres conocer a Mundito; dale un mandito”?

—Creo que los intelectuales nuestros también entraron en la dinámica del consumo y una vez allí se vieron en la necesidad de hacer igual que los demás. Nuestros intelectuales están endeudados, han sentido la presión del medio, de sus mujeres y de sus hijos y creyeron que también ellos tenían que llenarse de cosas. Esta época, premia a la farándula a expensas del intelectual lo cual añade más presión. Deportes, espectáculo, prosperidad y sexo dominan la escena. Hay muchos intelectuales que no han podido resistir esa presión y han terminado vendiendo su talento al mejor postor y a veces, simplemente defendiendo un empleo, una sinecura o un simple picoteo. El medio se ha estructurado de manera que si no eres un “triunfador” no eres nadie y para ser triunfador tienes que llenarte la vida de corotos y hacer cualquier cosa para pagarlos. En cuanto a los periodos Balaguer-Leonel sigo creyendo y diciendo que Balaguer era un seductor mientras que Leonel es un proxeneta. Balaguer trajo a su lado a gente que lo admiraba genuinamente. Leonel solamente sabe comprar y sobornar. Balaguer era un estadista, Leonel un político talentoso e inescrupuloso.

—Has publicado casi una docena de libros, y te has mantenido por mucho tiempo escribiendo para los más importantes medios dominicanos, ¿piensas que en la actualidad, como en los duros años de la contrainsurgencia, la gente lee y toma en cuenta las opiniones y los análisis que se publican en la prensa?

—Hace años escribí en Operación Estrella que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Solamente una minoría en extremo reducida, marginada del quehacer cotidiano lee y dentro de los que lo hacen, son todavía menos los que buscan orientación y guía. La gente ahora no quiere malas noticias, no quieren enterarse de que este mundo se viene abajo porque no es económica ni ecológicamente viable. Nada que aparte a la gente de sus metas de consumo, de sus aspiraciones personales es bienvenido. La angustia, por ahora, se canaliza a través de la industria religiosa que prospera sin cesar, del alcohol y los estupefacientes cuyo consumo se generaliza y de clínicas con consejos y pastillas cuando no bastan los consejos, pero como dice Eduardo Galeano hablando del impacto de la publicidad de nuestra gente y de la suya: La TV y la publicidad les hacen la boca agua, pero la policía los echa de la mesa. El sistema niega lo que ofrece. No hay Valium que pueda calmar tanta ansiedad ni Prozac capaz de apagar tanto tormento.
Los intelectuales son la conciencia crítica de una sociedad. La nuestra no los ha necesitado por un rato porque ni siquiera desea que le recuerden que hay una consciencia. La gente tiene la cabeza llena de ruido y el sistema alimenta esa afición. De hecho, tanto ruido hace falta para no pensar, a unos porque les recuerda quiénes son y a otros porque no soportan el vacío de sus existencias. Mientras tanto, la nación se deshace en el individuo y la ciudadanía se disuelve en el consumidor.

— ¿Quiénes leen los libros escritos por dominicanos? ¿Quién los difunde u opina sobre ellos en los medios o le da importancia a asuntos que no sean los consabidos temas manidos del béisbol o la farándula?

—Como observé antes, la farándula prevalece sobre lo intelectual porque somos ahora una sociedad erotizada que glorifica la banalidad, la forma sobre el contenido. Esta sociedad todavía no quiere intelectuales, cree que no los necesita en primer lugar porque le han dicho que solamente se puede y debe mirar hacia delante (tecnología) y nunca hacia atrás (historia). Pero eso también es transitorio aunque haya durado ya más de 20 años. Nosotros vamos hacia una catástrofe purificadora y a medida que nos aproximemos y que ingresemos en ella saldremos a buscar a los intelectuales y todavía estaremos a tiempo de encontrar algunos sobrevivientes. Luego, esa catástrofe producirá su propia cosecha de nuevos intelectuales.

—¿A qué crees que se deba ese marcado interés de la intelectualidad dominicana por ufanarse en desconocer o ningunear a todo aquél que no sea de su capilla que, normalmente está conformada por dos o tres que, según Mario Emilio Pérez no hacen otra cosa que mantener en pie la sociedad del bombo mutuo? ¿Consideras que existen bandas o capillas que, valiéndose de algo así como el “stalinismo ambiental” promueven o silencian las voces que no son afectas a sus pandillas o tendencias normalmente sobornadas por algún tipo de poder casi siempre dudoso?

—No debemos tener ninguna duda al respecto ni de las capillas, ni del ninguneo ni de todo lo demás que señalas. Sin embargo, creo que la gente como nosotros lo que tiene por delante es romper esas capillas y trascender al exterior de ellas. Tengo muchos libros publicados, casi todos con varias ediciones y nunca me han invitado a ninguna de esas capillas. Eso me ha convertido en un intelectual ajeno al “sistema de capillas”, mucha gente dentro de la minoría ya citada me lee, algunos me entienden, muy pocos me siguen pero las capillas no han podido silenciarme ni evitar que haya llegado a ese público.

— ¿Consideras que el dominicano promedio está medianamente informado de lo que acontece 30 ó 40 millas náuticas más allá de las costas de la isla que compartimos con Haití? ¿Y, precisamente, Haití; cómo ves la actitud de eso que orgullosamente se llama “la dominicanidad” frente al destino de nuestra especie de hermano siamés?

