miércoles, 17 de marzo de 2010

En homenaje a Orlando

Por Lillian Oviedo

El asesinato de Orlando Martínez, el 17 de marzo de 1975, fue un crimen de Estado. Su militancia comunista y su firme posición contra la corrupción y la impunidad, expresada en la columna Microscopio (en El Nacional y la revista ¡Ahora!) exacerbaron la brutalidad de grupos de malhechores allegados a Joaquín Balaguer.

En homenaje a Orlando Martínez, es preciso condenar la impunidad en sus dos grotescas versiones: la vieja impunidad, que ha servido para lavar fortunas, bendecir capitales y avalar privilegios, y la impunidad de hoy, la que esperan eternizar quienes derrochan millones robados de los fondos que deben ser destinados a los hospitales, a las escuelas y a combatir el hambre.

Basta de recomendar, desde columnas de opinión y desde medios electrónicos, al presidente de la República, seleccionar mejor a sus amigos y aliados.

En el año 2000, muchos hicieron con insistencia la misma recomendación a Hipólito Mejía, quien compartió tragos en público con Salvador Lluberes Montás, alias Chinino, un ex jefe militar a quien Joaquín Balaguer libró de ser juzgado por el asesinato de Orlando Martínez, en aras de preservar la impunidad a Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio Jiménez y otros antiguos jerarcas militares.

Hipólito Mejía conocía las acciones de Chinino y de figuras similares.

En el escándalo de la construcción de la torre Atiemar, muy presente en los medios de comunicación hoy, hay que decir que, cuando (en el año 2005) Leonel Fernández dio el primer picazo y saludó a los inversionistas, sabía (se puede decir sin aire tremendista y sin caer en delito de prensa) que se trataba de satisfacer a un exclusivo grupo.

Ese grupo, con capacidad para comprar apartamentos por más de dos millones de dólares, lo integran: los herederos de quienes acumularon capitales en la Era de Trujillo o mediante recuros igualmente sucios medios en los doce años de Balaguer, y murieron sin dar cuenta de ello; politiqueros y esbirros que en los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano y del Partido de la Liberación Dominicana, han acumulado recursos mediante el peculado, el contrabando y otros sucios medios, y negociantes de diversas definiciones, para quienes moral y decencia son palabras sin sentido.

Ese exclusivo grupo acogió y mantuvo en su seno hasta que intereses foráneos se cruzaron, al capo José D. Figueroa Agosto, y al empresario español, hoy investigado por narcotráfico.

Fernández, en el saludo a los dueños de Atiemar, y, más importante aún, en lo esencial de su discurso político, concibe a este grupo como motor del desarrollo.

En homenaje a Orlando Martínez, hay que exigirle al Presidente que explique por qué admite y mantiene ese grosero retorcimiento.

Santo Domingo, R.D., miércoles, 17 de marzo de 2010

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