jueves, 14 de mayo de 2009

De abuelos y nietos

Por Isaías Medina Ferreira


(A todos los abuelos que al prodigar amor incondicional a sus nietos contribuyen a fortalecer su auto estima.)

El hechizo es instantáneo. Basta ver su carita saliendo del bultito azul o rosa, y, bajo el sombrerito que le cubre parte de ella, verlo luchar para acostumbrar sus ojitos abiertos a la cegadora luz; o, mientras duerme y respira pausadamente, sentir esas 7 u 8 libras de milagro descansar confiadas en tus brazos, para comprender que eres su presa. Pero, ¿acaso no sentimos lo mismo aquella vez que vimos a nuestros hijos por primera vez? ¿Por qué tanto alborozo ahora? Es cierto, sentimos algo similar al ser padres, pero ahora, lo que debe ser una continuación del amor a los hijos, se convierte inexplicablemente en una relación especial, con tonos de amor, de orgullo, de protección, de amistad y complicidad.

Si puedes ver a tus nietos con regularidad, es posible que seas persona vulnerable a ser cambiada para siempre por ellos. Lo primero que querrán esos “locos bajitos” es tratar de quedarse cada vez que te visiten; si se quedan, querrán dormir contigo, formando una barrera entre los abuelos… ah, si en ocasiones muestran más cariño por un abuelo que por el otro, no te sientas mal: son unos manipuladores de primera. Otra cosa, es muy posible que quieran apoderarse de tu espacio y hasta cambiarte el nombre. En mi familia, Senovia se convirtió en Luli; Fernando en Chochón; Isaías se convirtió en Congo, y Julia en Titi; sólo para mencionar algunos casos.



Siempre oí hablar de esa relación especial entre abuelos y nietos, pero aunque recuerdo la dulzura y comprensión infinitas de un ángel con cabellera de plata llamado “mama Juana”, mi abuela paterna, siempre con una sonrisa comprensiva en sus labios, una galletita de leche en sus manos y un regazo amoroso para “añoñar” a sus nietos que nos desvivíamos por sentir esa mano de terciopelo que jugaba con nuestro pelo, nunca la comprendí a cabalidad hasta que no pasé por la experiencia. La pregunta clave es, ¿experimentan todos los abuelos sentimientos similares?

Sin el rigor de una encuesta científica, se me ocurrió consultar a familiares y amigos al respecto, a quienes hice estas preguntas: ¿cree usted que haya una relación especial entre abuelos y nietos? En caso de ser positivo, ¿a qué cree que se deba? Aunque todos los consultados creen que sí la hay, no todos coincidieron en lo que ellos creen sea la razón central de esa relación. Dejando a los psicólogos el por qué, me limitaré a presentar mis resultados, y que cada quien saque sus conclusiones.



Las respuestas que recibí van desde lo jocoso hasta lo filosófico. Entre las primeras hay quien dice que su relación con los nietos es especial; su razonamiento es que al saber que no siempre puede tenerlos consigo, cuando los nietos lo visitan aprovecha para “añoñarlos” y mal acostumbrarlos hasta la saciedad y entonces se los envía a “dar carpeta” a los padres (sus hijos), para que sufran lo mismo que sufrieron ellos (los abuelos) cuando aquellos crecían.



Hay quien considera el amor por los nietos infinito debido a un sistema matemático que él explica así: es el amor de los hijos elevado al amor de los nietos, que es como decir la continuación de los genes que comenzara con nuestros propios abuelos, y antes; y que continuará con los biznietos, y más allá, pero que con los nietos, por ser la relación tan inmediata, se convierte en más que especial. Para otro de los entrevistados, quizás se deba a que por experiencia somos más reflexivos y al hecho de tener menos presión que cuando fuimos padres. Talvez vivir la paternidad por segunda vez nos permite apreciar facetas de la vida que no valoramos en su justeza la primera vez. Es como si quisiéramos aprovechar esa segunda oportunidad y concienzudamente tratar de no cometer los mismos errores que como padres cometimos, afirman otros.



