sábado, 10 de octubre de 2009

¿Para qué sirve el Premio Nobel de Literatura?

Por Andrés Hax | © CLARIN

Otra vez nos quedamos sorprendidos con la elección para el premio más importante de literatura en el mundo. Desde 1901 se otorga el Nobel y mientras que autores de excelencia indiscutible como William Faulkner o Gabriel García Márquez se quedaron con el galardón, son muchos más aquellos que después del premio quedaron en el olvido. Aquí, más que una respuesta, una opinión hecha de preguntas.

Una pregunta: ¿Qué tienen en común León Tolstoi, James Joyce, Marcel Proust, Ezra Pound, Franz Kafka, Joseph Conrad, Vladimir Nabokov, Jorge Luis Borges, Jack Kerouac y William Burroughs?

Que ninguno de ellos ganó el Premio Nobel de Literatura.

Segunda pregunta: ¿Qué tienen en común: Bjørnstjerne Bjørnson, Rudolf Eucken, Carl Gustaf Verner von Heidenstam, Carl Friedrich Georg Spitteler, Frans Eemil Sillanpää, Halldór Kiljan Laxness y Herta Müller?

Me imagino que ya adivinó la respuesta. Todos ganaron el Premio Nobel de Literatura.

Apuesto que el lector común, como lo definió Virginia Woolf, podría nombrar una obra de cada uno de la primera lista. Y apuesto que el mismo lector común (un amante voraz de la literatura, el que no se va ni siquiera al baño sin un libro) tendría gran dificultad en nombrar solo una obra de la segunda lista de autores.

Esto es un juego de salón, vale. Pero en el juego se ejemplifica la pregunta que da título a esta columna de opinión: ¿Para qué sirve el Premio Nobel de Literatura?

Vamos a la fuente. Según el dice el testamento de Alfred Nobel el su premio en la categoría de letras es para "un autor de cualquier país en el campo de literatura el trabajo más extraordinario en una dirección ideal."

Puede ser que por aquí empiezan las dificultades, porque es una definición ambigua.

Pero sin duda La guerra y la paz, Ulises, Los cantos, El corazón de las tinieblas, Almuerzo desnudo, o La metamorfosis podrían ser considerados como ejemplares dignos de esta definición. O Vida, instrucciones de uso de George Perec. O hasta la obra bizarra de H.P. Lovecraft o las novelas de Philip K. Dick o Raymond Chandler e Italo Calvino.

Ya se discutió hasta el hastío sobre el uso político del premio de literatura. Veamos los otros premios. Obviamente el de la paz es un premio político. ¿Pero el de física? ¿El de medicina? ¿El de química? ¿Y el de economía?

El problema central para contestar esta pregunta es que resulta difícil que nuestro lector común tenga la educación suficiente para entender los trabajos científicos de vanguardia. La ciencia se ha especializado y se ha ido a un nivel de abstracción que hace falta por lo menos un pos-grado para realmente comprender qué es lo que hacen los mejore físicos, químicos y médicos del planeta.

Tal vez el premio de economía –la ciencia atroz ("the dismal science" como lo denominó Thomas Carlyle)- sea tan ambiguo como el de literatura y se explota con fines políticos. Pero la economía, en su más alta expresión teórica también es lejana a la inteligencia común y corriente, hasta de una persona considerada culta.

Además, si entendieran de verdad los economistas cómo funciona la economía, ¿por qué no pudieron predecir la catástrofe financiera de los últimos años? ¿Por qué no pueden solucionar el problema de la pobreza mundial? Pero eso quedará para otra columna de opinión.

La excelencia en la literatura es subjetiva. No podría ser de otra manera. La literatura no descubre nada. O sí: descubre la vida. La que vivimos todos, yendo al trabajo, tomando café, enterrando nuestros muertos... Los grandes escritores, premiados o no, son los que nos dan vida con su obra. Que crean con letras sobre papel un simulacro de la vida tan potente que casi se parece más a la vida que la vida misma.

El problema, al fin, del Premio Nobel, es que ya nos dejó de sorprender (e, irónicamente, si hay una cualidad que comparte toda la gran literatura es aquella de sorprender). O se le otorga a una eminencia gris que se lo merece de sobras (en la lista de esta categoría que aún esperan el premio, los conocemos a todos: Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Milan Kundera, Philip Roth, Don Delillo...); o se le da a un escritor o escritora que –francamente– es de muy poca trascendencia (lo que no significa que sea mala escritora). Como es el caso este año con Herta Müler.

¿Me van a decir que Herta Müller ha escrito textos "más extraordinarios" y que van más en "una dirección ideal" que Cormac McCarthy, Thomas Pynchon, James Ellroy, Gonzalo Rojas, William T. Vollmann, Geoffrey Hill, Steven Millhauser, Jonathan Littell o –si, también- Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y etcétera.

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