jueves, 9 de septiembre de 2010

¡Ah, los intelectuales!

Islario
Por Adrián Javier

Qué espera uno de los intelectuales de su país? Que estén al día con lo que pasa, con lo que se piensa y con lo que se necesita ocurra en el mundo, para que éste se vuelva un habitáculo más vivible y menos desesperanzado. Que nos alumbren con el brillo de su pensamiento en libertad.

Que nos guíen en lo oscuro.

Que sean independientes, aptos, probos, valientes, dignos.

Que se identifiquen con las mejores causas y que se reconozcan tras la búsqueda de solución a los problemas más acuciantes de sus conciudadanos.

Que les duela su país, y con él su región, su provincia, su comunidad, su barrio, su calle, su esquina, su semejante.

Que sean partícipes activos de los procesos históricos de su nación, y en ellos, entes insobornables que motoricen y promuevan cambios sustanciales, por radicales, que sirvan de plataformas para mejorar el presente, augurando un futuro menos agobiante y mitigante.

Que hagan propuestas creativas y “aterrizadas”, que nos ayuden a salir del atolladero en que hemos sido sumergidos por políticos irresponsables, corsarios corporativos y sindicalistas sin almas, ni corazón ni moralinas.

Que no tengan tan infladas sus “egotecas” y sepan aupar las voces emergentes que tendrán la misión de relevarlos en la trinchera dispuesta por nuestros Padres Fundadores.

Que encaren el presente con la altivez patriótica del guerrero restaurador –espada en ristre, mirada y desvelo en permanencia, con la llama sacrosanta de la enseña tricolor como musa inspiradora-, si el instante, acaso, devino irreductible, acosante, menesteroso.

Que tengan “voz”, y que la hagan resonar sin pensar en recompensas, allí donde impera el miedo, el terror, la desidia, la intriga, el descaro, la sinrazón, el desacato, la abulia, el “desaforo”, el desparpajo, la arrogancia, el abuso, el derroche, los sectarismos, la discriminación, las componendas, la ausencia de acción real ante los males que desmedran la cotidianidad, y la falta de fe verdadera en la inminencia de un porvenir menos azaroso y vergonzoso.

Que se vuelvan muros de contención crítica ante la expansión del narcotráfico, que exijan a las autoridades imponer medidas que disminuyan la inseguridad ciudadana, la corrupción administrativa, la insalubridad...

¡Que dejen de estar en Babia!

¡La vida del dominicano de hoy no es una bicoca!

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