“Algo sí te puedo asegurar”, me dijo uno de los abuelos entrevistados, serio y visiblemente emocionado al hablar: “nada me enternece más que ver a un bebé indefenso, aun no sea familia mía. Siempre que veo uno pienso, ¿qué sería de esa criaturita si le faltara apoyo? Y se aferra uno al suyo como queriendo ‘protegerlo’ de esa posibilidad”. Y añade el entrevistado, “además, ¿qué hacer, sino derretirse, cuando un nietecito te abre los bracitos y te dice te quiero mucho, o cuando te agarra tu cara con sus dos manitas y te acerca hacia sí para juntar las frentes… o cuando dormido a tu lado se voltea y te echa un bracito encima como si te estuviera abrazando? Es imposible poder expresarlo con palabras”.



Para uno de los abuelos, la llegada de un nieto nos pone en contacto con nuestra propia mortalidad. Según él, “comienza uno a hacer cálculos: cuando él o ella tenga tantos años, yo tendré tantos… y no es raro que comencemos a cuidar la salud para aumentar las posibilidades de estar allí cuando ese niño o niña se gradúe o cuando se case; y las pastillas que antes detestabas, ahora te las tomas porque hay una motivación”. Otro de los abuelos me confiesa que, por el contrario, “realmente, nunca me ha pasado por la mente la posibilidad de morir mientras juego con mi nieto. Tampoco me siento viejo. Creo que sólo me he dedicado a disfrutarlo, a darle cariño y a demostrarle que él es importante; no obstante, por ese mismo amor que le tengo, cuando debo disciplinarlo lo hago con firmeza”.



Como se puede apreciar, existen tantas opiniones como existen abuelos respecto a los nietos.

Aunque no forman parte de los entrevistados, he oído a algunos expresar su miedo a acercarse y encariñarse muy profundamente con los nietos, porque en cierto modo, no son su responsabilidad y quieren dar espacio a los padres para que ejerzan su autoridad sin cortapisas. Los abuelos somos pésimos “criadores”, agrega. Hay otros que categóricamente dicen no estar dispuestos a criar de nuevo.

Otros se burlan de los abuelos que se convierten en “monos”, según afirman, para hacerles gracia a los chiquitos, llegando incluso algunos a catalogar de “babosos” a los abuelos que demuestran cierta debilidad en ese sentido. Aun otros están excluidos de esa experiencia porque a lo mejor los nietos viven lejos y tienen poco contacto con ellos. Pero, cualquiera que sea la circunstancia u opinión, parece ser que la experiencia de los abuelos entrevistados corrobora lo que se ha dicho siempre: entre abuelos y nietos hay una conexión especial que no todos podemos explicar.



Por mi parte, creo que Juan Javier, Sylvia Julissa e Isaías Ivanhoe, II, me han hecho un mejor y más reflexivo ser humano por lo que los amo con devoción y alabo la hora y el día en que llegaron a mi vida.



NOTA: En este escrito el término nieto se refiere tanto a nieto como a nieta; asimismo, abuelo incluye a abuela, como también él incluye a ella.

2 comentarios:

  1. Decia mi padre: " si yo hubiera sabido que los nietos se quieren tanto, no empiezo con los hijos". Por supuesto que de manera jocosa y orgulloso de sus nietos..

    ResponderEliminar
  2. CABEZON; REBUSCANDO CON MI ACELERADO APRENDISAJE EN ESTE APARATO ENCUENTRO A SUS HIJOS Y NIETOS ,LO QUE ME INDICAN QUE YA NOS ESTAMOS PONIENDO VIEJOS O NOS JODIMOS,FRUTO DEL AMOR QUE SE DEPOSITA EN ELLOS ,.AHORA BIEN NO HE VISTO QUE MENCIONAS EL PASO PRINCIPAL DONDE NACE ESE AMOR.SABES CUAL ES ? CUANDO LLEGA ESA DIARREA Y NO HAY NADIE PRESENTE Y TE TOCA DARLE EL INICIO AL PROCESO DE LIMPIEZA Y TU NO SABES EN QUE SITIO ESTAN LOS PAMPERS.

    QUE TU CREES?

    ABRAZOS
    MANITO

    ResponderEliminar

galley472@yahoo.com