lunes, 10 de mayo de 2010

OBAMA: DESPISTADO EN LO REFERENTE A LA INMIGRACIÓN

Por Rubén Navarrete, Jr.

SAN DIEGO-- Justo a tiempo para el 5 de mayo —o como lo llamó equivocadamente el presidente Obama el año pasado, en una recepción en la Casa Blanca para celebrar el feriado mexicano, “Cinco de Cuatro”— el jefe ejecutivo está enviando un claro mensaje a la asediada comunidad latina de la nación: “Están solitos, amigos”.

Lo mejor que se puede decir al respecto, es que Obama no está abordando una de las grandes cuestiones morales de nuestros tiempos: la reforma migratoria. La versión no tan bondadosa es que Obama está socavando la causa de la reforma migratoria para que los demócratas del Congreso no tengan que tratar el tema en un año de elecciones, cuando sus perspectivas de triunfo son dudosas.

Los demócratas latinos han tratado de convencerse de que el motivo por el que Obama rompió la promesa de su campaña, de trabajar en pro de la reforma migratoria durante el primer año en el cargo, es que tenía demasiados asuntos entre manos. Se tragaron sucesivas decepciones —cuando el gobierno continuó con la política de hacer redadas en los lugares de empleo, cuando Obama dedicó sólo 37 palabras a la inmigración en su discurso sobre el Estado de la Unión, cuando se reveló que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas utiliza cuotas para intensificar el número de deportaciones.

En el último revés, los activistas están calladamente furiosos porque Obama no pudo encontrar una término más fuerte que “equivocado” para describir la ley sobre perfiles raciales de Arizona —algo por lo cual la página editorial del New York Times también lo criticó.

¿Por qué habría de sorprender eso a nadie? El historial de Obama en cuanto a la inmigración es pobre. Como senador, se unió al líder demócrata, Harry Reid, para tratar de anular la ley de la reforma migratoria con enmiendas que fueron como píldoras de veneno —todo ello para complacer a los sindicatos, que preferían que no hubiera una ley antes que recibir trabajadores invitados.

Obama también se ha prestado de buen grado a hacer política con el asunto de la inmigración para obtener ventajas a corto plazo. Mi teoría es que Obama cae en la zona del espectro liberal que desconfía de la reforma migratoria por temor a que la mano de obra inmigrante perjudique a los obreros, especialmente a los afroamericanos.

Ahora, se ha cruzado una línea. Hace unos días en el avión presidencial, Obama pasó de no ayudar la causa de la reforma migratoria integral a efectivamente dañarla. En una rara visita a la sección de prensa del avión, Obama echó un jarro de agua fría a las perspectivas de que el Congreso reorganice las leyes migratorias este año —y al hacerlo, socavó a los defensores de la reforma migratoria.

Al decir que “quizás no haya apetito” para reparar el fallido sistema migratorio este año, Obama trató de pintar a los republicanos como el problema. Olvídense de que los demócratas son los que llevan la batuta en ambos extremos de Pennsylvania Avenue. Obama sostuvo que necesita de votos republicanos para que se apruebe la reforma migratoria y, en lugar de proceder solo con el apoyo demócrata, está dispuesto a esperar a los legisladores del Partido Republicano.

Buena suerte. Obama sabe perfectamente bien que los republicanos no lo ayudarán a cruzar la calle hasta después de noviembre. Además, ¿dónde estuvo esta insistencia en esperar el apoyo republicano cuando la causa fue la reforma de la asistencia médica? En ese caso, el presidente siguió adelante sin el Partido Republicano.

Sr. Presidente, qué buen momento escogió para ausentarse. Debido a la promulgación de la ley de perfiles raciales de Arizona, que somete a los latinos a hostigamiento y trato de segunda clase, es esencial que la Casa Blanca y el Congreso aborden el asunto de la inmigración, a fin de proveer a los inmigrantes ilegales de un manto federal protector contra los abusos en Arizona.

Esto suena conocido. Numerosos historiadores han señalado que John F. Kennedy no era amigo del movimiento de los derechos civiles a comienzos de su presidencia, porque temía que torpedeara su programa legislativo. Incluso ordenó al Procurador General, Robert Kennedy, que tratara de convencer a los activistas de renunciar a las campañas contra las leyes discriminatorias en el sur. Sólo en mayo de 1963, cuando la televisión llevó a los hogares estadounidenses las perturbadoras imágenes de las mangas de agua y los perros de policía dirigidos contra los manifestantes en Birmingham, Alabama, Kennedy finalmente comenzó a convencerse. El 11 de junio de 1963, el presidente —en un discurso nacional transmitido por radio y televisión— describió los derechos civiles como “una cuestión moral ... tan antigua como las Escrituras y ... tan clara como la Constitución de Estados Unidos”.

Más vale tarde que nunca. Durante un tiempo, Kennedy, en virtud de su experiencia de vida, no tenía ni idea del asunto de los derechos civiles. Ahora Obama está cometiendo errores similares porque está totalmente despistado en lo referente a la inmigración.

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