—La insularidad mal pensada y peor ejecutada es parcialmente responsable de nuestra ignorancia de hoy. Cuando trabajé periodismo, el Listín y también El Caribe y otros tenían un Editor Internacional que ya no existe. Ahora ponen a un pasante de la escuela a hacer ese trabajo y fíjate lo poco y lo malo que se publica en nuestra prensa del resto del mundo. Por supuesto, el tema es más complejo. La propiedad de los periódicos es corporativa y ya no son medios de comunicación sino de difusión del consumo y de encubrimiento. Ya los periodistas tampoco son lo que eran, la mayoría trabaja para políticos o empresas y cobran por donde están y por las noticias que publican y también por las que logran que no se publiquen. En este sentido hemos retrocedido bastante.

Haití es y ha sido siempre una mala noticia y los dominicanos están en una etapa donde no quieren malas noticias. No queremos bregar con el destino de un pueblo más pobre, más prieto, más preterido pero eso no impide que siga siendo nuestro problema, aunque preferimos no admitirlo. Lo único que te puedo asegurar es que ni la ONU, ni las ONG, y menos aun el gobierno de este país tienen idea de qué hacer. Para mí, Haití es una realidad con la que tienes que vivir; odio las hipocresías, el falso nacionalismo. Reducir la inmigración haitiana, no es asunto de policía ni ejército sino de respetar la voluntad del pueblo haitiano. La estabilidad política en Haití es lo único que equilibra los flujos migratorios no la intervención extranjera y menos para expulsar dos veces a un presidente electo.

—¿Ha bajado de intensidad la campaña anti-Mañón desarrollada y orquestada por sectores de la “izquierda” que, en su momento, quisieron desviar cualquier cuestionamiento a sus actitudes echando los perros en tu contra? ¿Por qué tardaste tanto en contarle al mundo tu Travesía?

— Sí, ha habido una desintegración casi total de la campaña en mi contra. Sin embargo, Travesía no podía escribirse cuando yo quisiera, sino cuando la documentación de apoyo estuviera disponible. El mérito de ese libro, creo, es que los juicios emitidos nunca desbordan la evidencia en la que se apoyan. No hay nada que se afirme que no esté demostrado y en Travesía el grueso de la evidencia no proviene de mi testimonio sino del aportado por otros, algunos de los cuales, inclusive, se destacaron en su momento como detractores míos.

—Y a propósito de Travesía, ¿sientes que ha tenido la recepción que esperabas o, como siempre acontece, los maestros de la bruma han logrado aplicarle el silenciador para que, si se lee, se guarde el más absoluto silencio?

—Confieso que la acogida de Travesía ha desbordado mis expectativas y ha sido, creo, el más influyente de todos los libros que haya publicado. Operación Estrella, por ejemplo, se vendió mucho más que Travesía, sin embargo, no dejó la huella, el sabor, la percepción y el impacto de éste. Travesía ha traído a mi lado gente que estuvo confundida, otros que me adversaron y aún muchos que habían deseado una suerte de explicación de mi parte. Hay dos testimonios que quiero citar a propósito de Travesía: Jesús de la Rosa, tras leer el libro me confesó un domingo en la esquina de la esquizofrenia: “Melvin, tú no te imaginas cómo me alegro de nunca haber creído las infamias que se dijeron de ti”. En otra ocasión, Tano, un muchacho joven de Loma de Cabrera me dijo aludiendo a la falta de diatribas, denuncias infundadas y mentiras o apologías habituales: “Señor Melvin, es la primera vez en mi vida que alguien me explica y yo logro entender qué fue lo que pasó con la izquierda dominicana”. Travesía es un libro que está aquí para quedarse y seguir teniendo vigencia por mucho tiempo a pesar del silencio de los maestros de la bruma.

— ¿Qué hace Melvin Mañón en la actualidad? ¿Cuál consideras que debe ser la actitud del pueblo dominicano con un nuevo periodo electoral a la vuelta de la esquina y unos partidos tradicionales en franca bancarrota?

—Volver a militar que ya es hora. Producir un discurso y una práctica políticos de ruptura. Hay que dejar de ser simpáticos, de estar bien con todo el mundo. La ruptura, la franqueza y el coraje hacen demasiada falta. Arrebatarles las calles a la farándula, al narco y a los partidos. Entender que la denuncia no basta si no va acompañada de acciones, propuestas, movilizaciones y la disposición de forzar la adopción de esas propuestas. La mejor garantía de los cambios y las turbulencias que se avecinan deriva precisamente del fracaso absoluto de los partidos y de los políticos. La apariencia sugiere lo contrario pero es solamente la apariencia. La justicia, la prosperidad compartida, la libertad y la vida democrática dependen de la disposición de un pueblo a defenderla y no solamente de la intención de disfrutarla. En ambos casos, defensa y disfrute, son parte de la vida misma, no un accionar aislado u ocasional, sino la manera necesaria de vivir en sociedad o enfrentarnos a la barbarie que de todos modos merodea ya demasiado cerca. Para esas cosas trabajo, por eso no ceso de pensar los problemas y trato de contribuir a la forja de un nuevo pensamiento que resulte más apropiado a la época, los tipos de problemas que tenemos y el tipo de personas con las que vivimos.

1 comentario:

  1. Por Dios,donde se puede conseguir ese Libro fuera del país.? Cuanto conocimiento adquirí con esta entrevista;la misma ,me ha puesto a pensar y a crear conciencia sobre cómo debemos actuar para conservar nuestra Democracia que tanta sangre,sudor y lágrimas le a costado a nuestro país.

    ResponderEliminar

galley472@yahoo.com